París se inunda, pero la lluvia no ha venido para apagar las hogueras

París, 3 de junio de 2016. / RRSS
París, 3 de junio de 2016. / RRSS

París se inunda pero la lluvia no ha venido para apagar las hogueras de las barricadas, la lluvia ha venido a decirnos que rien ne va plus.

París se inunda, pero la lluvia no ha venido para apagar las hogueras

Como cada viernes antes de empezar a trabajar echo un vistazo a la prensa. Aficionada y amante de la fotografía, me he quedado perpleja e impactada. Una extraña mezcla de belleza y preocupación me han sobrecogido al ver que el agua alcanza la cintura de la estatua del Zouave del Puente del Alma o que la pirámide del Louvre se ve reflejada en el suelo, mas allá del estanque que la rodea.

A principios de la semana pasada, cuando se inauguró el torneo de Roland Garros, la preocupación era evidente. Las previsiones meteorológicas no eran buenas. Una semana después, y tras cuantiosísimas pérdidas económicas por los numerosos partidos anulados a causa de la lluvia, cortocircuitos y apagones incluidos, nadie sabe con certeza cuando van a poder jugarse las finales.

Los medios de comunicación internacionales, y la prensa francesa en general, se preguntan cómo uno de los torneos más representativos del tenis mundial, no dispone de instalaciones modernas y adecuadas para afrontar un problema tan recurrente y habitual como la lluvia en París en el mes de mayo.

Caminar en estos momentos por París no es un romántico paseo y no por la lluvia. A la latente amenaza terrorista y consiguiente prolongación del periodo de alerta, hay que añadirle la intermitente huelga de transportes en protesta a la nueva ley del trabajo que tiene a todo el país molesto y malhumorado.

Por otro lado, este año las calles de la capital no ofrecen a los aficionados una agradable alternativa a los parones de los partidos del torneo. Caminar en estos momentos por París no es un romántico paseo y no por la lluvia. A la latente amenaza terrorista y consiguiente prolongación del periodo de alerta, hay que añadirle la intermitente huelga de transportes en protesta a la nueva ley del trabajo que tiene a todo el país molesto y malhumorado. La Eurocopa por su parte, también se ve amenazada por estas mismas razones y los aficionados al fútbol empiezan a preguntarse si es sensato desplazarse a Francia en estos momentos. 

Estudiantes, sindicatos, funcionarios, y los que se suman porque no tienen otra cosa mejor que hacer, salen a las calles de las principales ciudades de Francia, pero sobre todo a la capital, para protestar por una propuesta de ley descafeinada que ha ido modificándose a lo largo de las semanas y que a pesar de haber cambiado considerablemente de la inicial, no acaba de convencer ni de contentar a nadie.

La lluvia no ha venido a apagar las hogueras de las barricadas, la lluvia ha venido a poner de manifiesto que rien ne va plus. ¿Dónde estás Hollande, que no te veo? ¿Qué le está sucediendo a nuestro país?

Hoy 3 de junio, el Louvre ha cerrado sus puertas ante el inminente peligro de inundación; los atascos habituales de los viernes en la región parisién tanto de salida como de entrada a la ciudad, se han duplicado; varias líneas de metro, de autobús o de trenes del extrarradio parisién, los RER, han sido anuladas; estaciones de metro tan populares y céntricas de París como Saint Michel, se han cerrado al público; ocho departamentos franceses están en alerta naranja, y en la ciudad de Nemours los coches bucean y en las calles los bomberos se pasean en barcas para rescatar a las personas más reacias a abandonar sus domicilios y sus pertenencias.

En la zona de La Loire entre París y Orleans, paso obligado para acceder a la capital desde el centro y sur del país por carretera, la autovía lleva dos días cortada y los transportistas y usuarios, o regresan por donde han venido, o se instalan en la cuneta para esperar. La lluvia en esta zona ha superado en tres días el equivalente a un mes y medio y más de cinco mil personas han sido evacuadas y reinstaladas en gimnasios y polideportivos.

Mientras tanto los bomberos con más de diez mil intervenciones realizadas, desde el inicio de las crecidas del los ríos, comprueban con estupor como en algunas ciudades, los niveles del agua superan a los de las grandes crecidas de 1910.

Así, al ver las fotografías esta mañana, la Torre Eiffel y la Estatua de la Libertad con los pies en el agua, me han recordado a niños traviesos ensuciándose y saltando en los charcos que su amiga La Seine ha decidido regalarle… ante los ojos incrédulos e impotentes de todos los que amamos este país.

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