La RAE abre sus puertas para ciertos asuntos y echa el candado para otros

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Real Academia Española.

A día de hoy, si un aula está llena de veinte alumnas y un solo alumno, la norma prescribe que debo dirigirme al grupo utilizando el género masculino. Esto es, supuestamente, lo correcto.

La RAE abre sus puertas para ciertos asuntos y echa el candado para otros

No me molesta que la RAE acepte "iros" como imperativo. Las lenguas son seres vivos que evolucionan, crecen, mutan y que, a veces, por desgracia, enferman o fallecen. Todo ello debido a la fuerza y a la responsabilidad de sus hablantes que son quienes las cuidan, las alimentan o, también, las que las dejan morir por inanición al no utilizarlas. De hecho, resulta catastrófico el panorama que ofrece la UNESCO en su Atlas of the World's Languages in Danger. El mundo entero señalado aquí y allá por muescas de colores que indican el nivel de gravedad de muchas de ellas, sobreviviendo a duras penas por los cuidados paliativos de una docena de heroicas personas que se niegan a dejarlas ir. Otras, han sido enterradas para siempre debido a la falta de responsabilidad política, de conciencia sociolingüística y, por qué no, también de compromiso personal por parte de aquellos que pudieron evitarlo. Pero esto daría para otro artículo.

La RAE, en un acto de democratización, como tantos otros (y así debe ser), quiere incluir este uso concreto del imperativo, que ya se ha normalizado dentro de la comunidad de hablantes del castellano. Y me parece bien. No me llevo las manos a la cabeza por ello. De eso se trata, precisamente: de abrir la mano, dentro unos límites, para que una lengua sea cosa de todos y no solo de unos pocos. En el idioma castellano, son muchos los neologismos, de forma o de significado, que hemos aceptado sin rechistar para que palpiten en el diccionario. De hecho, somos nosotros mismos quienes los creamos en un momento dado para satisfacer nuestras necesidades expresivas. Entre otras cosas, esa participación comunitaria en el desarrollo de un idioma es lo que contribuye a mantenerlo enérgico, potente, vital.

Lo que resulta chocante, entonces, es la apertura de los miembros de la RAE para unos asuntos y su doble cierre con candado para otros. A día de hoy, si un aula está llena de veinte alumnas y un solo alumno, la norma prescribe que debo dirigirme al grupo utilizando el género masculino. Esto es, supuestamente, lo correcto. Por más que, si fuese al contrario, y en esa misma aula hubiese una sola chica y veinte chicos, se armaría una bien gorda entre ellos si lo hiciese en femenino. O, por ejemplo, en pro de la economía del lenguaje y la ley del mínimo esfuerzo, el encabezamiento de una carta para un grupo de empleados y empleadas de cualquier empresa, debe ir también en masculino.

Todavía existe una absurda obcecación y una terca desconfianza acerca de este morfema, negando también la inclusión de una alternativa, como es el símbolo de la arroba (o cualquier otro). Es ese continuo rechazo por visibilizar a la mujer, a través del lenguaje, lo que realmente me preocupa. Somos muchas las personas (hombres y mujeres) que queremos, desde hace tiempo, un cambio juicioso, ecuánime y moderado, respecto a este asunto pero, aquí, la Academia siempre ha respondido, implacable, con un imperativo. Que, eso sí, a partir de ahora será “iros”.

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