¿Por qué se ignoran los desmanes de la tropas de Moore en su retirada?

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Infantería británica.
Pese a la abundante bibliografía que lo relata, no se entiende que se pase encima de un lamentable episodio.
¿Por qué se ignoran los desmanes de la tropas de Moore en su retirada?

En 1984, con ocasión del 175 aniversario de las guerras napoleónicas en Galicia, la Sociedad Filatélica de A Coruña publicó un volumen especial dedicado a aquel episodio en el que colaboramos periodistas, escritores e historiadores como Emilio González López, Carlos Casares, Alfredo Conde, Juan Naya, Arturo Lezcano, Juan Ramón Díaz y otros, coordinados por el entonces subdirector de La Voz de Galicia Armando Fernández Xesta. A mí me tocó el capítulo correspondiente a los testimonios que quedaban en los museos y archivos de Galicia de aquellos sucesos. Al documentarme comprobó que en su retirada hacia Galicia las tropas británicas habían cometido todo tipo de desmanes y abusos contra la población del camino, de suerte que nada tuvieron que envidiar a los cometidos por los franceses que venían detrás.

Más tarde, rubricó mi impresión al conocer los trabajos del historiador José Alberich Sotomayor “Casacas rojas y capas pardas: los soldados británicos y el pueblo español”, cuya lectura recomiendo. Y sobre todo la monumental obra del historiador Ronald Fraser “La Maldita Guerra de España” (Crítica, Barcelona, 2006, p. 283), que a su vez la toma de Ferdinand WhiTTingham, A Memoir of the Services of Lieut.Gen. Sir Samuel Ford Whittingham (Londres, 1868): “Casi seis años más tarde [de la batalla de Bailén] al abandonar la Península, el capitán de dragones William Bragge manifiesta su hostilidad a todo lo español al afirmar que «no hay dos naciones más opuestas en todo que la española y la inglesa, ni dos ejércitos que se detesten mutuamente más que los de estos dos países”, para concluir que “las famosas ovejas merinas deshonrarían el rebaño de cualquier gentleman inglés, y que ni las mujeres ni los hombres, ni los perros ni los caballos, ni los asnos ni las mulas de este país son dignos de trasladarse a Inglaterra, donde espero no ver nada es- pañol salvo algún prisionero, un duro o un bolero»”.

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La romántica tumba de Sir John Moore, lugar de homenajes.

Si bien he podido comprobar el interés de los británicos por A Coruña nunca entendí la fascinación de algunos curuñeses por Inglaterra, cuando precisamente el estandarte de su historia es la ciudadana María Pita y su gesta en el ataque de Drake y su flota contra la ciudad, que se salvó de milagro de la suerte que hubiera corrido si los corsarios de la reina de Inglaterra hubieran logrado su objetivo. Pero volvamos a nuestro asunto de ahora. Seguimos a Alberich que añade: “¿Cómo se compaginan estos sentimientos tan opuestos entre las clases populares españolas y los militares ingleses que vinieron a ayudar en la rebelión contra la invasión napoleónica? [...] Sabido es que las nuevas autoridades españolas, improvisadas y autonombradas como eran, solicitaron auxilio a Gran Bretaña, sobre todo de armas y dinero, y al mismo tiempo mostraron gran desconfianza cuando se trataba de admitir tropas inglesas en plazas fuertes fácilmente defendibles. Esa desconfianza era comprensible en un país que había considerado a Inglaterra su enemigo tradicional y que, en efecto, siguió oficialmente en guerra con ella hasta julio de 1808”.

El relato de los asaltos y abusos

A lo largo de su presencia en España, en cuanto al comportamiento de las tropas de Sir John Moore y otras hubo de todo. Y de todo comprende que cuando había problemas de abastecimiento y transportes “eran a su vez fuente de conflictos con unos nativos poco conocidos y a los que estaban tentados de robar o causar daños para asegurarse la propia subsistencia”. Bien es cierto, dice el autor al que seguimos que Wellington fue siempre un jefe muy preocupado por la disciplina e inclinado a castigar, tal vez con exceso, a sus soldados, a los que aplicaba el no muy halagador epíteto de “hez de la humanidad” (“scum of the earth”), pero ese buen orden sólo se mantenía en los largos acantonamientos o en las marchas regulares, nunca en las retiradas rápidas y mucho menos en las ciudades que acababan de sufrir un costoso asedio”.

En el citado libro de Fraser, página 365 se detalla el comportamiento de las tropas británicas en su retirada y sus acusaciones de pasividad a los españoles, por lo que el pillaje y los atropellos de modo natural: “Los saqueos de las casas en busca de comida y de cualquier objeto que alimentase los fuegos del vivac comenzaron casi al mismo que la retirada: preludio de lo que lo peor que aún estaba por venir. Derribaban las puertas y quemabas los escasos muebles [de las casas asaltadas]. La embriaguez que ya era un problema se incrementó con la retirada…”  Alberich por su parte precisa:  “El desmadre comenzó, en sus peores formas, en las cercanías de Benavente, donde los soldados alojados en el palacio vacío de la duquesa de Osuna (que había huído a Sevilla) destrozaron salvajemente muebles y cuadros, hicieron fuegos en el suelo y durmieron envueltos en tapices de gran valor. En Sahagún se ensañaron con el palacio de los condes-duques de Benavente y en ambos lugares perforaron las barricas de vino que pudieron encontrar y se emborracharon a conciencia”

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La publicación conmemorativa.

Pero no sólo fue en esa famosa retirada donde se cometieron tropelías, lo que generó en algunos lugares de España tanto odio a los ingleses que vinieron a ayudarnos como a los invasores franceses. Y no se olvide que estos “aliados” aprovecharon su estancia para volar los fuertes españoles que impedían la extensión del peñón en el territorio que ahora siguen ocupando ilegalmente. Pero, en los casos citados Este odio se hizo extensivo a los civiles que tuvieron que soportar el salvajismo y la furia de los casacas rojas, como reconoce uno de los más humanos entre estos últimos, el anónimo soldado del regimiento 71 de Infantería Ligera: “Los pobres españoles tenían poco que esperar de estos hombres que les culpaban de inactividad. A todos los que encontraban en sus casas los tildaban de traidores a su país... Los británicos están aquí para luchar por la libertad de España, y ¿por qué no está armado y luchando todo español? Su causa no es la nuestra, ¿tenemos que ser nosotros los que sufrimos?... Estos eran los sentimientos más comunes entre nuestros soldados, y de estos sentimientos nacieron los saqueos y desmanes subsiguientes”.

Aquellos actos de 1984

Aquel año de 1984, aprovechado la marcha hacia Galicia de una sección de los Green Jackets, rememorando la retirada de Moore, y de unas fragatas francesas en A Coruña, junto con una compañía de Infantería española se celebró un acto conmemorativo en el Jardín de San Carlos, yo estaba presente como colaborador del libro conmemorativo, y tuve ocasión de recordar que aquello estaba bien, pero que de contar la historia convendría contarla toda. Eso hago. Ya aquel dia manifesté a algunas autoridades de A Coruña que su entusiasmo por todo lo inglés aconsejaba leer unos cuatro libros para moderarlo. @mundiario

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