Una pasión rusa, Premio de Novela Histórica Alfonso X El Sabio 2015

Una pasión Rusa.
Una pasión Rusa.

La novela de Reyes Monforte hace descubrir al lector la apasionante vida de la española Lina Codina, casada con el gran compositor Prokófiev, en una época convulsa.

 

Una pasión rusa, Premio de Novela Histórica Alfonso X El Sabio 2015

La novela de Reyes Monforte hace descubrir al lector la apasionante vida de la española Lina Codina, casada con el gran compositor Prokófiev. Del glamour del París de los años 20 al horror de los campos de concentración de Stalin.

 

Impredecible, bellísima y dotada de un hondo sentimiento, como la música compuesta por el genial Serguéi Prokófiev, así era Lina, su musa, su amante y su esposa.

Nacida en Madrid en 1897, con apenas 20 años se enamoró perdidamente del que sería su marido, del hombre y también del genio. «La princesa Linette», «mi Avecilla», como la llamaba Prokófiev, comenzó junto al compositor la vertiginosa andadura que da cuerpo a esta novela, que transcurre en los grandes escenarios del siglo XX, desde el Nueva York de los rascacielos, al París de las vanguardias y el glamour, donde la pareja formaba parte del círculo más exclusivo de intelectuales y artistas: Coco Chanel, Hemingway, Picasso, Matisse, Ravel, Diáguilev...

Los años transcurrieron luminosos hasta que Prokófiev decidió regresar a la Unión Soviética, donde pretendía consagrar el éxito cosechado en el resto del mundo. Allí, tras los dramáticos tiempos de la Segunda Guerra Mundial, Lina fue acusada de «espía extranjera» bajo el terror estalinista, encerrada y torturada en la siniestra Lubianka y condenada a trabajos forzados en el gulag. Solo su fortaleza, su pasión por la vida y el amor indestructible que sentía por su marido le permitieron sobrevivir.

Desbordante de talento, fuerza y carisma, Lina Prokófiev es un asombroso personaje que, con este libro, por fin recibe el reconocimiento que merece.

Ni las paredes de frío cemento que unían o separaban unos barracones de otros, ni las necesidades vitales de cada día que hacían mella en su cuerpo eran suficientes para qué el pasar del tiempo no fuera más que eso “tiempo de espera”.

La privaron de una libertad mundana, la alejaron de una vida fácil o cómoda, pero no pudieron arrebatarle la libertad mental, los recuerdos acumulados y la felicidad saboreada lentamente que vivió junto al hombre que amo y amaría de por vida. Más allá de las medianeras de los calabozos o la brisa gélida que se colaba por mil sitios, Lina se sentía libre de espíritu. No existía alambrada lo suficientemente alta para que su mente no viajara al pasado, su salud mermaba como las horas de sol en otoño y a pesar de ello, era feliz reviviendo su maravillosa historia de amor...

Una pasión rusa nos relata la apasionante vida de Lina Codina, que siguiendo la estela del amor en un país lejano al suyo, tuvo que sobreponerse a las adversidades de una guerra ajena a ella y superar con coraje, valentía e ímpetu los obstáculos por el hombre que amo hasta el final de sus días, el gran compositor Serguéi Prokófiev.

 

Años atrás y correspondiendo a la invitación de una amiga, madre e hija acudieron al debut del joven pianista ruso Serguéi Prokófiev, en el Carnegie Hall neoyorkino; iniciarse en tan prestigioso recinto significaba la bendición de todo artista que por allí pasará como premonición de una exitosa carrera; el concierto, era un evento esperado por público y crítica; sé decía entonces, qué Prokófiev era el digno sucesor de Ígor Stravinski. La más selecta sociedad del momento y los conocedores de tal arte quedaron completamente atónitos ante tanto talento; todos fueron testigos del nacimiento de un genio. Terminado el concierto y haciendo gala de la concordia musical, fueron muchos los que tuvieron ocasión de saludar y felicitar al compositor. El impacto entre ambos jóvenes fue instantáneo y mutuo, Lina sentía verdadera pasión por la música y él por su exquisita belleza. Es misma noche Serguéi Prokófiev, inicio una carrera artística que le conduciría a las más altas estancias y ganaría el respeto mundial como gran concertista.

Sin miedo a nada, Lina y Serguéi,  comenzaron una idílica historia de amor que en principio no fue aprobada por Olga, la madre de ella, aunque el carácter de la joven se imponía y de una forma u otra conseguía sus propósitos. Lina, que por aquel estudiaba canto y se preparaba para ser cantante lírica, encontró en su formación la excusa perfecta para obtener el consentimiento familiar y poder seguir los pasos artísticos de Serguéi; en París formarían su primer hogar, codeándose con la flor y nata de la sociedad francesa, artistas de todas las tallas, músicos, escritores o la propia Coco Chanel, entre otros muchos.

Los años pasaban y juntos viajaron a lo largo y ancho del mundo, acumulando éxitos y sin pensar en más que triunfar. Se alojaban en hoteles de ensueño; el lujo les acompañaba como una composición más, mientras el resto del mundo no tenía que llevarse a la boca y miles de personas morían al compás de cada nota o cientos de personas eran recluidos en campos de concentración tan apretados como entusiasmados llovían los aplausos en cada concierto. Lina y Serguéi vivían en una burbuja paralela a la realidad mundial.

Formaban un emparejamiento peculiar; con un temperamento huidizo, Serguéi, se aislaba del mundo alegando nuevas creaciones o proyectos, mientras Lina acudía a tantas citas como podía, no se celebraba en la capital francesa fiesta o acto social que no reclamaran su asistencia, la hermosura y elegancia de Lina, la convertía en el centro de atención allí donde asistía; sin embargo, artísticamente eran el tándem perfecto, él se limitaba a tocar y ella, ejercía de secretaria y relaciones públicas del genio..

Con extrema prudencia Serguéi, nunca opinaba de la situación política que asolaba el mundo, a pesar de estar bien informado, él se justificaba manifestando: “No me interesa la política. Me siento ajeno a esto. Lo mío es la música”, aunque le rondaba por la cabeza la idea de volver a su país natal, sobre todo, después del éxito obtenido cuando acudió invitado por las autoridades rusas como concertista en los centros más significativos. Fielmente, Lina aceptaría su decisión, no sin cierto recelo, ella era española y la ciudadanía suponía un problema. Y regresaron.

Pocas cosas o ninguna sucedieron tal y como Serguéi planificó. El maestro parecía estar estancado, como sí su creatividad no hubiera viajado con ellos, tampoco su salud era tan sólida como las nevadas que cubrían los suelos y el frío parecía haber congelado su vena de musicólogo, se había sumergido en un bucle donde ascender era imposible y dejarse absorber era más cómodo, poco a poco, las autoridades iban limitando su territorio musical y Serguéi ignoraba todos los avisos que Lina le transmitía por el bien familiar y del propio genio. “Mi  música está más allá del tiempo y del espacio”.

El pasado se desplegaba en su memoria con total nitidez, cómo sí lo vivido hubiera ocurrido ayer, antes de ayer o la semana pasada. Dejó abierta las compuertas de su corazón y los sentimientos seguían fluyendo en cascada continua, donde ella nadaba a contracorriente.

Había estado años encerrada en Gulag Siberiano sin una acusación firme, pero nunca pudieron arrebatarle el profundo amor que seguía latiendo en su corazón por Serguéi Prokófiev, el gran amor de su vida y el único. Recuperar la libertad física no le devolvería nada de lo usurpado, pero la cruda realidad no era admitida sin lamentaciones, su carácter hispano seguía circulando por sus venas.  “Quien entre aquí no pierda la esperanza y que no se alegre tampoco el que salga. Quien no ha estado aquí acabará por entrar y quien ya ha estado no podrá olvidar” (Frase integra extraída de la novela).

Una pasión rusa nos relata la apasionante vida de Lina Codina, que siguiendo la estela del amor en un país lejano al suyo, tuvo que sobreponerse a las adversidades de una guerra ajena a ella y superar con coraje, valentía e ímpetu los obstáculos por el hombre que amo hasta el final de sus días, el gran compositor Serguéi Prokófiev.

Para esta recreación biográfica de Lina Codina, Reyes Monforte, recrea momentos de valor incalculable en la vida de su protagonista, las amistades que la rodearon, desde los grandiosos momentos de gloria vividos por la fama y el glamour, hasta los instantes más sobrecogedores, duros y humillantes que solo puede vencer el coraje y la fuerza de esta gran mujer.  Una narrativa impecable nos situará en parajes y escenas imposibles de trasladar en esta crónica.

Estimado lector, como bien supondrás, en estas breves líneas van concentradas algunas de las partes de la novela, el resto deberás leerlo en la novela y disfrutar de cada página al igual que yo.

La gran capacidad de Reyes Monforte, a la hora de transmitir sentimientos escribiendo está más que probada tal  y como confirma el premio obtenido con esta novela. En cada entrega, esta madrileña nos sorprende muy gratamente, ya sea desde la narrativa más dramática situada en los infinitos arenales del desierto o desde la más gélida Rusia entre los barrizales de los campos de concentración de Stalin. Maneja la péndola con gran sutileza, tanto en historias inventadas como reales. Sabe transferir los sentimientos exactos en cada situación, dejando al lector atrapado entre sus páginas de principio a fin.

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