¿Puede la historia de colonialismo y desigualdad hacer que un huracán sea más desastroso?

Las consecuencias de los desastres naturales se intensifican por la historia y condiciones de los territorios. / RRSS
Las consecuencias de los desastres naturales se intensifican por la historia y condiciones de los territorios. / RR SS

El Caribe se enfrenta a un segundo huracán de gran magnitud en pocas semanas. La extrema vulnerabilidad de la región ante el desastre también refleja profundas desigualdades sociales.

¿Puede la historia de colonialismo y desigualdad hacer que un huracán sea más desastroso?

El huracán María, la decimoquinta depresión tropical de esta temporada, ha llegado al Caribe con todo lo que tiene, apenas dos semanas después de que el huracán Irma también causara estragos en la región.

Entre las islas del Caribe afectadas por las dos tormentas mortales se encuentran Puerto Rico, San Cristóbal, Tórtola y Barbuda. En esta región, los daños por desastres se amplifican con frecuencia por recuperaciones innecesariamente prolongadas e incompletas. En el 2004, el huracán Iván rodó por el Caribe con velocidades de viento de hasta ciento sesenta kilómetros por hora.

La economía de la región tardó más de tres años en recuperarse. El superávit de $17 millones que tenía hasta poco antes Granada se convirtió en un déficit de 54 millones de dólares, gracias a la disminución de los ingresos y los gastos de rehabilitación y reconstrucción. Estos no son ejemplos aislados de mala suerte.

De hecho, varios geógrafos que estudian la percepción del riesgo y la ecología política, reconocen que las causas están ubicadas en raíces mucho más profundas que el azar, y que son en su mayoría inducidas por el hombre, el cambio climático, la desigualdad y el subdesarrollo de las antiguas colonias, que aumentan la vulnerabilidad del Caribe a los desastres.

Cuando hay vulnerabilidad y pobreza

El riesgo de desastres es una función tanto de la exposición a riesgos físicos de un lugar, es decir, de cómo está directamente amenazada por un desastre,  y de su vulnerabilidad social, específicamente, cuán resistente se puede llegar a ser. En la mayoría de las islas del Caribe, la exposición al riesgo es casi la misma, pero la investigación muestra que la pobreza y la desigualdad social aumentan drásticamente la gravedad de los desastres.

Haití, donde ocho de cada 10 personas viven con menos de 4 dólares al día, ofrece un ejemplo de cómo el capitalismo, el género y la historia convergen en un daño compuesto para las tormentas y desastres naturales. Haití está entre los más pobres del hemisferio occidental en gran parte debido a su historia con el imperialismo.

Después de que los haitianos derrotaron con éxito a los esclavistas europeos en 1804, las potencias globales ahogaron económicamente la isla. De 1915 a 1934, Estados Unidos la ocupó primero militarmente, y luego con una política de intervención que sigue teniendo efectos duraderos en su gobierno.

Condiciones de geografía y género

La desigualdad y el subdesarrollo son quizás menos acentuados en el resto del Caribe, pero por ejemplo en Antigua y Barbuda los problemas socioeconómicos están complicando la preparación y la respuesta ante los desastres. En toda la región, la gente gasta la mayor parte de sus ingresos en artículos esenciales diarios como alimentos, agua potable, refugio y medicamentos, y cuentan con muy poco o ningún tejado resistente a los huracanes, contraventanas, generadores solares o botiquines de primeros auxilios.

Las mujeres del Caribe también seguirán teniendo un riesgo particular después de que María haya pasado. En una región en la que los roles de género siguen siendo rígidos, las mujeres suelen encargarse del cuidado de los niños, la cosecha, la cocina, o la limpieza

Incluso en contextos posteriores a desastres, se espera que las mujeres lleven a cabo tareas domésticas. Así, cuando las fuentes de agua están contaminadas, las mujeres se exponen primero y desproporcionadamente a la enfermedad.

Cuando la política tampoco hace su parte

Muchos gobiernos contemporáneos de la región tampoco contribuyen para mejorar las condiciones de las comunidades marginadas. En Trinidad y Tobago, la desinversión en la educación pública ha dañado a los estudiantes universitarios de clase trabajadora, los jóvenes de comunidades de bajos ingresos y los adultos mayores que anteriormente eran elegibles para ayuda financiera.

Cuando las tormentas amenazan, tales políticas y prácticas intensifican los riesgos sociales y ecológicos del Caribe. Irma y María no son seguramente los últimos desastres extremos que afectarán a la región. Para sobrevivir y prosperar en esta peligrosa nueva normalidad, los países del Caribe harían bien en mirar al corazón de estas cuestiones, repensar el concepto de riesgo y comprometerse conscientemente con factores como la pobreza, el género y el cambio climático.

Comentarios