Roger Bartra: artes, mitos, memorias artificiales...

Portada de Antropología del cerebro.
Portada de Antropología del cerebro.

En un recorrido único por los misterios del cerebro humano, Roger Bartra nos muestra que la conciencia es un fenómeno que se produce no sólo en la mente, sino también fuera de ella.

Roger Bartra: artes, mitos, memorias artificiales...

En un recorrido único por los misterios del cerebro humano, Roger Bartra (Ciudad de México, 1942), profesor emérito de la Universidad de México (UNAM) e investigador honorario en la Universidad de Londres, nos muestra que la conciencia es un fenómeno que se produce no sólo en la mente, sino también fuera de ella: “Mi hipótesis supone que ciertas regiones del cerebro humano adquieren genéticamente una dependencia neurofisiológica del sistema simbólico de sustitución. Este sistema, obviamente, se transmite por mecanismos culturales y sociales. Es como si el cerebro necesitase la energía de circuitos externos para sintetizar y degradar sustancias simbólicas e imaginarias, en un peculiar proceso anabólico y catabólico” (p. 28).

El antropólogo, sociólogo y académico mexicano argumenta en su reciente ensayo Antropología del cerebro: conciencia, cultura y libre albedrío (Editorial Pre-Textos, 2014), que los sistemas simbólicos creados por los seres humanos en el arte y el lenguaje son la clave para entender la conciencia: “… una parte importante, y acaso fundamental (…) no se encuentra oculta en el interior del cráneo, sino que funciona ante nuestras mismas narices bajo la forma de un amplio abanico cultural integrado por lenguajes, artes, mitos, memorias artificiales, razonamientos matemáticos, órdenes simbólicos, relatos literarios, música, danza, mecanismos clasificatorios o sistemas de parentesco” (p. 77).

En su exégesis, Bartra demuestra que la conciencia es un fenómeno que se produce no sólo en la red interna de la mente sino además en una externa, un sistema simbólico, que él denomina exocerebro. En su opinión, el fenómeno del autismo ilustra como pocos la importancia de esa red: “En el autista está dañada o no existe la conexión con el sistema simbólico o de sustitución, de manera que en ciertos casos – al no poderse usar los circuitos culturales – se produce una expansión de la memoria mecánica (…)  una terrible amputación, no de un miembro del cuerpo, sino de los canales que conectan con el exocerebro” (p. 87).

Al situar la cultura en el centro de su análisis, los hallazgos de la antropología y la ciencia cognitiva se alían para ofrecer una visión original de la ruptura del cerebro con el entorno simbólico que experimenta el autista: “… el mundo social y cultural es suplantado (…) por una memoria que parece un pozo sin fondo y por insólitas habilidades visuales, auditivas y motoras (…) un exocerebro fantasma con el que se pueden hacer cálculos complejos en pocos segundos, dibujar paisajes con extrema precisión, cronometrar el tiempo sin ayuda de reloj” (p. 87).

Los versos del poema “Anagke”, de Rubén Darío, incluidos en su poemario Azul (1888), sirven a Bartra para ilustrar una nueva perspectiva desde la cual abordar el problema de la conciencia: “¡Oh inmenso azul! Yo adoro / tus celajes risueños, / y esa niebla sutil del polvo de oro/ donde van los perfumes y los sueños” (p. 155). Para el antropólogo mexicano, la visión que esos versos nos ofrecen nos permite analizar las conexiones entre el cerebro, el lenguaje, el arte, el juego y los símbolos: “La conciencia, por supuesto, no es solamente el breve centelleo que nos permite percatarnos del conglomerado de metáforas e imágenes contenidas en los versos de Darío. Es el flujo prolongado y coherente (…) que nos da unidad como individuos y nos proporciona una aguda sensación de identidad” (p. 160).

La segunda parte del volumen se ocupa del libre albedrío, el determinismo, el juego y la moral. Se vuelve a incidir en el estado precario e incompleto del cerebro físico del ser humano, y la consiguiente necesidad que este tiene, para su completo funcionamiento, de un exocerebro que supla sus carencias, un entramado de, no solo memorias culturales, sino todo lo simbólico mediante lo cual el cerebro actúa: “… avanzamos más si prestamos atención a lo que decía Spinoza: la libertad está basada en el conatus, el esfuerzo o la tendencia que impulsa a los humanos a razonar y a entender que son autoconscientes” (p. 239).

Esclarecedoras son las reflexiones que el escritor mexicano dedica a la importancia de lo lúdico: “El juego es una de las actividades humanas que más ha sido asociada con la libertad. Cuando los humanos juegan se ubican en un espacio peculiar donde se practican actividades que no parecen necesarias ni útiles y donde reina el libre albedrío” (p. 279). El capítulo “La libertad en el juego” es un innovador estudio antropológico que revela al cerebro no solo como un órgano interno, sino sobre todo externo y social. Se alude a la plasticidad de las redes culturales y sociales para facilitar una prótesis de conexión entre el cerebro y la conciencia: “Una pelota, unos dados, una máscara o un columpio son objetos que funcionan como poderosos símbolos en el juego y, junto con las reglas que dirigen la acción, constituyen una peculiar prótesis cultural que se conecta con los circuitos neuronales” (p. 292).

El autor cuestiona visiones reduccionistas sobre estos y otros temas perennes, además de destacar la importancia de las redes culturales y sociales en la definición y la génesis de la conciencia: “Si se quiere imaginar máquinas cibernéticas que logran conquistar su libertad y su autonomía, rompiendo las cadenas que las atan a los humanos, habrá que reflexionar antes sobre las condiciones que a nosotros nos permiten ser libres. Las máquinas, hasta hoy, constituyen un mundo completamente dominado por cadenas deterministas, salvo cuando sus inventores ejercen el libre albedrío que, con dificultades, han conseguido” (p. 341).

Además de un respetado intelectual público, Bartra ha sido editor del semanario literario mexicano La Jornada Semanal y es colaborador habitual de revistas literarias y políticas en México, España, Japón, Inglaterra y Estados Unidos. Es autor de numerosos libros en español, que han sido traducidos a varios idiomas, entre otros, La Jaula de la melancolía (1992), El duelo de los ángeles (Pre-Textos, 2004) y El salvaje en el espejo (Pre-Textos, 2010). Antropología no solo es una lectura esencial para neurólogos, científicos cognitivos y antropólogos, sino para cualquier lector curioso. Con un estilo asequible y ameno, Bartra nos ofrece un análisis exhaustivo y provocador de la naturaleza de la conciencia y el libre albedrío, desde la perspectiva no solo de un científico, sino de un escritor con un profundo conocimiento de la neurociencia, la sociología, la filosofía y la literatura. 

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