Pandemia para la evolución

Una calle de Madrid desierta por el coronavirus. / @javierherce
Una calle de Madrid desierta por el coronavirus. / @javierherce
Muchas de las antiguas seguridades han pasado a mejor vida y las nuevas dudas y modos son buenas herramientas para mejorar,
Pandemia para la evolución

La adaptación a sucesivas dificultades ha contribuido, entre otras circunstancias, a la evolución humana. Así ha ocurrido en el pasado y si, como apuntase Demócrito, todo lo existente es fruto del azar y la necesidad, la inesperada crisis provocada por el coronavirus y los nuevos modos derivados de su presencia hacen evidente que este aquelarre (traducido, el “prado del cabrón”, y nada mejor para definir el nuevo escenario en que nos ha sumido el tal) ha puesto en jaque la posmodernidad y el escepticismo con que en los últimos tiempos se valoraban los supuestos avances de nuestra especie.

El tropiezo que ha supuesto la presencia del bicho, ha modificado algunos hábitos y quizá no siempre para mal. Para empezar, tal vez la menor frecuentación de los bares, cerrados o con aforo limitado, reduzca el consumo de alcohol. Las calles silenciosas podrían sugerir si acaso la quietud pueda obedecer a un exceso de cerumen en los oídos, propiciando la limpieza consiguiente aun sin resultado, y la mirada en lontananza, a la busca de otro ser vivo entre tamaña soledad, mejorará sin duda la capacidad y adaptación visual a medio plazo. Saludarse con los codos procurará mayor elasticidad articular  de codos, hombros y, en cuanto al uso de mascarillas, merece un punto y aparte.

Las gomas laterales propician unos pabellones auriculares más separados, lo que tal vez redunde en mejor audición y, caso de que las orejas de soplillo perjudiquen la estética, siempre existe el recurso de colocársela al revés. Limpiarse a cada poco los cristales de las gafas, por mor del aliento condensado tras la tela, terminará por convertirse en costumbre y es el mejor remedio contra migas u otras partículas pegadas a ellos, facilitando la clarividencia; y a mayor abundamiento sobre los beneficios del antifaz, se acabó -por la mayor dificultad de acceso- lo de sacarse los mocos cada dos por tres a falta de mejor entretenimiento. A todo eso hay que sumar la incorporación de nuevos vocablos al lenguaje empobrecido de años anteriores, mejorado tras la difusión entre el pueblo llano de términos como incidencia y prevalencia, confinamiento, desescalada, aforo, gotícula, ribonucleico o nueva normalidad.

Por concluir, muchas de las antiguas seguridades han pasado a mejor vida y las nuevas dudas y modos son buenas herramientas para mejorar, así que no se les ocurra tomarse a broma todo lo anterior. Como se ha hecho patente, al sapiens, con todo y sus cien mil años hasta llegar aquí, le queda aún un largo trecho por recorrer en pos de la perfección, aunque ya algo menos con pandemia de por medio. ¡Si Darwin pudiera verlo…! @mundiario

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