Hay que evitar la "sajonización" del idioma con sus propias palabras

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Los diccionarios contienen respuesta para todo. / RR SS

Decir "boll" por ensaladera o "tupper" por fiambrera es innecesario. La lengua castellana dispone de recursos lingüísticos propios para expresar los conceptos más comunes

Hay que evitar la "sajonización" del idioma con sus propias palabras

Una de las constantes de todas las personas caracterizadas por su interés en hacer bien las cosas, sea o no el asunto parte esencialmente de su profesión, es el respeto por lo que llamamos la percepción de lo correcto, por el respeto a la norma, el buen uso, a la regla fijada por la experiencia o la autoridad del idioma. Y por ello, quienes poseen esa sensibilidad por lo que genéricamente llamamos “Protocolo” “Ceremonial”, “Cortesía” y “Etiqueta” se supone que poseen esa misma sensibilidad por cuidar la forma de expresarse, por el respeto a su propio idioma, que en el caso del castellano está plenamente sobrado de medios para decirlo todo. Esta presunción se supone que se extiende al conjunto de la comunicación. Excluyo obviamente a la política, vivero de ignorancia e improvisación, como corresponde a una actividad que no requiere equipaje o formación previa como la que se exige a un peón de albañil para entrar en una empresa.

Pero desde el periodismo a la política, desde las relaciones públicas a la empresa asistimos a una progresiva e innecesaria “sajonización” del idioma, y otros malos usos que sustituyen palabras comunes como maremoto por “tsunami” y cosas parecidas.

¿Por qué entonces decimos “streaming” en lugar de trasmisión o retransmisión? ¿A qué viene “comunity manager” en lugar de director o gerente de comunicación? ¿Desde cuándo hemos borrado la palabra fiambrera para decir “tupper” (que además es marca, aunque ahora dicen táper). ¿Sabemos que existe la palabra ensaladera y que no es preciso decir boll”. ¿Por qué al que organiza bodas hay que llamarlo wedding planner? ¿Es preciso llamar coach al entrenador y usas esa horrible palabra de coaching?

Pero hay cosas más divertidas. Otra palabreja curiosa y sus derivados es “sponsor” (con o sin ese líquida) que se usa, con horribles derivados, como patrocinador. Sponsor no es inglés, sino latín. Se refiere a los garantes en los negocios jurídicos en determinados contratos. Sólo los ciudadanos romanos tenían derecho a figurar como Sponsor; eran garantes quienes se obligaban verbalmente. Por tanto se obligaban a cumplir la misma prestación que el deudor principal pudiendo ser perseguido por el acreedor. Y de la misma familia era la voz sponsalia, de la que deriva esponsales (y sus obligaciones). Pero todavía hay cosas mejores.

Y que me perdonen los amigos responsables de esta página, que espero que como prueba de respeto a mi opinión acepten mi crítica, porque precisamente usa la palabreja latina en lugar de la castellana para englobar a los patrocinadores.

Tampoco es inglés la palabra snob. Es latín. Es el acróstico de SINE NOBILITATE. Es decir, lo que las patricias llamaban a las mujeres de la plebe que imitaban su forma de vestir.

Y de este modo, en el uso cotidiano, periodistas, profesionales de las relaciones públicas y el protocolo van destrozando el idioma, sembrando especies ajenas y, sobre todo, innecesarias en el bosque de la comunicación.

Otros ejemplos. No es preciso decir ese absurdo americanismo (yanqui) de lo políticamente incorrecto o correcto (lo que todos pensamos ni nadie dice), basta con usar la expresión tempestivo o intempestivo, que expresa con claridad y precisión lo que se quiere significar.

¿Qué les parece si en lugar de “stakeholder” dijéramos “concernidos”? “Stakeholderes una palabra del inglés que, en el ámbito empresarial, significa ‘interesado’ o ‘parte interesada’, y que se refiere a todas aquellas personas u organizaciones afectadas por las actividades y las decisiones de una empresa. Es decir, los concernidos.

Y abusando de su munificencia lectora, diré más: Se decía antes que el género era un accidente gramatical de las palabras, a saber: masculino, femenino y neutro. El género es también uno de los elementos de la clasificación linneana de los animales.  Y usamos la expresión “Género humano”, o sea, la Humanidad en su conjunto, ya sean hembras o varones para referirse a todos los que andamos sobre la Tierra. La palabra género se emplea también para los artículos de lícito comercio; de donde viene lo de “estancos” o “géneros estancados”; es decir aquellos productos cuya venta y distribución controla directamente el Estado, como antes el tabaco, a efectos fiscales.

En la lengua inglesa la palabra “gender” tiene varios usos y sentidos. El más común es establecer la diferencia de sexo, entre lo masculino y lo femenino. Pero lo cierto es que su traducción al castellano pasó con un sentido de rol o un sentido sociológico que es como ahora se emplea. Fue en 1955, cuando esta palabreja dejó de tener únicamente un sentido gramatical para entrar en el de la sociología de manera discreta hasta que los movimientos feministas la alzaron como bandera a comienzos de los años setenta y la clavaron en el idioma castellano a partir de los 80. El empleo de género en lugar de sexo recibió apoyo determinantes para la proyección de su uso exponencial de su uso por entidades de tal solvencia como la Organización Mundial de la Salud en sus documentos o la propia Administración de los Estados Unidos en los ámbitos de la alimentación y la sanidad.

Es evidente que la generalización del uso de género en lugar de sexo es ya imparable, salvo algunos reticentes como yo mismo, que seguimos aferrados a lo que nuestro maestro nos enseñó en la escuela. Por cierto, ¿por qué los angloparlantes usan la palabra “sex” y sus derivados para referirse al sexo. Y dicen cosas como “fair sex” (bello sexo) “o sex apeal” o “sexiness” (atractivo sexual) o “sexless” o “sexed” (asexuado)…Y lo más increíble, cuando tienen ciertos problemas van a un “sexologist”.

Algunos recordamos cosas que hoy se consideran signos de machismo y cosas peores, como la regla común de todas las lenguas romances, que forman el plural genérico en masculino por economía procesal. Una cosa son las formas de cortesía, como decir señoras y señores, y otra decir, como se dice: “Estudiantes y estudiantes”, “miembros y miembras” y cosas peores.

El problema esencial de España sigue siendo la escuela. Y va a peor. @mundiario

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