La obra literaria: ¿mecanismo de transformación social o expresión artística?

Portada de una edición de Lazarillo de Tormes.
Portada de una edición de El lazarillo de Tormes.

Es así como la obra literaria trasciende las fronteras de espacio y tiempo, protesta contra el sistema, o intenta vaciar los sentimientos que agitan la psicología de un poeta melancólico.

La obra literaria: ¿mecanismo de transformación social o expresión artística?

Es así como la obra literaria trasciende las fronteras de espacio y tiempo, protesta contra el sistema, o intenta vaciar los sentimientos que agitan la psicología de un poeta melancólico.  

La literatura es entendida como una expresión propia de un individuo dado en unas coordinadas espacio-temporales determinadas, que son determinantes en la producción de la misma. Es, por lo tanto, una expresión personal, humana. Pero además de esto, hay que señalar que es una obra de arte hecha con su propio instrumento: la palabra.

Se trata, por otro lado, de una actividad mental creadora, una inspiración interna o externa, y que depende de la personalidad del creador, su capacidad evocadora, las percepciones personales que tiene del mundo y su modo de ver e interpretar las cosas.

El escritor escribe con una finalidad concreta que lo ha movido a hacerlo, siendo esta finalidad dependiente del entorno social y del devenir histórico en el que se sitúa el sujeto. La creación literaria, según Gaeton Picón, emana de una necesidad interior, de un impulso irreprimible, pero no deriva de propósitos y razones. En tal caso, el escritor escribe porque quiere desprenderse de una cosa, no para crear belleza.

Otras veces ocurre que el escritor escribe, en palabras de Diego de Torres Villarroel, con el mero hecho de “vaciar sus melancolías o sus aprehensiones”, y que los libros no son más que una “copia de las almas de sus autores”. Por otro lado, está también Marcel Proust, para quien el novelista es como una esponja que, tras ir empapándose de la vida a lo largo del transcurso del tiempo, desemboca todo su líquido en la novela.

Si bien es cierto, tal como lo hemos señalado anteriormente, que la literatura es la expresión de un individuo, no es menos cierto, por otro lado, que es a la vez la expresión de una colectividad, por medio de la manifestación de sus creencias y sentimientos comunes. En este sentido, es considerado como el intérprete de la humanidad, más aun, es el que muestra a sus semejantes el drama universal en el que todos vivimos. Es por esto por lo que Alfonso Reyes resta importancia a los adornos literarios, abogando por un tipo de literatura que se centre en el hombre mismo.

De ahí que surja la cuestión de si la literatura hay que verla como un juego de formas, una mera representación artística, o si por el contrario, hay que interpretarla como expresión del hombre.

No faltan quienes ven en la literatura un medio para comunicar algo, transmitir un mensaje, una toma de conciencia ante la degradada situación que afecta al hombre, pero también como arma revolucionaria, una herramienta capaz de transformar el mundo y desmontar los viejos arquetipos y modelos sociales. Los numerosos escritores españoles exiliados durante la Guerra Civil española, nos dan cuenta del peso que supone la producción literaria en el panorama político del país. Es por ello por lo que Vicente Aleixandre considera la poesía como la comunicación de algo que desasosiega, desagrada o hace rebelar a un poeta dado contra el sistema reinante, pero también puede ser simplemente una comunicación íntima, de los sentimientos que experimenta dicho poeta (amor, desesperación, etc.), o incluso una comunicación mucho más intelectual, relacionada con su propio modo de reflexionar sobre algunas cuestiones universales (la fugacidad del tiempo, la muerte, la existencia, etc.). Así, además de la necesidad íntima que mueve a una persona a escribir, está también la visión social de la comunicación que propugna Robert Escarpit “como medio de promoción, de toma de conciencia e incluso como agente de revolución”.

A la afirmación que sostiene Jean-Paul Sartre acerca de la idea de que “el escritor habla a sus contemporáneos, a sus compatriotas, a sus hermanos de raza o clase”, hay que añadirle la existencia, asimismo, de obras que trascienden las barreras de espacio y tiempo y se extienden a los hombres de otros países y de todas las épocas. Por citar solo algunos ejemplos, Shakespeare, Cervantes, San Juan de la Cruz, Calderón de la Barca, Dostoievski, han llegado a manos de diferentes culturas y razas.

Buher concibe tres funciones básicas del lenguaje:

> Nocional, informativa;

> Expresiva, que ofrece datos sobre el estado anímico del emisor;

> Apelativa que tiene por objeto influir sobre el receptor;

Estas tres funciones se verán desarrolladas y amplificadas a cinco funciones por parte de Román Jakobson:

> Función expresiva;

> Función conativa (que mueve al receptor a que haga algo);

> Función fática (que verifica la permanencia del contacto);

> Función metalingüística (cuando el lenguaje se centra en el lenguaje mismo);

> Función poética; 

La obra literaria nos transmite los modos de vivir de una época determinada, el ambiente de espíritu reinante, las distintas visiones acerca del mundo, pero también los tipos de sistemas que estaban vigentes en aquél entonces. Por citar solo un ejemplo, "El lazarillo de Tormes", obra escrita durante la literatura renacentista, es una muestra muy ilustrativa de un tipo de novela que nos ha pintado un rico cuadro sobre las formas de vivir de la sociedad española renacentista (costumbres, tradiciones, creencias, etc.), pero también ha desnudado ciertas facetas corruptas tanto del poder como de la sociedad misma. Por consiguiente, la obra literaria sobrevive a lo largo del tiempo, pudiéndose ser leída en cualquier tiempo y espacio, siéndola siempre aquélla que en un principio fue. Después de varios siglos, todavía podemos apreciar en "El lazarillo de Tormes" la idiosincrasia de la sociedad española renacentista. Todo ello, nos lleva a pensar que la obra literaria es algo perenne, vivo, perdurable a lo largo del tiempo, a diferencia de la ciencia que se caracteriza por su innovación, fugacidad y cambios continuos.

Acabamos estas reflexiones con las afirmaciones de Baudelaire y Marcel Proust acerca del compromiso que deben asumir el poeta y el arte en general. Para el primero, la misión principal del poeta es protestar contra el entorno en el que vivimos, mientras que para el segundo, Marcel Proust, el arte tiene que expresar la esencia que subyace en nosotros, y que es subjetiva e incomunicable.

Comentarios