Ponerse hasta las cejas de Lexatín es profundamente antirrevolucionario

Fotograma de The Matrix
Fotograma de The Matrix

Llevamos el coraje de un superviviente de millones de años en nuestros genes, hemos sobrevivido a la oscuridad, a los depredadores, a las hambrunas, a catástrofes y a guerras.

Ponerse hasta las cejas de Lexatín es profundamente antirrevolucionario

Llevamos el coraje de un superviviente de millones de años en nuestros genes, hemos sobrevivido a la oscuridad, a los depredadores, a las hambrunas, a catástrofes y a guerras.

A esta sociedad le falta coraje. Y no hablo de coraje para tumbar un régimen político, para cambiar un sistema, para afrontar un cataclismo o para levantar las ruinas de un país tras una guerra. Hablo solo de levantarse cada mañana, de lidiar con los conflictos cotidianos, de aceptar que nos sobran cuatro kilos o que nos estamos quedando calvos, y de asumir que nos abandonen sin perpetrar un intento de suicidio.

Vivimos en la sociedad más confortable que nuestros antepasados hubieran podido imaginar, con casas caldeadas en invierno y aire acondicionado en verano, con agua potable que sale de nuestros grifos, con comida que nos traen a domicilio. El sueño de cualquier australopithecus. Y sin embargo, parece que nunca hemos sido más infelices. La prescripción de antidepresivos y tranquilizantes no deja de crecer. Los contratiempos y decepciones de la vida ya no se capean con la propia entereza y carácter, ahora se pone uno hasta las cejas de tranquilizantes y aquí no ha pasado nada. Las personas débiles ya venían haciendo esto desde hace mucho, recurrían al alcohol u otras drogas para sobrellevar la vida, la ventaja es que ahora lo puedes hacer con una receta legal y la bendición de tu médico de cabecera.

Algunas voces de la psiquiatría ya están alertando sobre esta medicalización de lo cotidiano, pero parece que su voz no es lo suficientemente fuerte ante la aplastante maquinaria de las grandes farmacéuticas, que han encontrado en la debilidad de carácter de nuestra sociedad un filón de oro.

Por supuesto que los tratamientos psiquiátricos son necesarios y útiles para personas con afecciones reales, graves, incapacitantes. Pueden suponer la diferencia entre llevar una vida normal o ser incapaz de integrarse en la sociedad, incluso entre la vida y la muerte. Pero de ahí a convertir en enfermedades medicables los tortazos de la vida cotidiana, media un abismo. Ya hasta los desengaños amorosos se medican, porque nadie quiere morir de amor. Anda, ponte hasta arriba de antidepresivos, no sea que sientas algo.

No queremos soportar la tristeza o la frustración. Hemos comprado la idea de que merecemos ser felices a jornada completa y en todos los aspectos de la vida, queremos triunfar, ser guapos, tener cinematográficas historias de amor, ir a trabajar emocionados cada día y aparentar eternamente veinte años. Y esto solo es posible con la pastilla azul que Morfeo ofrece a Neo en Matrix, la que nos lleva a vivir una vida que no es la real, pero es más cómoda.

La especie humana ha sobrevivido mientras muchas otras perecían y se extinguían, estamos programados para salvar toda clase de obstáculos, para aferrarnos a la vida con uñas y dientes, para adaptarnos, para encarar dificultades sin rendirnos. Llevamos el coraje de un superviviente de millones de años en nuestros genes, hemos sobrevivido a la oscuridad, a los depredadores, a las hambrunas, a las sequías, a catástrofes y a guerras.  Pero precisamente ahora que vivimos entre algodones, la vida se nos hace cuesta arriba y corremos a pedir que nos suministren drogas porque remangarse y perseguir los propios sueños, doctor, es muy cansado.

Pero si te pones hasta arriba de opiáceos para enmascarar el malestar, evitas tomar las riendas de tu vida y cambiar lo que te disgusta. El empastillamiento nos instala en el inmovilismo y no solo conseguirá que aceptemos situaciones infelices en nuestra vida privada, también impedirá que mejoremos nuestra sociedad, que reaccionemos ante las injusticias y que no dejemos el mundo en manos de unos pocos. Evita que nos hagamos responsables de nuestra propia vida y de mejorar la sociedad. O sea que al sistema también le viene estupendamente esta tendencia al pastillazo, a los tranquilizantes. El sistema ya no necesita reprimirnos, ni darnos pan y circo o suministrarnos soma, nosotros mismos nos drogamos voluntariamente. En mi opinión, empastillarse es profundamente antirrevolucionario.

Por eso siempre me ha resultado atractiva la figura del perdedor, el antihéroe, que es el que asume su derrota y vive con ella. Con dignidad. Porque nadie ha dicho que debes ganar en todo, porque naciendo donde has nacido, ya has ganado. Y si teniendo acceso asegurado a comida, refugio y agua, eres incapaz de sentirte afortunado, no va a haber pastilla en el mundo que te lo arregle. Lo que sí puede es hacer que olvides que estás vivo, que la vida es como es, y que nada tiene que tener sentido. En palabras del Morfeo de Matrix: "No te dije que fuera fácil, Neo, te dije que sería la verdad".

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