¿Por qué nos observa la red?

Adolescente en internet. / globedia.com
Un adolescente en internet. / globedia.com
Con nuestro generoso y desinteresado trabajo de auto-visualización en la red producimos sumisamente el oro del siglo XXI: el dato individual, elixir de nuestra existencia más íntima.
¿Por qué nos observa la red?

Nos hicieron creer que conectar todos los ordenadores del mundo, desde el más elemental chip que controla nuestra nevera hasta los sistemas más complejos como el superordenador Watson de IBM, sería para beneficio de los individuos y de los pueblos. Lo conectado era lo orgiástico comunicativo. El todos juntos en una conversación universal es una idea tan poderosa que la compramos con esa ingenuidad que tiene el común, incapaz de comprender que las gentes del poder solo quieren conservar y multiplicar su poder. Y que, de forma sistemática, el capitalismo nos habla de liberación cada vez que encuentra nuevas formas de oprimirnos. Conéctate y serás feliz.

Pero eso solo es propaganda comercial. Otra estafa. La red no es horizontal, porque no nos comunicamos con quien queremos, sino con quien ellos nos muestran. Los mensajes son seleccionados y el algoritmo de difusión depende de los intereses materiales de las GAFAM,  y, lo que es aún peor, también de su ideología. El mundo que construyen se parece cada vez más a las peores distopías ensoñadas por esos trágicos visionarios de mediados del siglo pasado. ¡Qué razón tenían!

Pero su interés no solo es adoctrinarnos en que aceptemos como ineludible la vida en el acuario de las redes, esto va mucho más allá: con nuestro generoso y desinteresado trabajo de auto-visualización en la red producimos sumisamente el oro del siglo XXI: el dato individual, elixir de nuestra existencia más íntima que la mal llamada inteligencia artificial (un puñetero algoritmo) alambica en información predictiva. Saben lo que vamos a hacer antes que nosotros mismos. Y sobre todo, predicen lo que vamos a comprar desde la sistematización de millones de datos estadísticos procesados por sistemas con métodos de data mining. Esto de estudiar los comportamientos colectivos lo llevamos haciendo décadas en las Sociología, pero en un sentido liberador, nunca represivo, y, desde luego, en escalas infinitesimales comparado con el permanente estudio sociológico que la red constituye en tiempo real. Vemos, pues, como se entrelaza el dato personal del individuo con la pautación de su comportamiento a través del análisis de enormes masas de datos. De ahí salen las tendencias que desembocan en la predicción de cada uno de los yo.

Esto es poder. Esto es opresión en estado puro. Solo tiene que pulsar la tecla y esperar. Un escenario virtual se aparecerá antes nuestros ojos. Soñaremos que todo lo que vemos es porque queremos. ¿Cómo no? Pero si es justamente lo que busco, lo que necesito en este momento, lo que me apetece. La red es el laberinto de Skinner, pero sin paredes visibles. El laberinto está en nuestra mente y su sustancia es pura necesidad material, consumo incontenible del individuo másico, deseo exosomático. Por más que muchas de las mercancías que pagamos sean virtuales, su naturaleza coincide, tanto que transacción y apropiación efímera del insumo, con la mercancía material producida por la vieja industria del siglo XX. Usar y tirar. Recordando uno de tantos y estúpidos clichés del imaginario tecnocapitalista: la experiencia de usuario de lo digital es materialista. Son contradicciones que flotan entre bambalinas, allá donde damos todo por supuesto y olvidamos hurgar para comprendernos.

Por esta razón el capitalismo cognitivo nos condena al trabajo social, a producir el dato que sentimos como nuestro y que nos sirve en bandeja de plata para que el capital nos despiece como cerdos en el matadero. La plusvalía, como tasa de plusvalor dividida por el capital variable, tiende a la totalidad. Nosotros somos el capital variable, cada vez más activos en las redes, cada vez más preparados para enfrentar el mundo digital y ser productivos. Pero nadie nos paga nada por ello. Somos microsiervos. Estúpidos obreritos virtuales sin horario laboral conocido, sin vida íntima. Internet es la Granja de Orwell. Navegad, desgraciados, navegad. @mundiario

Comentarios