Pensar una estrategia para salir de la nada

Mundo. Pexels.
Mundo. / Pexels.

Si queremos un cambio social es importante hacernos las preguntas: ¿Dónde estamos? ¿hacia dónde vamos? Y a través de estas dos preguntas, la más importante: ¿Quiénes somos?

Pensar una estrategia para salir de la nada

Si queremos un cambio social es importante hacernos las preguntas: dónde estamos, hacia dónde vamos. Y a través de estas dos preguntas: ¿quiénes somos? Estas preguntas nos van a guiar en esta reflexión.

Estamos en una época a veces nombrada como "una época sin época", en esta "era del vacío" que favorece el exceso de lenguaje; una época en la que todo se acelera a nuestro alrededor y donde justamente nos sentimos sumergidos. En efecto, los avances tecnológicos van tan rápido que nos sentimos ahogados. Estamos ahí, ausentes, espectadores de un mundo que cambia constantemente y que no parece preocuparse por nuestra participación. El modo de producción, los modos de compra, la gestión del hogar, todo cambia continuamente pero no de forma armoniosa. Hay una brecha entre la evolución tecnológica y la evolución social, y aquí estamos en este espacio en blanco que genera vacíos jurídicos; lo que explica que podemos ser confundidos. La desorientación puede tomar la forma de la desmoralización porque tenemos este sentimiento - que afortunadamente a veces nos abandona - de que no tenemos control sobre el curso de las cosas que se va  sustituyendo a nuestra voluntad. Es más fácil imaginar el fin del mundo, dijo el filósofo estadounidense |Fredric Jameson que el fin del capitalismo. La frase es indicativa de nuestro tiempo. El curso de las cosas sigue hasta la caída y no podemos hacer más nada - pensamos - que de contemplar la caída (la nuestra).

Padecemos la gestión algorítmica de la realidad. Nos adaptamos a esta gestión que nos facilita la vida. El orden social está estructurado de tal manera que nos vemos como parte integral del engranaje y no como potenciales granos de arena capaces de bloquear todo el mecanismo. Somos integrados - o desintegrados - en la cadena de funcionamiento. En el trabajo, en casa o durante el consumo, nos encontramos objetos con microchip y nos sometemos a su funcionamiento. Este funcionamiento - que se vuelve nuestro - es la exteriorización, la artificialización y la automatización de la locura de unos pocos que se ha hecho objeto o plataforma. Cuando lo pensamos hay algo loco, insensato cuando nos fijamos sobre algunos objetos (reloj conectado) o algunas innovaciones (reconocimiento facial). Las tecnologías lograron arreglar -y desarreglar - nuestras sociedades y nuestras vidas, como un reloj. 

Esta locura convertida en ciencia y tecnología deriva del pensamiento racional que históricamente se ha presentado desde Descartes como virgen de toda locura. Hoy podemos ver que no está exento de ella. Todos la sufrimos, aquellas de Travis Kalanick, Garrett Camp (Uber), Steve Jobs, o Elon Musk (Paypal, Space X, entre otros). Los efectos devastadores son para la naturaleza y para nosotros. Esta locura es la sombra de la razón que se ha convertido en racionalización, y esta racionalización de la economía y de la vida cotidiana a través de la tecnología se ha convertido en una nueva forma de barbarie;  que siempre vuelve a empezar de nuevo. “Históricamente, la tecnología nunca ha sido objeto de una elección compartida. Algunos actores hicieron que sucediera activamente y luego tuvo que ser regulada. Contrariamente al sueño sociológico de la tecnociencia dominada, del progreso en pendiente suave, la historia de la tecnología es una historia de golpes hechos por la fuerza. Luego vienen los efectos posteriores para normalizar las innovaciones.” 1

Significa que si las innovaciones tecnológicas no llegan por una pendiente suave llegan por rupturas. Es la estrategía del hecho cumplido. Perturban todo, generan vacíos, y luego se normalizan.

Desde luego, podemos decir que la historia industrial y tecnológica es la historia de los hechos ya cumplidos, al margen de la ley. No se ofrecen las tecnologías disruptivas; se imponen, y por allí rompen con  la estabilidad social, psicológica y jurídica. Se pone en duda toda la sociedad. No solo la organización de las cosas: la forma de vida y la forma de pensar.

Futuro tecnológico. Pexels.

Futuro tecnológico. / Pexels. 

Precariedad permanente

Este reinado “del hecho cumplido” conduce a desequilibrios que se producen a tal ritmo que nunca dan tiempo a un reajuste de los sistemas sociales. Existe entonces una diferencia de fase permanente entre el sistema técnico y el sistema social. Así se lleva a cabo la liquidación del poder público. No es accidental. Es una estrategia de guerra -que además se está enseñando- en la que cada nueva ola escapa al control político. Destruyen las estructuras sociales restantes, y esta estrategia disruptiva de desintegración social a través de procesos de innovación tecnológica es rápida e incontrolable.

Seguramente aquí es donde tenemos que empezar la historia si queremos saber dónde estamos y hacia dónde vamos. Es un punto clave. Llevamos poco tiempo en este modelo industrial, y este modelo no solo ha cambiado la naturaleza sino que la ha destruido; también nos cambió y en parte nos destruyó. Para ser más preciso, destruyó o hizo obsoleto el marco social y legal que era nuestro; y sigue hackeando el sistema, y perturbando todo lo que fue establecido en el trabajo, las compras, la vida del hogar, la vida social... lo que en consecuencia convierte nuestra vida en una inestabilidad permanente. El trabajo ahora rima con teletrabajo, las compras se hacen en las aplicaciones, la vida en el hogar ya se empieza a regir por algoritmos y la vida social se descarga, digitaliza, y así desaparece.

Estamos condenados a correr y condenados a pasar de la carrera a quedarnos atrás de esta organización del caos supuestamente creativo (Schumpeter hablaba de destrucción creativa) que aún nos deja impotentes. Esta es una de las fases del capitalismo (y una de sus características).

“La burguesía no puede existir sin revolucionar constantemente los instrumentos de producción, desde luego las condiciones de producción, y por ende todas las relaciones sociales.” Otro pasaje sobre esta dinámica: "La constante agitación de la producción, la incesante sacudida de todas las condiciones sociales, la inseguridad y la perpetua agitación distinguen la era burguesa de todas las épocas anteriores".  

Aquí es donde estamos. ¿A dónde vamos? Fácil,  a ninguna parte. Del caos al caos, de la disrupción a la destrucción. El desajuste entre tecnología y sistema social no es transitorio; así es como funciona el sistema técnico. La inestabilidad es permanente. Estamos perdidos en una sociedad que ya no existe: “estas sociedades ya no son sociedades si consideramos que una sociedad sólo se constituye en una época: son agregaciones de cada vez más  individuos (desintegrados) que conducen cada vez más a una nueva forma de barbarie vista en 1944, y esta disrupción es la realización contemporánea”.

¿Qué hacer? ¿Superar o detener el Progreso?

Después de haber plantado el marco es necesario saber qué hacer. ¿Cómo nos posicionamos en esta evolución que nos afecta a todos? ¿Podemos redescubrir nuestra propia subjetividad haciéndonos cargo de la organización de la sociedad y de las empresas digitales y tecnológicas, o deberíamos poner freno a este progreso despreocupado, yendo por nuevos caminos?

La pregunta que se plantea, finalmente, es la de la estrategia de cambio social. ¿Debemos ir en contra del capitalismo o superar al sistema, reclamando lo mejor que tiene? La segunda opción es la vía de la aceleración.  Aquí se considera que a pesar que actualmente el capitalismo tecnológico enriquece a los multimillonarios y nos hace a todos precarios mientras establece el hipercontrol a través de la economía de datos y la sumisión al orden del mercado, podríamos subvertir este proceso desigualitario y liberticida para algo mejor. Por tanto, debemos acelerar para que caigan las últimas hojas muertas del capitalismo y que florezca una nueva organización social. Algunos se apoyan sobre Marx para defender esta idea.

“Lejos de ser un pensador que busca resistir la modernidad, él (Marx) intentó analizarla para intervenir mejor en ella, entendiendo que, a pesar de toda su explotación y toda su corrupción, el capitalismo era el más avanzado de su tiempo. Sus logros no pudieron ser revertidos para volver a un estado anterior, sino ser acelerados más allá de las limitaciones de la forma capitalista de valor".

El desarrollo económico va al final dejar al descubierto la verdad del capitalismo — sus contradicciones - y por lo tanto habría que dejarlo ir para permitir a la mayoría organizada, en y contra las categorías del capitalismo, dar el golpe final. Este movimiento dialéctico sería al final emancipador. El riesgo es que en lugar de superarlo acabemos quedándonos en lo que se rompió (biodiversidad) sin que sea posible subvertir nada. La dialéctica ya no nos serviría porque en lugar de ir más allá de la fase negativa y convertirla en su contrario, nos quedaríamos allí para siempre.

La otra tendencia parece más cautelosa: organizarse para detener el ecocidio porque los procesos tecnológicos y capitalistas no solo son destructivos para las clases populares del mundo, sino también para la naturaleza y la humanidad. Si hasta cierto umbral la industrialización del mundo ha podido unir a las personas en las líneas de montaje y abrir el camino para una hermandad obrera, más allá de las fronteras, hoy no tiene polo positivo. El proceso individualiza, aleja, separa, divide, tira, tormenta, oprime, explota, dilapida, aplasta, contamina,  destruyendo todas las estructuras colectivas adquiridas durante décadas. Es perjudicial para los trabajadores subdivididos y sobreexplotados, perjudicial para los consumidores y el planeta, y perturbador para la sociedad que nunca se recupera. Es difícil ver cómo la aceleración podría ayudarnos a salir adelante. Además, la ideología publicitaria y la ideología mercantil del cotidiano arriesgan de impedir cualquier cambio en el funcionamiento de estas industrias tecnológicas gigantes, incluso si son los trabajadores los que están a cargo... Corremos el riesgo de que el patrón liberticida y productivista sea el único amo a bordo.

Es preferible la elección del radicalismo frente a la aceleración. Esta elección es la del rechazo. Rechazo a la digitalización del mundo que ya no tiene sentido y rechazo a un proceso capitalista que genera malestar y soledad. El progreso tecnológico duro o con acompañamiento social (versión blanda) es una amenaza perpetua para nosotros y la naturaleza. Se han pasado demasiados umbrales. Lo que nos queda, frente al Progreso, es desobedecer. Ya no seguir estúpidamente la marcha de la historia que nos hace retroceder (tanto sobre el plano social como ambiental) sino seguir su propio ritmo, en armonía con la naturaleza y los demás. No se trata solo de desacelerar por sí mismo, para preservarse, también se trata de organizarse para una desaceleración general de la economía. En lugar de acelerar, tiremos del freno de emergencia y reconsideremos todo.

El futuro puede ser agobiante. RR SS.

El futuro puede ser agobiante. / RR SS.

 

Actuar en un mundo finito

Hay muchas formas de lograr un cambio social. El camino de la aceleración dónde se cultiva esa idea de dejar que las armas tecnológicas se perfeccionan para luego volverlas en contra del adversario es una apuesta arriesgada. No es seguro que salgamos ilesos. El Desarrollo, la Historia, no van lógicamente a nuestro favor pero seguramente en contra de nosotros... por eso deberíamos organizarnos sin esperar más; y en lugar de recuperar ciertas creaciones del capitalismo, negarlas. Esto es preferible porque no es tan fácil convertir el veneno en un remedio y no siempre es fácil no intoxicarse con el remedio que rápidamente se vuelve veneno de nuevo...

En cualquier caso hay varias cosas a considerar (dónde estamos, quiénes somos) y reconsiderar. En particular está: el modelo económico se va a arruinar y todos correremos a nuestra perdición si continuamos gobernando nuestras sociedades sobre presupuestos físicos erróneos. Por supuesto, debemos traer la economía de vuelta a la tierra y proponer un modelo que se base en una física de entropía en un mundo de recursos limitados. Eso es la base, si no, nada es fundamentalmente cambiado. Georgescu-Roegen es el primero en verlo: la biología y la economía no son dos mundos separados. Tenemos que pensar nuestras vidas y el cambio social dentro de un mundo finito, y trabajar juntos desde la base, para liberarse de las dominaciones mercantiles y digitales y, en última instancia, liberarse de la nada que estas dominaciones propagan. @mundiario

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