¿Por qué propendemos a buscar responsables exteriores ante sucesos trágicos?

Imagen del accidente en el Rally de A Coruña.
Imagen del accidente en el Rally de A Coruña.

El ser humano tiende a eludir su propia responsabilidad individual, cargando sobre "los otros" errores o fallos, para así aliviar su conciencia y no sentirse culpables.

¿Por qué propendemos a buscar responsables exteriores ante sucesos trágicos?

El ser humano tiende a eludir su propia responsabilidad individual, cargando sobre "los otros" errores o fallos, para así aliviar su conciencia y no sentirse culpables.

Es frecuente que, ante un suceso trágico, busquemos culpables; eso sí, casi siempre ajenos a nosotros mismos: permisos, medidas de seguridad, regulación, inhibición de la autoridad,...

Eludimos mirar hacia nosotros mismos, con la intención de huir de la propia e irrenunciable responsabilidad personal para endosársela al prójimo. La convivencia implica derechos y obligaciones y, paralelamente, el ejercicio de las acciones tendentes a garantizar los primeros y la asunción de las responsabilidades inherentes al incumplimiento de las segundas.

“Nadie me prohibió”, “ningún anuncio lo impedía”, “no había peligro”, “soy libre”,... son excusas frecuentes ante un desafortunado percance; y con ellas incurrimos en una paradoja sorprendente: la paradoja de la libertad sin responsabilidad.

Además  de normas, reglamentos y autoridad, necesarios para la convivencia, están las pautas que dicta el sentido común basadas en la prudencia, la discreción, el respeto, la tolerancia, la mesura,...  para evitar un accidente si atravieso la calzada con el semáforo en rojo, adelanto en una curva, utilizo una bengala en un acontecimiento deportivo, camino imprudentemente por una carretera o aparco en lugar prohibido.

Porque además del posible perjuicio para nosotros mismos y terceros, provocamos un daño invisible a la sociedad  con nuestra falta de ejemplaridad, pues los niños que llevamos de la mano o los ajenos que circulan por las calles, copian lo que ven, hasta llegar a considerar  como normales las transgresiones habituales de los adultos, a fuerza de verlas repetidas.

Disfruto observando a los padres que piden a su hijo que ceda el asiento a una persona mayor o cuando les explican que debemos esperar al muñeco verde del semáforo.

La imprudencia, la curiosidad desmedida, la inmediatez, pueden tener funestas consecuencias. Trágico fue el suceso ocurrido en la provincia de La Coruña hace unas semanas durante una competición automovilística; inmenso el dolor de familiares, amigos, convecinos, de la sociedad. ¿Pudo evitarse?, ¿pudimos evitarlo?; todos, cada uno, podemos hacer algo para que no se repitan hechos parecidos y así evitar la búsqueda de culpables ajenos a nosotros; aunque, naturalmente, en muchas ocasiones los hay.

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