Aquel septiembre tan cercano

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11 de septiembre de 2001 en Manhatan. / RR SS

Hoy, desconozco el porqué, me has venido al recuerdo. Una guardia para olvidar que no dejaré de recordar. Un Once de abril. La taza corta de un café expreso en Abbey Road se tambalea mientras leo la página ciento cuarenta de “Por encima de la lluvia” de autor desconocido, pero manejable. Nunca volviste a aparecerme. Un ‘pájaro’ volando ese cielo entero que tanto anhelabas te convirtió en cenizas.

Aquel septiembre tan cercano

Aquel septiembre tan cercano.

Te empeñaste. Valiente tabarra me pegaste todo el lunes. Guardia para el olvido, lo recuerdo.

Son apenas tres horas si tomamos Taconic State Parkway, machacaste una y otra vez , y vuelta a empezar. O mejor por la I-93 Sudbury Street. Y dale que dale. Y toma y que toma un poco más.

¡Qué tostonazo me diste, la virgen de Cortes!

Mira, salimos a la 17.00 de la guardia; o sea que, en un pis pás, en Manhattan. Así, como el que no quiere la cosa. Cuando estés cansado, tomo yo el volante y...¡A por el cielo entero! El tiempo nos es risueño. Una ducha reparadora en Marriott Downtown, ensalada alkaline en Trinity Place, regada con una Bud bien fría; vuelta al refugio y...lo que surja. Valium5 reparador. Despertador a las 06.00 y...¡A por el cielo inmaculado! Sin equipaje, solo mudas limpias. Cepillo dental, desodorante rollón y pare usted de contar.  

¡Venga joder, que eres un muermo de los de no te menees!

Te resultaba perentorio un recambio de mi vestuario. Un médico no puede andar siempre por ahí con bambas, tejanos y camisetas de felpa blanca siempre que salía de una agotadora guardia. En la 57, Calvin Klein había abierto una pequeña y coqueta sucursal con cantidades ingentes de ropa interior, fardona a tutiplén. Y yo la necesitaba urgentemente. No podía ir por ahí con esas pintas.

Como si yo fuera enseñando mis calzoncillos en el momento menos propicio y más inesperado. ¡Vamos qué, tienes unas cosas...!

Y así, de paso, aprovechando la ocasión, nos damos un voltio largo por los escaparates de Victoria’ Secret. Hollister Co. tampoco quedaba muy lejos, y a ti te encanta escaparatear y escaparatear. Yo lo detesto. Lo sabes perfectamente. Sabes que soy de aluvión: seis o siete pantalones ‘chinos’ de colores más o menos prudentes; camisas de pala corta en misma pauta, nada floripondias  y...pare usted de contar. Zapatos españoles, como debe ser, castellanos de L&G.  

¡Okay! ¡Vale, joder! Dime que talla gastas y yo te los compro. Te arrimas. Me estiras del cuello de la camisa, huelo tu destile a Bombshell hasta los tuétanos, y calculas:...una cuarenta más o menos. ¿Y pantalones? - preguntas-. Una XL, o XXL...o quizá X a secas...¡yo qué sé!

No es porque me hayas convencido. Ni mucho menos. Pero tengo la cabeza hecha un bombo y una guardia detrás para olvidar que no dejaré de recordarla. Pero accedo. También tú te la curraste a base de bien. No pusiste un solo pero a todas mis decisiones. Lo mereces, claro que sí. ¡Ah! Pero vienen mis condiciones ‘sine qua non’.

Tu conduces. Todo el rato. Ida y vuelta. Que los yankees estáis muy locos y ya no ando para tales menesteres. Ensalada alkaline si quieres, pero yo habichuelas con arroz y mucho picante. Un Bodega Coviñas del tiempo. Buena dosis de alcalinos ,en sobre efervescente ,de postres. Y a la cama patos, que hay que madrugar. Sin Valium5 ,que me marea y volvemos al hospital el jueves.

A las 08.00 estábamos allí. Como dos clavos. En la puerta de la torre norte. Cambié de opinión. ¡Anda chiquitina, sube tú! Que tengo agarofobia y vértigo posicional benigno paroxístico y lo sabes. Cómprame doce o quince calzoncillos de colorines, con patitos a juego y talla M. Boxer, ni decir tiene. Pantalones al gusto y camisas de mi talla, en pala corta. Que yo te espero en nuestro “Abbey road” - querencia de los Beatles, quizá- , total está a cuatro manzanas y estamos bien aparcados.

Refunfuñando, aceptaste.

Ahora -hoy- casi que adoro tus bufidos al respecto. O tal vez no. O tal vez no...

Hoy, desconozco el porqué, me has venido al recuerdo. Una guardia para olvidar que no dejaré de recordar. Un Once de abril. La taza corta de un café expreso en Abbey Road se tambalea mientras leo la página ciento cuarenta de “Por encima de la lluvia” de autor desconocido, pero manejable. Nunca volviste a aparecerme. Un ‘pájaro’ volando ese cielo entero que tanto anhelabas te convirtió en cenizas. Eso me dijeron. O eso quise escuchar. Seis mil como tú - eso me dijeron - se confundieron con las tuyas.

Una vez oí que , cada vez que respiro, absorbo un átomo de Julio César cuando dijo aquello de ‘tu también, hijo mío’.

Deseo que la mayor parte de mis inspiraciones estén plenas de tu ‘ pero mira que eres muermo; necesitas calzoncillos’ Y unos subátomos de Bombshell inunden mis pituitarias.

No sé por dónde andas. Yo complementaré tu guardia. Pero...sigue por ahí...por tu cielo infinito.

Que yo siempre te recordaré. A ti, a tu sensibilidad.

A tu olor a Bombshell y a todo lo que me compartiste. Y al viaje de vuelta a un Boston que también estaba en el punto de mira. Que tan triste me encontró.

P.S.- Es once de abril. Jamás olvidaré un once de septiembre de dos mil uno. Esperando a alguien en Abbey Road. Bajo Manhattan. Bebiendo un buen café expreso que se tambaleó del golpe. Y nunca sabré el porqué de este recuerdo.

Once de septiembre de dos mil uno. Ni cuarenta teníamos. Menos quizá que las Torres Gemelas. @mundiario

 

 

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