¿Estás seguro de vivir en una democracia sin RT ni Sputnik?

Censura. / legendarycover.it
Censura. legendarycover.it
La censura mediática nos ha ahorrado el discernimiento y la indagación, el cuestionamiento, el valor de razonar y comparar, de buscar el arte del maniqueísmo en uno o en otro lugar.
¿Estás seguro de vivir en una democracia sin RT ni Sputnik?

No sé quién fue el pedazo de dickhead que escribió que estábamos inmersos en la Era de la Comunicación. En lo que estamos inmersos es en la Era de la Mierda. Soy igual de tajante y directo que aquella madre ucraniana que conocí hace unos años. Doctora en Química me soltó, después de dejar la fregona: “En Rusia, o votas a Putin, o votas el caos”. Gobiernos occidentales se permiten censurar la versión rusa del conflicto con la censura de los canales RT y Sputnik. Con dos cojones. La sagrada ilustración europea se coloca a la misma altura que el Stalin butolítico.

Cuando preguntan, que preguntan, a mis alumnos solo puedo decirles que no he conocido hasta ahora una guerra tan tenebrosa, tan intrigante, tan zafia, tan cafre que esta, por estar inspirada en una serie de tramas mafiosas en torno al gas y con un transfondo maniqueo por parte de los medios rusos y occidentales, cómplices de los mismos que se reparten el gas y lo que no es el gas. Y no lo digo yo: lo dice Saviano y Garri Kasparov. En su Diario ruso, Anna Politkovskayaya lo anunciaba también con rigor y con una ironía casi macabra, y, a los pocos meses, le volaron la cabeza en el portal de su casa, como reza cualquier manual de instrucciones para ser espía modelo de la KGB.

Lo bueno de todo esto es que volvemos a poner las cartas sobre la mesa: al final, lo que tenemos en Europa es el enfrentamiento de dos imperios atávicos, tan ancestrales como la cultura hitita. Grecia y Roma contra los persas. La censura de la información pone al descubierto que el sujeto solo tiene posibilidad de identificarse con un relato: o estás con Roma o estás con los persas. A lo sumo, la libertad de expresión, salvaguarda de los derechos de los individuos en sociedades como las nuestras, la regalarán con una faja reductora en la próxima oferta del LIDL.

La censura mediática nos ha ahorrado el discernimiento y la indagación, el cuestionamiento, el valor de razonar y comparar, de buscar el arte del maniqueísmo en uno o en otro lugar. Se trata de que un imperio gane al otro. Se trata de estar sujeto al relato del lugar donde te ha tocado vivir, así que la providencia y el destino están sujetos a la verdad que, intencionadamente, se pretende en Roma o en Persia. No hay más.

Que no podamos acceder a emisoras rusas no es una cuestión de crisis democrática. Es una estrategia de guerra de un imperio contra otro. Nos han hecho creer demasiadas cosas, como el progresismo o la igualdad, pero, a la hora de la verdad, debes estar al lado de los tuyos, perseverar en la idea de que el enemigo está a las puertas, que nada se persigue que no sean las bondades mesiánicas de un imperio llamado a destruir al otro.

¿Qué hubiese pasado si Hitler hubiese ganado la guerra? Probablemente, con la tradición literaria, histórica y filosófica que inspiraba a Alemania, hoy en día veríamos el antisemitismo como una de las bondades que contribuyeron a la gloria. Tiempo al tiempo. Veremos quién gana la guerra y qué horror se considerará como natural y necesario, normal (terrible adjetivo) para las futuras generaciones. Veremos quién dicta la verdad. O el imperio de los bárbaros o la fe de Grecia y la de los yanquis. Está claro que con la libertad de la información no podemos contar. Con la escobilla del váter, todavía sí.

Es lo que hay.

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