Obdulio y el Mustang

Mustang en la carretera / autotribute.com
Mustang en la carretera. / autotribute.com

Mi amigo del alma me trae uno de esos cuentos de humor-con-objetos que a veces se le ocurren. O, como él los llama, relatos de “humor objetivo en primera persona”. Aquí se los dejo.

Voy caminando despreocupadamente por una calle de Miami Beach, cuando de pronto un coche rojo se me acerca y, luego de tres o cuatro acelerones, me hace un guiño de luces y me habla:

— Hola, sé que no tengo que presentarme porque todo el mundo me conoce, pero por si no te has percatado: soy Mustang, el auto más musculoso de las autopistas miamenses. ¡Mucho gusto!

— El gusto es mío-, respondo. —¿Qué haces en este soleado día de junio, coche con nombre de potro?

—Mi dueño trabaja por aquí cerca, pero no termina hasta dentro de un rato y estoy aburrido. ¿Te molesta que conversemos?

— Para nada, al contrario. Dime, ¿cómo te sientes en Miami, sabiendo que tantos jóvenes quieren tener un coche como tú?

— ¡Feliz! Los muchachos conocen mi aceleración y como dejo detrás a todos los demás carros que intentan competir conmigo. ¡Eso les encanta! Y el rugido inconfundible de mi motor de 435 caballos les fascina. Es como si todos mis hermanos bajo el capot relincharan a la vez. 

— Ya veo. Tremenda bulla que hacen tus hermanitos, por cierto. ¿Y cómo te trata tu dueño?

— ¡Me adora! Soy como un hijo para él. A mí me gusta verlo sentado al volante, seguro, confiado, con esa sonrisa triunfal que se ensancha bajo sus gafas de sol cada vez que pasamos a otro auto a toda velocidad. Pero lo que más disfruto es sentir como él me acelera en espacios reducidos, en el parking de un centro comercial, por ejemplo. ¡Ahí sí que se destaca mi dueño! Hay que ver la manera en que me hace rugir y como la gente se quita del medio, temerosa, cuando paso raudo y veloz por su lado, casi atropellándolos, jejeje. En ese momento la sonrisa se le ensancha más aún en el rostro. Sobre todo, cuando le gritan: “¡ANIMAAAL!”

— ¿Eso le gritan?

— Así es. ¡Desconsiderados que son! Mi dueño podrá ser un animal, pero no uno cualquiera.

— ¿Ah, no?

— No. Él, como yo, es un purasangre. Y me disculpas, pero ya me tengo que ir. ¡Chao!

Veo alejarse al Mustang calle abajo y, en la medida que el rojo de su carrocería se disuelve en el tránsito, me pregunto quién será más caballo: ¿el dueño o él? @mundiario

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