Quiero un refresco y una chocolatina: ¡no me gusta dejar mis metas sin cumplir!

Labios rojos y chocolate.
Labios rojos y chocolate.

Cruzando la calle es un relato corto dedicado a aquellas personas que nunca se rinden sin alcanzar sus metas, que son ellas independientemente de las circunstancias.

Quiero un refresco y una chocolatina: ¡no me gusta dejar mis metas sin cumplir!

Cruzando la calle es un relato corto dedicado a aquellas personas que nunca se rinden sin alcanzar sus metas, que son ellas independientemente de las circunstancias.

 

Cruzando la calle

Eran las tres de la mañana cuando Teresa terminó de ver una buena película en la tele. Normalmente no saldría sola a esas hora pero como tenía más hambre que sueño y la nevera vacía, salió con la ntención de comprar un refresco y una chocolatina en la máquina del Centro Médico que hay al otro lado de la calle, justo cruzando por el paso de peatones que hay a la puerta de su casa. Ya en la acera tuvo la mala suerte de resbalar pisando un trozo de fruta y del batacazo se hizo un pequeño esguince de tobillo y un fuerte golpe en el codo que le impedía estirar el brazo izquierdo. Como el semáforo estaba en rojo esperó a que cambiase, miró a su izquierda y vio un coche que se acercaba a bastante velocidad. No se sabe como si ni como no, pero el coche fue a estrellarse de lleno contra el semáforo quedándose a escaso medio metro de ella, provocándole una paralización total de todos sus músculos excepto algunos esfínteres que, por llevar la contraria, se aflojaron.

Del vehículo salió un joven, afortunadamente ileso salvo el inevitable golpe del Airbus en la cara, así que Teresa recuperando el habla logró interesarse por su salud y se ofreció para acompañarlo al Centro Médico por si tenía alguna lesión, a lo que él, y el alcohol que llevaba en el cuerpo, se negaron rotundamente continuando su marcha a pie por la acera.

Con un egoísmo movido por el dolor, se desentendió del asunto y cruzó la calle, pero solo hasta la mitad, momento en que vio un coche que irremediablemente iba a atropellarla. Instintivamente saltó para no ser arrollada, y recibió un tremendo golpe con el parabrisas que la dejó tirada con un brazo roto y un fuerte dolor de cadera, mientras el coche huía aceleradamente.

Como pudo, logró levantarse, y en medio de terribles dolores pudo alcanzar la acera del otro lado, momento en que un motorista dio un tirón de su bolso arrancándoselo después de arrastrarla quince metros por la calle, y provocando que se dislocase un hombro y sangrase por una rodilla.

En estas lamentables condiciones logró alcanzar el Centro Médico con dolores hasta en el pelo. Como pudo, entró en la puerta giratoria derrumbándose cuando alcanzó el interior del Centro. Al instante una enfermera que estaba en la recepción escuchando tranquilamente la radio, se acercó alarmada para atenderla

-¿Dios mío, pero qué le ha sucedido? No se preocupe que ahora mismo la entenderemos. ¿Quiere decir algo?

- Sí, quiero un refresco y una chocolatina: ¡no me gusta dejar mis metas sin cumplir!

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