Pepe y su compaña

PEPE
Centro de salud.
“Fulanito – o fulanita–: Que no vengas aquí, que se te puede pegar el virus éste. Que aquí solo deberías venir en el caso, no ya que sea urgente, sino...¡muy urgente! (...)."

Pepe, para mí, es posiblemente de los más cabales celadores que recuerdo en toda una trayectoria profesional ya larga, muy a mi pesar; sirve para mil rotos y mil descosidos. También recuerdo otros (aquí si que he de escribir ‘otras’; que las hay, y excelentes). Pero a Pepe le he tenido que conocer en esta etapa en la que a todos nos ha tocado bailar con la más fea (o feo), es decir, con el bicho. Ese bicho que técnicamente se viene a llamar “ SARS-CoV-2” – el más letal- , Covid-19 – en general – o simplemente coronavirus – el más conocido–.

Tal y como uno lo ve, Pepe ha sido el verdadero artífice de poner orden – siempre que algo se pueda ordenar, claro– y mucho concierto a la hora de organizar – dentro de lo que el bicho y sus supuestas circunstancias dejan organizarse – el quiosco donde uno curra, y de seleccionar perfectamente (en nuestros ampulosos términos, eso se viene a denominar triage) a todo personal que acude al quiosco en busca de salud o recetas de repetición.

“Fulanito – o fulanita–: Que no vengas aquí, que se te puede pegar el virus éste. Que aquí solo deberías venir en el caso, no ya que sea urgente, sino...¡muy urgente!. Anda, date la vuelta, vete a tu casaaaa y – si crees que es extremadamente necesario – llama por teléfono (allí si cogen el teléfono, vaya que si) que los médicos te ayudarán en lo que necesites”.

Pizca más, pizca menos, fueron sus palabras – repetidas y repetidas– a todo quisqui que asomase por allí; así como sus hechos en los primeros días de la llamada pandemia.

Los resultados de sus acciones: un quiosco prácticamente limpio de polvo, paja y personal no perentorio.

A costa, claro está, de dejarse la piel y las orejas en recoger todas y cada una de las llamadas telefónicas valorando si éstas son o no idóneas para ser trasladadas a los facultativos y facultativas a la sazón que estén libres y dispuestas (o dispuestos). Que siempre lo están, todo hay que decirlo (dispuestas seguro; lo de libres ya... es otra cosa). Y que ellos y ellas dispongan y pauten.

Todo ello – en rigurosa compaña con su compañera de fatigas, Marian–, cumpliendo estrictamente todos los protocolos anti-contagio que las autoridades sanitarias competentes dicten y que , por una cosa u otra , siempre están cambiando.

Lo que hoy es rojo bermellón, mañana – cuando no antes – ya ha pasado de moda ‘primavera-verano’ y no es primordial. Mañana – o tal vez antes – lo que se lleva es el “blanco roto” tornasolado con “verde, verde limón”´(cual la bella copla). O amarillo canario, vaya usted a saber... Todo un rompecabezas que, para un servidor no sirve de nada o solo muy poco. Para un servidor, ¡ojo, vayamos a confundirnos!

Ignorante confeso cual soy, siempre – siempre– pregunto antes de empezar el tajo, qué color es el de boga right now antes de ponerme a despachar.

Mis abnegados benefactores a la hora instruirme en las nuevas tendencias no son otros que Katia (desconozco si es así como se escribe), de Epidemiología – amiga, compañera, educadamente amable y... desconocida personalmente – y mi Pepe. Por ese orden.

Elena –un cielo dónde haya cielo – venga que te limpia y limpia (en manga corta por más frío que haga, que lo hace, y... ¡me da una grima el verla con esas trazas!), a ver si consigue no dejar un bicho viviente, dejando todo como un jaspe.

Silvia – otro encanto, a más de excelente fisioterapeuta – se ha puesto a hacer el citado triage, cuando Pepe o Marian no pueden o necesitan descanso (creo) – que lo necesitan– y ha puesto el chiringuito seleccionador en medio de la sala; creo que por indicación de Alejo, que es ese tipo de enfermero que todo médico desearía tener a su vera; y eso que apenas hemos intercambiado más de un hola o un hasta luego.

El resto de personal sanitario (enfermería, trabajador social, veterinaria y sus etcéteras) presto, dispuesto y a las órdenes de los correspondientes ‘usías’.

Como en todo sitio o lugar que se precie, también andan por ahí los ignotos, los ignorantes, los sabiondos y los peores: los “ignorantes sabiondos” que pretenden dejar de ser ignotos (...como en todo sitio que se precie de comer habas cocidas). Yo creo que pertenezco, en este caso, a los segundos; o sea a los irredentos ignorantes que saben preguntar. Además soy el novato, el cero.

En cualquier caso, todos a la órdenes de las autoridades competentemente expertas, y a ir cambiando de color cual camaleón según vengan las modas impuestas. Yo también a las órdenes, ¡cómo no! Esté o no de acuerdo con los colores al uso del día. Me repelan o no. Cumplo órdenes a la chita... pero sin callar. Así pues, mi sitio de currele es, en mi opinión, de los mejores en doscientas millas alrededor si lo comparo con otras opiniones que me han transmitido sobre otros que no disponen de Pepes, Marians, Elenas, Silvias, Alejos y demás personas citadas anteriormente. Si me olvido de alguien...¡perdóneseme, por favor!

Gracias a todo el personal mencionado – y al resto, por supuesto – no atisbo síntomas de pánico en el pueblo: miedo quizá – como usted, como yo y en su justa medida – pero tampoco en demasía, francamente.

Todo ello aunque me eche las manos a la cabeza cada dos por tres por las informaciones, decisiones, actuaciones y colores a cumplir, emanadas desde las más altas autoridades competentes – después me las lavo profusamente con solución hidroalcoholica, [con un toque de almizcle perfumador], un montonazo de veces; tantas como las que me las llevo a la cabeza, que son muchas–.

Me vuelvo a poner la mascarilla disponible, la bata de cola sin faralaes. Y… el gorro y las calzas porque no tengo, que si no… Gafas, lo que se dice gafas no me pongo porque ya llevo desde tiempos inmemoriales. So pena que me sean ordenadas por protocolo. En cuyo caso, el “ipso facto” se quedaría corto: “dónde fueres...”

Como ya se me va acabando el papel y el número de palabras, decir que he tenido suerte con todo el equipo sanitario que me ha tocado en propia fortuna. Que ya me tocaba, ya.

Sobre el por qué me llevo tantas veces las manos a la cabeza, ya es harina de otro costal y argumento de otro escrito.

Así pues, amigos y amigas lectores y lectoras… yo también «mequedoencasa». Por si las moscas y siguiendo órdenes; como en Núremberg…

P.S.- Este escrito no es para otra cosa, ni tiene intención de serlo, más que para dar el más fuerte y sonoro de los aplausos – de esos que tan de moda están en los balcones españoles – a todos y cada uno de los de mi oficio. Y, en particular a los de mi casa. ¡Arrimando el ascua a la sardina de uno! Las derivaciones a establecimientos superiores no llegan al 0,06 %... hasta ahora, claro. 

P.S. dos.- Les espero pronto. Seguro que antes de que los famosos “test-test-test” se le hagan a toda la concurrencia patria. @mundiario

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