La redacción en cualquier parte, homenaje a Nacho Mirás

Nacho Mirás Fole. / Xoán A. Soler en La Voz de Galicia
Nacho Mirás Fole. / Xoán A. Soler en La Voz de Galicia

Nacho Mirás observaba no sólo por sus ojos sino también por aquel lunar característico que un buen día aparcó en su mejilla. Ahora vivirá aventuras que ya no nos contará en su periódico.

La redacción en cualquier parte, homenaje a Nacho Mirás

Xosé López coleccionaba talento y marcaba el paso con excelencia en aquella redacción de La Voz de Galicia en los 90. Bajo su magisterio anidaba un joven reportero que se movía con precisión siempre con un papel en la mano, envuelto en un chaleco y con una mirada calmada pero en alerta. Nacho Mirás observaba no sólo por sus ojos sino también por aquel lunar característico que un buen día aparcó en su mejilla. Aquella mancha era una de las herramientas que le daban aquel olfato especial para ir tras el acontecimiento y la historia y convertirlas en noticia. En esos años, La Orquesta Mondragón tocaba en Santiago en unas fiestas del Apóstol y Nacho Mirás firmaba una entrevista increible con Javier Gurruchaga (su cantante y líder) que tuvo lugar en un viaje en autobús por Compostela. Porque el periodismo de Mirás estaba cocinado entre aquellos que pisan cacahuetes y gambas en las barras de los bares. Era de esos héroes que se comen las aceras para acercarse a la noticia. Era un representante del viejo periodismo de darle vida a los zapatos y de contar historias. En ese campo cultivó dos géneros paralelos. Por un lado el reporterismo de calle y por otro el periodismo de sucesos. Su estilo directo, efectivo, de escritura clara y genial no pasaba desapercibido para los lectores ni para sus compañeros. Perseguía las noticias con la paciencia del pescador y con el efectividad del sabueso de caza. Luego la pregunta precisa, la fuente de información adecuada y su encanto personal hacían el resto. Finalmente, lo contaba todo y nos enseñaba cómo se hace periodismo en su diario, que siempre fue La Voz.

Hace años certificaba Roland Barthes la muerte de la idea de autor y tenía razón. En el caso de Mirás nos encontramos ante un autor que se diluía para darle protoganismo a la calle, al entrevistado, al débil y al marginado. En Nacho la muerte del autor era el nacimiento de una voz polifónica que conectaba con los lectores que se apropiaban de su escritura. Nacho sólo era un medio que hacía posible todo ello. Era el único capaz de lograrlo. Hacía reporterismo de testimonio en el que los textos eran fruto de su compromiso con la sociedad y con unos valores universales. Por otro lado, también cultivaba el periodismo de sucesos pero siempre desde el conocimiento y el respeto de los tiempos y los espacios. Amueblaba su discurso con una escritura a pie de obra y siempre vibrante.

Ahora alguien ha llamado a Nacho en la búsqueda de nuevas noticias donde vivirá aventuras que ya no nos contará en su periódico. Seguro que donde esté seguirá poniendo su talento al servicio del débil y de la noticia porque para él la Redacción estaba en cualquier parte. Allí, querido Nacho, si te encuentras a tu admirado Alvite repítele que ya no se me pierde nada al sur de la Carrera del Conde. Recuérdale que estaré esperando vuestra vuelta y que tendré vuestras sillas de montar a punto. Y dile que has cumplido tu promesa y que has apagado la luz al salir. Como siempre, Nacho, cada día cuando baje a comer te buscaré para saludarte. Y luego seguiré en el margen, respirando esta extraña normalidad y sintiendo como el tiempo se lleva a todos mis referentes. Y para calma de todos aquellos trapisondistas y zurumbáticos,  seguiré tu diagnóstico y no diré a nadie nada sobre música, ¿te acuerdas?

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