A Picasso le sienta bien el Museo del Prado, al que siempre estuvo unido

Picasso en El Prado. / Mundiario
Picasso en El Prado. / Mundiario

Diez importantes obras de la gran colección de los ciudadanos de Basilea estarán expuestas en la galería más prestigiosa del museo madrileño, con el que Picasso siempre mantuvo profunda relación.

A Picasso le sienta bien el Museo del Prado, al que siempre estuvo unido

Diez importantes obras de la gran colección de los ciudadanos de Basilea estarán expuestas en la galería más prestigiosa del museo madrileño, con el que Picasso siempre mantuvo profunda relación.

 

Desde el 17 de este mes hasta el 14 de septiembre va a ser posible visitar en Madrid una parte sensible de la colección del Museo de Arte de Basilea (Kunstmuseum Basel). Con el pretexto de una remodelación a fondo, sus directivos han acordado con dos museos nacionales españoles este préstamo temporal. Por la alta calidad de la colección, es una ocasión importante para ver cómo dialogan sus cuadros con los habituales en los espacios donde va a ser expuesta, el Museo de Arte de la Reina Sofía (MNCARS) y el del Prado.

Merecen especial atención los Picassos que están siendo instalados en la galería central del Museo del Prado, su espacio más emblemático. Primero, por la excepcional relación del pintor con esta pinacoteca. Es conocida su primera visita acompañado de su padre cuando todavía era adolescente; también su estancia en Madrid en 1897-98 y cómo le atraía la Escuela española y, particularmente El Greco y Velázquez, a quienes dedicaría una amplia reinterpretación más tarde. En segundo lugar, porque en la tradición de los directores pintores del Prado, fue nombrado para dirigirlo en 1936 y, aunque no ejerció en Madrid el honroso cargo, sí hay constancia de su preocupación desde París con motivo de la puesta a salvo de las colecciones durante la guerra –como documenta el New York Times, del 19/12/1937-, y, además, con su participación en la exposición Universal de París, en el prestigioso pabellón español para el que haría uno de sus más famosas pinturas, El Guernica. Picasso murió en 1973 y el cuadro había sido depositado en el museo de Nueva York. A partir de la recuperación democrática, mucho se hablaría  de este lienzo, una vez devuelto por el MOMA en 1981. Había expresado que este exiliado tan especial tuviera en El Prado su sede definitiva y, hasta el 92, en que sería trasladado al MNCARS –junto con el legado de obra preparatoria-, estuvo expuesto de manera muy particular en el Casón del Buen Retiro donde, por entonces, se concentraba buena parte de la colección del XIX. Y en tercer lugar, porque intermitente ha sido la presencia coyuntural en el Prado de algunas de las obras destacadas del pintor malagueño con motivo de exposiciones temáticas temporales. Entre otras, cabe recordar, entre octubre 2004 y febrero 2005, El retrato español. Del Greco a Picasso; en 2006, Tradición y vanguardia; y, más reciente, entre junio y octubre de 2014, la dedicada a El Greco y la pintura moderna. En todas lucía espléndido.

Las telas de Picasso que ahora se exponen en El Prado son diez. El de la fotografía sirvió el pasado día nueve para presentación mediática de la inminente exposición. Se titula Los dos hermanos y pertenece a la etapa rosa del autor, quien lo pintó en Gósol (Lérida) a comienzos del verano de 1906. Es el más temprano de los lienzos que se exhiben. Junto a él estarán otros nueve, una selección que permite  una consistente mirada retrospectiva sobre los períodos creativos del pintor hasta 1967:  Hombre mujer y niño (1906), Panes y frutero con fruta sobre una mesa (1908),  Mujer con guitarra (1911), El aficionado (1912), Arlequín sentado (1923), Mujer con sombrero sentada en el sillón (1941), Muchachas a la orilla del Sena según Courbet (1950); Venus y Amor (1967) y La pareja (1967).

Hace dos años, el Kunstmuseum de Basilea recordaba  en otra retrospectiva (17/03 al 21/07 de 2013), la particular relación de esta ciudad suiza con Picasso. Cómo en un particular referéndum, sus ciudadanos aprobaron en 1967 que el Ayuntamiento invirtiera 6 millones de francos en la compra de dos de los cuadros que se exponen aquí ahora, el de Los dos hermanos y el Arlequín. Picasso, al enterarse, se conmovió tanto que les regaló, además, otros tres cuadros y un importante dibujo. Por eso, de esta colección se dice –con razón- que es de los ciudadanos de Basilea. Aquella retrospectiva se tituló Los Picassos están aquí. De algún modo, la presencia de estos cuadros de los ciudadanos de Basilea en el espacio principal del Prado puede ser considerado un homenaje bien merecido a uno de los pintores españoles con mayor reconocimiento universal. Sólo falta que los visitantes sepamos apreciar qué bien entona con la poderosa  tradición que tiene alrededor, ese conjunto de pintores a los que frecuentaba y copiaba cuando no asistía a las clases de la Academia madrileña.

 

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