Una propuesta para el verano: 'Amar la trama', como canta Jorge Drexler

Amando la trama, en un selfie; de lectura y pies de verano.
Amando la trama, en un selfie; de lectura y pies de verano.

Desde el "carpe diem" de los clásicos hasta el "amar la trama" del músico uruguayo Jorge Drexler, los seres humanos llevamos miles de años intentando atrapar el instante y gozar de él.

Una propuesta para el verano: 'Amar la trama', como canta Jorge Drexler

Desde el "carpe diem" de los clásicos hasta el "amar la trama" del músico uruguayo Jorge Drexler, los seres humanos llevamos miles de años intentando atrapar el instante y gozar de él. Algo tan aparentemente sencillo como imposible, al parecer. Sigue siendo la asignatura pendiente de nuestras sociedades. Cada verano es otra oportunidad...

Nuestro deseo para el verano. Un deseo que deberíamos extender a toda la vida: “Amar la trama más que el desenlace”. Marta sube el volumen del smartphone y escuchamos todos en casa a su Jorge Drexler, que entona con su timbre dulce y expresivo:

“...a paso lento, como bostezando, como quien besa el barrio al irlo pisando, como quien sabe que cuenta con la tarde entera, sin nada más que hacer que acariciar aceras...”.

Uno sabe, es posible, necesario, amar la trama, disfrutar del ahora. Los griegos y latinos tenían ya su carpe diem. Drexler, este “amar la trama”. Llevamos por lo menos dos mil años detrás del instante, ese inaprensible que no se deja extender al infinito, que siempre está huyendo y… ¡plás!, desaparece. Qué bien nos lo cantó John Lennon: “Life is what happens to you / while you are busy / making other plans”. Inscrita en esa maravilla de canción que es “Beatiful boy”, dedicada a su hijo Sean, y compuesta poco antes de la inesperada muerte del ex-Beatle: “La vida es eso que te pasa delante mientras estás ocupado discurriendo en otros planes”. Y lo saben, como no, perfectamente, los más lúcidos peregrinos que uno ve llegar, cada día, a la ciudad, Santiago de Compostela: “¡La meta es el camino!”, exclaman.

Y aparece enseguida un nuevo agosto. Uno extenderá el cuerpo sobre el cariño de la arena. Descansan estas crónicas de lo invisible, hoy convertidas en una especie de diario íntimo. Procuraré amar la trama. Llevo intentando esto desde que tengo uso de razón. La trama de la novela que debe escribir cada uno, la que uno quiere o puede ir redactando, capítulo a capítulo. La vida no es otra cosa que literatura.

Y doy gracias porque mi existencia me ha permitido, me permite –de una manera supongo que totalmente fortuita— escribir de estas cosas, con serenidad, e incluso a veces con esperanza, delante de este ordenador, ahora sentado al fresco desde estas tierras galaicas del sudoeste de la vieja Europa. Algo tan sencillo que nunca pudieron hacer, no pueden, por ejemplo, tantos miles de gentes estos días terriblemente masacradas, víctimas de la violencia en Palestina, o en Siria, o en Irak, o en Ucrania...

  “Dos paseantes distraídos han conseguido que el reloj de arena de la pena pare, que se despedace, y así seguir el rumbo que el tiempo trace. Amar la trama más que el desenlace”.

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