La prescripción de la psicoterapia debe estar integrada en el ámbito de la salud general

Los profesionales de la salud tenemos que dejar de trabajar como si lo hiciéramos con un cuerpo desmembrado.
Los profesionales de la salud tenemos que dejar de trabajar como si lo hiciéramos con un cuerpo desmembrado.

El trauma, los problemas de apego, afectan mucho más  que a los problemas psicológicos, afectan a la salud física de múltiples modos. Por ello se necesita avanzar hacia la integración; hacia un tronco común de la psicoterapia, y que la distancia entre medicina y psicología se reduzca, de manera que la prescripción de la psicoterapia esté integrada en todo el ámbito de la salud.

La prescripción de la psicoterapia debe estar integrada en el ámbito de la salud general

Por Zeitgeist o cosmovisión, referido al ámbito cultural, se entiende “el espíritu de los tiempos”, el clima intelectual de determinada época.

En el discurso de lo psicológico y psicoterapéutico entramos en una nueva era con la llegada del paradigma sistémico, modelo que aportó, también, ideas a otras disciplinas. Con el paradigma sistémico se empezó a poner en jaque a modelos anteriores que todavía perduran y que podríamos llamar “diabólicos” atendiendo a la etimología de “diablo”, que viene del griego “diabolos” y que significa “lo que separa”, “lo que divide”; esos modelos que compartimentan la realidad en trocitos cada vez más pequeños y distanciados entre sí, tan alejados que apenas saben unos de otros. Uno de los padres intelectuales de este paradigma sistémico fue Gregory Bateson, un hombre adelantado a su tiempo. El definía este modelo de forma muy elegante: “la pauta que conecta”.

El “espíritu de los tiempos” de este tiempo es la búsqueda del patrón que establece la conexión, lo que une, no lo que separa, y así, ese espíritu se ve en el  nacimiento de la teoría del Apego por la misma época y en los desarrollos del psicoanálisis relacional.

Y empiezan a cuajar las ideas clave: la necesidad biológica del vínculo, de la conexión; la mente como un emergente de una matriz relacional; la mente vista como un sistema formado por múltiples mentes que necesitan la conexión para que el sistema sea más que la suma de sus partes.

Este paradigma de la integración ya forma parte del objetivo de muchas terapias que ven lo patológico como un déficit en dicha integración, producto de fallos, en último extremo, de la conexión.

Pero este paradigma de integración es necesario que llegue, y lo creo ineludible, al campo de la psicoterapia. Con más de 150 modelos psicoterapéuticos registrados, toca empezar a definir “la pauta que conecta”.

El modelo diabólico todavía sigue vigente en este campo. Cada cierto tiempo surgen modelos nuevos, que rápidamente se convierten en marcas registradas. Algunos se parecen tanto que da la impresión que le hayan cambiado el nombre a la jerga del modelo de al lado. Generas una ocurrencia, le pones nombre, le colocas siglas (esto parece importante), montas “niveles” de formación; acorazas tu territorio y ya tienes una franquicia.

Pero creo que esos tiempos son de otra época. El conocimiento del cerebro nos da la clave: el cerebro no funciona como una estructura piramidal, funciona “en red”: diversos estados interconectados que generan un emergente que es más que la suma de sus partes.

Estamos en condiciones, creo yo, de generar una integración en psicoterapia; una integración neurobiológicamente fundamentada. Esa integración debe guiarse por la inspiración batesoniana de “la pauta que conecta”.

La prescripción de la psicoterapia debe estar integrada  en el todo del ámbito de la salud

Deberíamos conectar cuerpo y mente; naturaleza y crianza. Entender las interrelaciones entre lo psíquico y lo inmunológico y lo endocrino, etc. Entender, cada vez mejor, como resulta la expresión génica tras la influencia del ambiente. Necesitamos saber las fases intermedias y relacionales, los bucles de retroalimentación entre los genes, el ambiente, el cerebro y el cuerpo;  y comprender cómo un bebé recién nacido se puede convertir en un alcohólico irredento o un depresivo crónico, entendiendo e integrando desde su genética, a sus vínculos de apego, su itinerario biográfico, la influencia de sus pares, su estilo de vida y hábitos de conducta..., y poder programar intervenciones múltiples que abarquen todos los factores implicados. Los profesionales de la salud tenemos que dejar de trabajar como si lo hiciéramos con un cuerpo desmembrado.

Hacia un tronco común de la psicoterapia que reduzca la distancia entre la medicina y la psicología

Empiezan a haber mimbres para realizar esta integración. En los últimos 20 años, grandes autores han empezado a tejer esa pauta que conecta, desde el ámbito de la neurobiología interpersonal y desde la neurociencia básica en el estudio del apego, como Alan Shore, Daniel Siegel o  Lou Cozolino  y muchos otros.

El trauma, los problemas de apego, el fallo en la conexión afectan mucho más allá de lo que hubiéramos imaginado; más allá de los problemas psicológicos, afectan a la salud física, de múltiples modos. Los terapeutas tenemos que saber los factores comunes a toda la salud no solo a la salud mental, y como se relacionan entre ellos. La cascada causal de los genes malos al trastorno psicológico como algo exclusivamente individual o intrapsíquico, obviando la historia personal y la matriz de relaciones, ya no se sostiene.

El futuro pasa por la integración de un tronco común de la psicoterapia, y que la distancia entre medicina y psicología se reduzca, de manera que la prescripción de psicoterapia esté integrada en todo el ámbito de la salud.

El cambio ha llegado. Toca abandonar el mapa minifundista diabólico y construir un nuevo mapa, más renacentista, con la pauta que conecta, con la integración. @mundiario

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