No hay recursos para las personas con enfermedad mental

Una personas sin hogar durmiendo en la calle
Una persona sin hogar durmiendo en la calle.

Crónica de una situación vivida en primera persona ocurrida en el albergue de personas sin hogar donde trabajo.

No hay recursos para las personas con enfermedad mental

Permítanme presentarles a Susana. Es una chica que acaba de cumplir los 18 años, con una discapacidad intelectual unida a un diagnóstico de salud mental, y a quien sus padres han invitado gentilmente a abandonar el hogar familiar debido a los, cada día, más preocupantes, problemas de convivencia. Es evidente que estos padres carecen de cualquier habilidad para prestar la debida atención a su hija, pero eso es otra historia que les contaré otro día. Al quedarse en la calle, Susana acudió a los servicios sociales municipales. Allí, la trabajadora social ha solicitado una plaza en la unidad de salud mental. Hasta que valoren la situación y le concedan la plaza necesita un lugar donde pernoctar. Y, efectivamente, así ha llegado al centro de personas sin hogar donde trabajo.

Como imaginarán, hasta que obtenga la plaza deseada pueden pasar meses. ¡Meses! ¿Se imaginan la situación dentro del albergue? No hace falta ser muy inteligente para saber qué va a ocurrir. Una joven que apenas distingue el bien del mal, lo correcto de lo incorrecto, en un ambiente nada amigable. Ya le han iniciado en el consumo de alcohol y drogas. Y por supuesto, la quieren hacer partícipe del trapicheo. Muchos de los hombres que llegan hasta aquí están sedientos de sexo. Son hombres y tienen sus necesidades me han dicho en numerosas veces. Las proposiciones sexuales, pues, están a la orden del día. En una semana hemos escuchado a tres personas diferentes, de manera muy sutil, insinuarse. Antes de que ocurra, podemos adivinar cómo terminará. En resumen, han enviado a una pobre corderilla al matadero. No quiero oír a los posmodernos trasnochados de siempre decir que justifico estos hechos. Simplemente me limito a narrarlos.

Lo dramático es que no hay soluciones. Si usted es pobre es invisible, pero si a esto se une una enfermedad mental, es el último de los últimos. No hay recursos para los enfermos mentales. Es absolutamente intolerable que una joven de 18 años tenga que esperar meses, o incluso años, hasta que la Administración le otorgue una plaza en un recurso. Por supuesto, durante ese tiempo, está en un albergue de personas sin hogar. Escondida. Donde no moleste. En nuestras opulentas sociedades solo se permite mostrar lo bello. Y, evidentemente, la chusma, los pobres, las personas sin hogar, no lo son. Y si encima, molestan, como los enfermos mentales, lo mejor es ocultarlos. Cerramos los ojos y creemos que así desaparecerá el problema. Lamento informarles de que estas personas existen, sienten y tienen derechos. No se dejen engañar. Nadie va a mover un dedo para que esta situación cambie. No interesa siquiera que salga a la luz. Les pondré otro ejemplo para explicar la realidad. Este fin de semana ha habido un incendio en Toledo. Pues bien, me ha llegado el mismo mensaje vía WhatsApp cuatro veces, pidiendo ayuda para una perrera próxima al incendio. Nadie ha dicho ni una sola palabra acerca de una residencia de enfermos de VIH y personas en exclusión social al que el incendio afectó y tuvieron que ser desalojados por precaución. Importan más los perros que los últimos de los últimos. Esta es la sociedad que hemos creado. La conclusión es que todos, ustedes y yo seremos responsables de lo que le ocurra a esta niña.

Piensen. Sean buenos.

La canción regalo de hoy es Sí, sí. Una canción muy polémica, incluso censurada por algunos. En la que la culpable es siempre ella, como en el articulo. Con todos ustedes: Los Ronaldos. / YouTube

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