Amplio apoyo a la creación en el Congreso de la Comisión de la Verdad

Símbolos del coronavirus./ Archivo.
Símbolos del coronavirus. / RR SS
El objetivo de esta comisión es conocer que ocurrió en las residencias de la Tercera Edad desde que, hace dos años, se inició la pandemia de coronavirus o covid-19.
Amplio apoyo a la creación en el Congreso de la Comisión de la Verdad

La inmensa mayoría de la población española se encerró en sus respectivos domicilios para, durante tres meses del año 2020, intentar evitar que el coronavirus les afectara.

No siempre se logró. La población trabajadora no se podía recluir, los ERTE se aplicaron posteriormente a la expansión de la covid-19, las vacunas llegaron demasiado tarde para muchas de las víctimas de la pandemia, los cenros hospitalarios se resintieron y, con ellos, el personal sanitario, el teletrabajo se impuso cuando ya las víctimas del virus se contaban en todo el territorio nacional por miles.

En las residencias de la Tercera Edad más de 35.000 personas mayores no pudieron superar la pandemia. Muchas de ellas ni siquiera pasaron por un hospital, muriendo sin nadie a su lado y, en ocasiones, sin que ni siquiera la familia tuviera noticia de lo acontecido. 

Sin duda fue y sigue siendo nuestra "guerra" y de esta no podemos culpar a Vladimir Putin, que bastante tiene que decir, primero sobre las víctimas y, segundo, sobre los motivos que le indujeron a invadir Ucrania. 

NADIE INVESTIGA

¿Qué impide, transcurridos dos años de pandemia en sus diversas facetas, que sepamos lo que de verdad ocurrió en las residencias de mayores? Nadie lo investiga. Es más: el 98% de las actuaciones penales de Fiscalía han sido archivadas sin permitir siquiera a las familias testificar en numerosos casos.

Debo  decirlo "con la boca pequeña"-frase de mi abuela- porque no tengo datos que lo avalen: miles de esas personas muertas en las residencias españolas ni siquiera han tenido el consuelo de disponer a su lado de un familiar, de alguien que los acariciara, de una voz amiga que los condujera en el último tramo del camino de la vida.

Muchos, y perdone el lector la crudeza en mi decir, murieron como perros: abandonados y en lugares por los que todos los que hemos cotizado a la Seguridad Social pagamos mes a mes en nuestra vida laboral. Otros muchos, cotizaron para disponer de esa residencia. Y otros muchos más continuaron pagando por estar en ellas, olvidados incluso de los protocolos que comprometen al centro con aquellos oficialmente responsables de su cuidado y el cumplimiento de las normas: las Comunidades Autónomas.

¿Dónde consta una investigación, una tan solo, a este respecto?. ¿A qué o a quién debe apuntar el dedo acusador cuando se habla de responsabilidades en ese abandono?. ¿Por qué aún hoy se producen  más bajas -en buena hora no muertes en la actualidad- en una residencia de la Tercera Edad que en un centro de trabajo, en una Universidad, en un colegio?.

MAYORES, SÍ; PERO NO TONTOS

Si la iniciativa de un médico ya jubilado que abanderó la frase "Somos mayores, pero no tontos", ha logrado que las entidades bancarias modifiquen sus planes  de despido de empleados y cierre de oficinas para mayor beneficio de sus cuentas anuales y las de sus  inversores, la campaña que ahora se lleva a cabo para lograr que la Cámara Baja cree esa Comisión de la Verdad que determine quién es el culpable de que esas más de 35.000 personas hayan fallecido -¡muerto, coño!- en las residencias de la Tercera Edad, debe encontrar no ya el mismo eco, sino una todavía mayor trascendencia.

Porque estamos hablando de vidas y estamos hablando de personas que se entregaron a un país que no siempre supo valorar lo que esa generación hizo por los que ahora dicen hablar en nombre del pueblo y representar a este en la Casa de la Palabra que es el Parlamento español.

Morir en soledad puede ser un remedio para alguien. Morir en el olvido de una habitación en una residencia de la Tercera Edad es como para exigir responsabilidades a alguien. Y esto puede y debe hacerlo quien se tiene por representante del pueblo que le votó (y del que no lo hizo porque votó a otro).

Como en el asunto bancario, en el de los fallecidos (35.000 oiga).hay que gritar también a los cuatro vientos que somos mayores, pero no tontos. Y a los diputados, como a las residencias y a los bancos, de una u otra manera les estamos pagando todos. Los tontos incluidos.

Que no lo olviden ni unos ni otros: en los mayores está la palabra y, sobre todo, millones de votos. @mundiario

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