Ricardo Fernández Mora y su mirada fotográfica

Ricardo Fernández Mora (A Coruña, 1968) es un cazador de imágenes. En sus caminatas por diversos lugares no deja de captar lo que para muchos es invisible, y transmitir un tipo de emoción o evocar algo. En su búsqueda constante, la realidad le sorprende, y sus fotos tienen una cuota de imaginación. Con su obra, él ratifica que la fotografía es un oficio del alma. Su objetivo es encontrar la belleza en lo mundano.

Diseñador gráfico, programador de sistemas informáticos, para Ricardo la fotografía, es su pasión desde niño, cuando su abuelo, a los diez años, en 1978,  “ me regaló una Kodak Brownie nº2 (que aún conservo y que pronto cumplirá los 100 años) y se puede decir que fue mi primera caja (como a mí me gusta llamar a las cámaras), pero en realidad pasaron varios años más hasta que tuve en mis manos mi primer equipo completo, formado por una Minolta 7s negra con su funda, un maletín de cuero, un mini trípode, un flash antorcha, un par de filtros, un parasol y un Spiratone mirrotach (conservo todo ese material excepto el flash y los filtros) y fue con ese equipo y ya con el formato de 135 mm con el que pude disfrutar de más cantidad de errores”.

Acechando / Ricardo Fernández.

En su avidez por acercarse el arte de la imagen fija, Ricardo reconoce que cuando comenzó siendo un niño “únicamente disponía de revistas y/o libros de fotografía que tenía mi abuelo en la biblioteca de su despacho, y que aún los  conservo como un tesoro, en especial tres de ellos de Antoine Desilets. Es gracias a ellos dos (mi abuelo y al fotógrafo canadiense) por tanto, a quienes sin duda alguna les debo ese despertar en mi interés, no sólo por toda mi formación de entonces sino por haber llenado mi cabeza y mi corazón de fotografía”.

“En este  proceso creativo visual, -afirma Ricardo- que comienza con un lienzo en negro, no cuadriculado y con un valor técnico pero humano dentro de ella, me gusta ser quien observa, me gusta esconderme detrás de un visor, me gusta la oscuridad de un laboratorio, me gusta el olor a humectante, me gusta ver aparecer un negativo mojado, ver la magia de un papel sensible. Y aunque me gusta escuchar el sonido de una cámara digital en ráfaga, lo que más me gusta es ese pequeño lapso de tiempo que se detiene para cada una”.

Cara-cono / Ricardo Fernández.

Al indagar en su carrera profesional, Ricardo expresa que  “la puerta del diseño gráfico se me abrió gracias a la influencia y/o mezcla del conocimiento y experiencia adquiridos con la Fotografía de un lado y de la formación académica orientado a la informática por otro. Ambos caminos se juntaron en uno - como comunicación visual - cuando  la informática daba sus primeros pasos, a comienzos de los 80. No fue hasta mediados de los 90 que comenzó mi andadura profesional y laboral en ese campo gráfico y he de confesar que por desgracia la fotografía pasó a un segundo escalón entonces, tanto por no ser lo fundamental de mi labor, como porque tenía que tratar la fotografía como un medio para mentir. La publicidad demandaba un exceso tratamiento de retoque, donde además las fotografías pasaban a ser un elemento de apoyo visual incompleto a las que aumentar y corregir con logotipos, slogans o textos que las manchaban”.

Sobre su predilección con las fotos en blanco y negro, Ricardo fundamenta: “El blanco y negro no tiene nada que perder, no echa nada a perder. El blanco y negro es el lenguaje de los sueños, son los límites que engloban todo el término medio, los extremos de lo que está muy bien y muy mal. Ambos son el comienzo y el final en una fotografía. Todas, absolutamente todas las cámaras fotográficas “ven” la luz en blanco y negro.  Me gusta, además,  porque aporta ese aspecto atemporal y quizás básicamente – y de modo inconsciente - porque ha sido el sedimento de mi aprendizaje y entendimiento”.

Equus, serie Rastros y Rostros / Ricardo Fernández.

Un trabajo que  ha llamado la atención de la producción fotográfica de Ricardo es la serie “Rastros y rostros”, expuestas en el 2017 en un local de la ciudad, y que se basa en el  antropomorfismo  que “es la atribución de características y cualidades humanas a los animales de otras especies, objetos o fenómenos naturales”, y que al tener Ricardo una especial inclinación por cualquier tipo de forma que devuelve la luz y la sombra, en esta serie juguetea con la abstracción o las ilusiones ópticas, algo que ha formado parte  de su tiempo en experimentos y experiencias, de su manera de divertirse a la hora de ver.

Nariga, serie Rastros y Rostros / Ricardo Fernández.

Sobre esta expo, Ricardo manifiesta: “La idea surgió como producto de sumar los “Rostros” reconocibles encontrados en cualquier lugar por insospechado que sea, a la curiosa cualidad de apenas dejar “Rastro” por pasar desapercibidos para la mayoría.

En esto de encontrar formas reconocibles por todos lados, he de admitir que ni siquiera sabía que este tipo de fenómeno ya tenía nombre (Pareidolia). Y la oportunidad llegó porque en un local necesitaban llenar las paredes con ideas nuevas fuera de la aburrida experiencia de parecer mostrar siempre lo mismo. Las 12 fotografías que formaban parte de esta exposición fueron logradas en un período de cinco años (2012-2017) y sacadas de entre cerca de 40 que tenía guardadas y que ahora son casi 100”.

Beso, serie Rastros y Rostros / Ricardo Fernández.

Ricardo recuerda con cariño la frase de su pequeña hija al ver esta muestra: “¡Qué fotos más bonitas papi!”. Para él es la mejor recompensa.

Actualmente, y siguiendo esa misma línea, Ricardo  ya tiene otra colección titulada “Señoras y Señores” con cerca de 200 ejemplos antropomórficos exclusivamente urbanos …y con un carácter humorístico mucho más cargado.

Mr. Broken Lock, serie Señoras, Señores / Ricardo Fernández.

  Esperamos con mucho interés esta nueva serie,  de este incansable cazador de imágenes, que hace suyo el pensamiento de Henri Cartier-Bresson: "Anduve por las calles todo el día, sintiéndome muy atento y listo para captar, decidido a “atrapar la vida, a preservar la vida en el acto de vivir". @mundiario