La pederastia es un delito repugnante, cuyo daño dura años y a veces una vida

La Iglesia debe hacer frente a nuevos casos de pederastia en España.
La Iglesia debe hacer frente a nuevos casos de pederastia en España.

El uso y abuso de menores, lejos de desaparecer, se está extendiendo en grupos y redes organizadas, auténticas mafias, que proliferan incluso en el seno de la Iglesia.

La pederastia es un delito repugnante, cuyo daño dura años y a veces una vida

El uso y abuso de menores, lejos de desaparecer, se está extendiendo en grupos y redes organizadas, auténticas mafias, que proliferan incluso en el seno de la Iglesia.

 

La pederastia es un delito repugnante porque al igual que ocurre con el maltrato de género o el mobbing, el poderoso, el que tiene una autoridad legal o moral, mayor, fuerza física o incluso posición para el  chantaje emocional, logra acorralar a la parte más debil para obtener satisfacción por su delito. Las víctimas del pederasta son niños, jóvenes menores de edad y a veces hasta bebés, quienes usualmente no logran reponerse del sufrimiento durante muchos años o durante toda su vida, de ahí que el delito no se denuncie o se tarden muchos años en acumular fuerzas suficientes para hacer público su caso. Niños aterrorizados que sufren en silencio sin atreverse a contarle los hechos a sus padres o a sus amigos porque creen en su interior que serían rechazados si lo hacen. Si las penas de los agresores fuesen en función de lo que tardas en curar las heridas producidas, los pederastas tendrían las condenas más largas.

Existen grupos, afortunadamente muy minoritarios, que defienden la legalización de la pederastia sobre la base de que ya se admite que el sexo no es malo, y si no es malo porqué ponerle fecha para la iniciación en ese placer. De hecho hay sociedades primitivas, y ha habido muchas más, donde la iniciación al sexo siempre la hacen parientes muy cercanos. El caso es que en los países desarrollados estos hechos producen fuertes traumas en los que los sufren, y eso es lo único que importa. no podemos legislar para la sociedad de hace 2.000 años ni para la de dentro de 2.000, hay que hacerlo para la de hoy, y en esa hay víctimas que sufren y culpables que disfrutan sabiendo el daño que hacen.

Los hechos son conocidos por la sociedad que se escandaliza cuando saltan a los medios de comunicación. Sabemos que algunos curas, y en menor medida algunas monjas, han pecado siempre contra su voto de castidad, viviendo con sus parejas, teniendo hijos, y llenando el Vaticano de historias que han dado mucho juego en el cine y la literatura, y también sabemos que esto parece haber descendido al surgir los curas casados, pero ha habido una verdadera explosión de abusos a menores por parte de algunos miembros de la Iglesia.

Nos escandalizamos cuando aparecen los múltiples casos de Estados Unidos, y que inician una cadena al destape de casos a diario en diversos paises católicos. ¿No lo sabíamos o lo sospechábamos? Para cometer un delito, aunque sea un simple adulterio, es necesario que se de la ocasión, ¿y qué mejor ocasión para el pederasta que un colegio donde los niños llegan por cientos?

Cuando yo era niño, y de esto hace mucho tiempo, mis amigos que asistían a un prestigioso colegio católico de A Coruña me contaban que los curas se metían por las noches en las camas de los alumnos internos para hacerles tocamientos o exigirlos. Nadie se escandalizaba demasiado en aquel entonces porque los abusos y malos tratos, incluso dentro del colegio, no eran raros del mismo modo que la injusticia se cebaba en parte de la sociedad, y además los internos eran de otra clase social.

Digamos que los hechos no nos parecían justos pero si usuales, y que contra el poder, entonces la dictadura y la Iglesia, me produce satisfacción pensar que hoy estos hechos serían denunciados y rechazados por todos los medios por alumnos y padres.

La capacidad de asombrarnos
Ahora aparecen casos de pederastia que realizan grupos organizados de religiosos, que las víctimas pasan el mismo sufrimiento y sentido de culpa de antes, y que los culpables han hecho de esta práctica un modo de vida. Ello hace que la capacidad de asombrarnos siempre se vea sobrepasada y mucho me temo que no haya leyes suficientes para juzgar estos hechos mafiosos de crear organizaciones para practicar la pederastia y el abuso de creyentes en sus directores espirituales.
Las agravantes son tantas que aquí no valen dimisiones o prohibir decir misa: aquí la sociedad exige la máxima pena, y si se pudiese prolongar, mejor. Cada día que salta una nueva noticia a mucha gente se le revuelve el cuerpo, y más cuando, al igual que en la política o los sindicatos, los responsables jerárquicos dicen no saber nada. ¿Para dónde miraban?

 

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