¿Progresan la mayoría de vidas merced a una red de imprevistos?

José Ortega y Gasset. / Mundiario
José Ortega y Gasset. / Mundiario
Creo también, con Ortega y Gasset, que las velas dependen del viento y el patrón de la nave, cada uno en la propia, muchas veces sólo un sorprendido,  resignado o feliz mirón.
¿Progresan la mayoría de vidas merced a una red de imprevistos?

La mayoría de vidas progresan merced a una red de imprevistos que determinan su deriva. Son en buena medida resultado del azar, una de las tres dimensiones, junto a vocación y circunstancias, que para Ortega y Gasset forman parte de cualquier biografía y, para comprobar su verosimilitud, me ha dado por recordar cómo, yo mismo, he llegado hasta aquí.

En la preadolescencia pensé en ser cura, pero Dios no se me apareció tras invocarlo a oscuras y antes del sueño repetidas veces para confirmarme lo acertado del propósito, de modo que pasé del más allá a inclinarme por la química, y si finalmente opté por la medicina fue tras visitar, a punto de terminar el bachillerato, la consulta de un par de galenos en Figueras, la ciudad de mi juventud, y observar la seguridad de que hacían gala los doctores Garre y Forment: su autoridad y el respeto con que se les escuchaba. Elegí la oncología como especialidad por ser la de quien era por entonces afamado vecino e hijo de una familia conocida de mi madre aunque, tras acabar los años de formación y abducido por las aventuras de los héroes que protagonizaban mis compulsivas lecturas desde antes de pisar la Facultad, Fawcett o Lope de Aguirre, nos embarcamos con mi hermano hacia Sudamérica con el propósito de vivir en la selva amazónica y montar allí un dispensario. Nuestras respectivas esposas quedaron aquí y se reunirían con nosotros una vez instalados.

Yo conocí a la que sería mi mujer, tras recuperarme de un tifus que me obligó a regresar al domicilio paterno y abandonar temporalmente la residencia de estudiantes en Barcelona. Al volver, un íntimo amigo y compañero de carrera nos presentó: “Estais hechos el uno para el otro”, aunque era/es mallorquina “Y en una isla no pienso ir a vivir ni loco -sentencié durante el noviazgo-; ¡Menudo agobio!”. azar 11Ya en Perú (ella y mi primer hijo aún en la Mallorca de nunca jamás), y tras saber en Lima sobre miembros de Sendero Luminoso, quizá los Andes con ellos, en pos de una revolución que en España terminó en fiasco, habría sido el nuevo escenario que suplantara el previsto, allá por Puerto Maldonado y junto al río Madre de Dios. Pero hubimos de regresar con urgencia a Cataluña debido a una enfermedad que terminó con nuestro padre pocas semanas después y, en los meses que siguieron, la adaptación a nuevos requerimientos terminó por anclarme en esta Mallorca que no pensaba pisar y en la que he seguido hasta la fecha, ejerciendo la profesión y escribiendo a falta de jaguares, de tribus con las que vivir y entre las que, seguramente, morir. Por todo ello creo también, con Ortega, que las velas dependen del viento y el patrón de la nave, cada uno en la propia, muchas veces sólo un sorprendido,  resignado o feliz mirón. @mundiario

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