Roberto Calasso: 'Editar es un negocio, pero también es un arte'

El editor italiano Roberto Calasso, en una vieja imagen en su lugar de trabajo.
El editor italiano Roberto Calasso, en una vieja imagen en su lugar de trabajo.

El prestigioso editor italiano Roberto Calasso publica La marca del editor (Anagrama) un ensayo donde defiende el papel de los editores como garantes de “libros únicos”.

Roberto Calasso: 'Editar es un negocio, pero también es un arte'

El prestigioso editor italiano Roberto Calasso publica La marca del editor (Anagrama) un ensayo donde defiende el papel de los editores como garantes de “libros únicos”.

A veces todo es cuestión de marca. Hay profesiones sobre las que existe un enorme desconocimiento sobre su función. Una de ellas es la de editor, la de editor de libros. Muchos confunden todavía nuestra labor con la de ¿librero? ¿impresor?, ¿distribuidor? ¿diseñador? ¿comercial?. Todos son gente respetable, no hay duda, pero no somos nosotros, los editores, ninguno de ellos, aunque de muchos de los citados tengamos parte.

Este desconocimiento habitual de la sociedad hacia nuestra labor se ha incrementado con la llamada revolución digital, que tiene la osadía de querer ningunear el trabajo de quien valora, prepara y promociona los contenidos desde el autor que los genera hasta el gran público que los recibe (y sostiene). Quieren suprimir —esos gurús informáticos— la función editorial, argumentando que, con su (nuestra) desaparición, se democratiza el conocimiento. Pienso yo que es, precisamente, todo lo contrario: se democratiza el desconocimiento. Un desconocimiento socializado, eso sí, un contenido diluido, informe, que campa, mostrenco, por las Redes, con tanta “libertad” que la mayoría no es capaz de distinguir lo que es cierto de lo que no; lo que es bueno o merece la pena, y lo que no.

Lo mismo le sucede al periodismo, a las noticias: sin un editor, sin una persona o equipo que valore, seleccione, corrija y trabaje a fondo en ellas, con honestidad, rigor y veteranía, sin todo esto, lo demás es selva informativa.

Por esta razón, vuelvo al inicio: todo es cuestión de marca. La marca del editor. Esta semana acabé de leer el nuevo libro del prestigioso editor italiano Roberto Calasso, artífice del sello Adelphi y autor de La marca del editor (Anagrama). En él defiende precisamente esto: el valor añadido que los editores, con nuestra “marca” y sobre todo con nuestros catálogos, les aportamos a las obras y a sus autores. Se define Calasso cómo buscador de “libros únicos” y habla de la “edición como género literario”: el editor, afirma, escribe con los libros que publica, y el mejor libro de todos es su catálogo, que es, al mismo tiempo, su biografía. Editar –añade– es un negocio (la mayor parte de las veces, ruinoso) pero también un arte.

Hablo hoy de todo esto porque esta primavera alcanzo una cifra redonda de libros publicados bajo mi responsabilidad, desde el verano de 2004: cien títulos. Cien libros nuevos en once años, lo que no es poco para una editorial independiente, familiar y, siempre, de escasísimos recursos (económicos). En estos cien títulos he ido yo también, de alguna manera, escribiendo mi propia biografía. Cien títulos suficientemente variados, complementarios —algunos con más acierto que otros—, desde la cultura de Galicia para la cultura (lectura) universal. He intentado (y seguiré haciéndolo) fijar en ellos la marca. La marca del editor.

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