Salvemos el idioma

Mujer ojeando sorprendida un diccionario de la lengua española.
Mujer ojeando sorprendida un diccionario de la lengua española.
Lo que pasa con nuestro idioma, uno de los más ricos del mundo, es que se va adaptando para abajo. Quiero decir, termina cediendo y aceptando errores por la fuerza de la mayoría.

Los idiomas crecen, se mueven. Las reglas ortográficas y gramaticales varían. Ya nadie dice obscuro ni substantivo, ni substancial. Ningún escritor es corregido si cambia los tiempos de verbos. José Saramago no utilizaba puntos y sí mayúsculas. El estilo abre las puertas a lo que era una infracción y le da un toque personal.

Es que el idioma es como los hijos: crecen y eligen caminos que no son los que elegiríamos, pero terminan demostrándonos que abriendo la mente se puede crear y llegar muy alto.
Incluso aprendemos que no es tan importante llegar tan alto. 
Pero lo que pasa con nuestro idioma, uno de los más ricos del mundo, es que se va adaptando para abajo. Quiero decir, termina cediendo y aceptando errores por la fuerza de la mayoría, que desconoce, que opta por lo más cómodo, porque copia, porque en los mensajes de texto es más práctico abreviar. Y no creo que se esté investigando sobre una vacuna para frenar esta contaminación.

Todo vale. Sí, ya sé : estoy hablando como una señora mayor. Y lo soy.  Borges denunciaba como neologismos, infinitos vocablos que hoy los usamos y a mí ya no me chocan.
No quiero ni imaginarme cómo le caería escuchar por ejemplo a los periodistas y locutores que se esmeran bien en prolongar la "e" cuando quieren decir prever. Que se oiga bien que están diciendo preveer.  Creo que se confunden con proveer, de provisión. ¿Será por lo de visión? Pero prever viene de agregar el prefijo “pre” al verbo ver, de visión, que va con una sola "e".
Y todavía vivía cuando tuvo que sufrir la amputación de la "p" a psicología, porque nadie la pronunciaba. Y le molestaba mucho cuando se escribía y decía setiembre, en vez de septiembre, el mes de su cumpleaños. 
Porque claro, si vamos a sacar consonantes que no se pronuncian, pronto podremos escribir, en Argentina:
¿Vó qué pensá desto?
¿Ta loco, vo?
¡No entendé nada!
No estaré viva por suerte cuando esto sea aceptado.

Y después están los que se creen muy finos, muy cultos, y para no tragarse una sola "s", la meten donde no deben:
¿VisteS la película?
¿ComisteS hoy?
¡No me lo dijisteS!!
En Argentina hubo mucha inmigración y claro, cuando conviven varios idiomas se arma una mezcla tremenda. Los italianos hicieron estragos con el español del Rio de la Plata.  Fueron los responsables del uso del condicional en lugar del subjuntivo y así hay muchísimas personas que dicen:
Si tendría plata me compraría una casa.
Si vendrías, podríamos salir.
Y todos los que van “del médico”, “del panadero” o “del kinesiólogo”.
También son responsables de que no pronunciemos la primera de las consonantes dobles. Como el caso de psicología o septiembre. Porque claro, en italiano se dice ótica, imposible para ellos pronunciar óptica.

También hay galicismos. En francés no se usa jamás "de" después de un verbo. No hay verbos que lo piden y otros que no, como en español.

Nosotros vivimos cometiendo errores, por mucho o por poco.
Me molesta escuchar:
Dijo de que
Escuchamos de que
Muchos, por no caer en estas faltas, prefieren omitirlo siempre:
Nos olvidamos que ibas a venir  cuando en realidad es: Nos olvidamos de que ibas a venir.

No sé si falló la escuela, pero hay toda una generación que confunde
yendo con llendo. A ver, con haber. ¡Ay! Con ¡Hay!.

Ya no hay esperanza de que los que hablan por los distintos medios hagan coordinar el artículo con el adjetivo ordinal primer y tercer, primera y tercera, por ejemplo.
Me resisto a que un día se acepte decir:
La primer noticia en lugar de La primera noticia
La tercer información en lugar de La tercera información.
La primer cita en lugar de La primera cita.

El epistolario comercial y su vocabulario siempre me aburrió. Pero ahora, además, queriendo usar palabras importantes se cae en errores que no hacen más que enturbiar la comprensión.
El mejor ejemplo es el uso indebido de “el mismo”, “la misma”, “los mismos” y “las mismas”.
Mismo es un adjetivo, tiene que calificar un sustantivo: la misma casa, el mismo perro, las mismas ideas, los mismos preconceptos.
No es un pronombre. Es incorrecto decir:
Hoy llegaron las cartas. Las mismas se habían extraviado.
Un buen ejercicio es releer esa frase tratando de reemplazar "las mismas" por otro pronombre o un punto seguido. Es mucho mas simple y claro. ¿O no suena mejor?:
Hoy llegaron las cartas. Se habían extraviado.

No quiero hacerlo más largo, pero tengo millones de ejemplos más.
No sé si estas intolerancias idiomáticas tienen nombre, tal vez sí, como “la misofonía” define a los que no soportan los ruidos que hacen los cuerpos de las demás personas. Padezco ambas. @mundiario

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