Un nuevo mini cuento de horror

Ojos verdes en la oscuridad. ¡Qué miedo! / feelingshiny
Ojos verdes en la oscuridad. ¡Qué miedo! / feelingshiny

Dice Obdulio que lo que van a leer a continuación es pura ficción. Sin embargo, a mí me da la impresión de que esto le sucedió a mi amigo en la vida real, pero le da vergüenza confesarlo.

Un nuevo mini cuento de horror

Los ojos

3:30 am

El peso en el bajo vientre hizo que el hombre se despertara de un sueño de cascadas y ríos crecidos. Con ojos semicerrados caminó hacia el baño, cuidando de no chocar con los muebles ni pisar a su perrita. En modo alguno quería despertar a su mujer, que dormía plácidamente en la otra mitad de la cama. Abrió la puerta del lavabo, pero se quedó petrificado antes de entrar: dos ojos verdes lo miraban fijamente desde la oscuridad. Con respiración agitada regresó al lecho y se escondió bajo las sábanas.

4:05 am

La presión en el bajo vientre continuó creciendo por minutos y el hombre trató de convencerse de que todo era parte de un nuevo sueño, de panteras en una noche lluviosa esta vez. Decidido, volvió a levantarse y se dirigió al baño. Cuando abrió la puerta comprobó que los ojos seguían allí, acechantes. Sudoroso, volvió a esconderse bajo las sábanas. La perra le dedicó una mirada de puñales por haberla despertado de nuevo.

4:38 am

El hombre acumuló el poco valor que le quedaba y corrió al retrete… sólo para detenerse, espantado, ante la imagen de las dos esmeraldas que brillaban en la oscuridad. Temblando de pies a cabeza, buscó refugio bajo las cobijas una vez más. La perra le gruñó, amenazante. En su apuro le había pisado una pata sin querer.

5:19 am

El chillido de su mujer lo despertó, sobresaltado. “Pero, ¿qué es esto? ¿Te orinaste en la cama? ¡No lo puedo creer…! ¿Qué…? ¿Unos ojos…? ¿Dónde…? ¡Serás idiota! ¡Son las luces del secador de pelo que compré! Lo dejé cargando anoche. ¡Camina y echa a lavar todo esto ahora mismo! Yo me voy a dormir al cuarto de la niña”.

5:25 am

El hombre tuvo que acostarse en el suelo, junto a la perra, pues la cama había quedado empapada hasta el colchón. Cinco minutos más tarde, sonó la alarma. No le quedaba más remedio que levantarse e irse al trabajo, pero el hombre calculó que podía dormir unos instantes más. En eso estaba, cuando sintió un chorro tibio que le caía en el rostro. Se incorporó de un salto y comprobó lo que temía: su adorada perrita, con una meada antológica, se vengaba así de una noche en que ella tampoco había logrado conciliar el sueño. @mundiario

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