En un próximo futuro acabaremos por cantar sobre los tiempos sombríos

Vacuna para el coronavirus. / RR SS
Vacuna para el coronavirus. / RR SS
El virus ha traído consigo, entre otras pesadillas durante las vigilias, un remedo de olvido que nos dicen profiláctico aunque, a más de intentar prevenir el contagio, inocula tristeza.
En un próximo futuro acabaremos por cantar sobre los tiempos sombríos

Los maduros odiamos el cambio porque, por usar la frase de Sontag en “El amante del volcán”, cualquier cambio es a peor. La pandemia actual ejemplifica el cambio de escenario que todos sufrimos con independencia de la edad, pero hoy quería poner el énfasis en una consecuencia que afecta de preferencia a los mayores cuando hemos debido enfrentarnos a la soledad no buscada, a ese pasado reciente trastocado y que añoramos sobre todo por la ausencia de llamadas al timbre, visitas infantiles, abrazos y meriendas en su compañía.

Las nostalgias son más hondas que esos disfrutes “con los tedios del amor cotidiano”, como escribiera García Márquez. Porque creímos ser báculo hasta que este presente ha puesto en evidencia que los seres queridos pueden continuar sin él, y somos nosotros quienes, tal vez, lo necesitemos a no tardar y sin metáfora que valga. El virus ha traído consigo, entre otras pesadillas durante las vigilias, un remedo de olvido que nos dicen profiláctico aunque, a más de intentar prevenir el contagio, inocula tristeza. Ya sólo nos ven por mera casualidad, somos evitados por un cariño sin las manifestaciones externas de antaño, e incluso se han espaciado esas llamadas telefónicas que podrían estimular las ganas de reunirse.

Los tápers que hace unos meses amontonaba mi esposa para nuestros hijos, se han transformado, de regalos que venían a buscar con ilusión, en depósitos de riesgo; se acabaron las salidas para comprar al pequeño un helado, la preparación del tablero de ajedrez en la mesa de la salita, a media tarde, o las comidas semanales en que los nietos estaban obligados a contar un cuento por riguroso turno. Hemos pasado a ser sujetos a proteger y, como resultado, prescindibles y alejados de su cotidianidad. No obstante, y dure lo que dure la situación, ¡nada de abuelos envilecidos de resignación! La vacuna –quiero creerlo-  nos devolverá al pasado  y, en un próximo futuro, acabaremos por cantar sobre los tiempos sombríos. O eso espero, rodeado de este silencio que hoy por hoy induce a pensar que seguimos aquí pero, sin ellos, algo menos. @mundiario

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