Las novedades preelectorales en educación no son lo que parecen

Rivera, Sánchez e Iglesias, en El País.
Rivera, Sánchez e Iglesias, en El País.

Ni los presentes en el debate de Internet ni el ausente pasaron de rozar algunos asuntos. El medio sigue siendo el masaje, también en estos asuntos.

Las novedades preelectorales en educación no son lo que parecen

Para quienes sólo lean El País, el lunes 30-N ha sido un día crucial en la historia, al menos la del periódico. La tipografía de primera página y presentación correspondiente de la casi única noticia, más el espacio dedicado en el interior al gran acontecimiento del primer debate digital preelectoral que el propio periódico había promovido, hablaban de algo trascendente, incomparable a todo lo demás que hubiera sucedido en el mundo. Los tres candidatos del centro político –tres, eran tres- con más posibilidades de refrendar en las elecciones del 20-D su condición de tales saludándose, contentos de haberse conocido, era la gran noticia. Esto es lo que comunicaba el periódico presuntamente independiente, otrora presunto intelectual colectivo que diría Gregorio Morán. Parece que quisiera contarnos que deberíamos estar contentos porque era un centro guapo y con posibilidades de que todo siguiera más o menos como siempre, por la buena senda posible por donde debe ir quien sigue siendo un advenedizo a la periferia económica.

El fondo de la mediocre tranquilidad venía de que la derecha gobernante -que más arriba de Los Pirineos no tendría tal ubicación parlamentaria-, con su 25% de fieles aguerridos ni apareciera por el plató. Con ese caudal de votos seguros, algo seguirá pintando. Incluso, puede que controle el posible gobierno que salga de las urnas. Quienes parecen resignados a su suerte marginal son los que dicen ser la izquierda de verdad y otras formaciones en que bajo pretexto de nacionalismo admiten coloraciones de todos los gustos. De resultas de lo cual, el próximo Parlamento, básicamente centrista, habría de centrarse en lo que suele hacer el centro, políticas ya conocidas que no causarán gran inquietud al IBEX-35 y aledaños. La gran novedad del “debate” fue que ayer se pudo ver y oír más normalidad en lo que se dice y en cómo se dice, y menos acritud que varios miles de veces en la última legislatura, lo que presagia más sensatez para llegar a algunos acuerdos de futuro que están por ver. Dada la superficialidad  de lo oído y visto en esta sesión, no cabe precisar todavía cuáles puedan ser

Si lo que de educación hablaron pudiera servir de paradigma, no parece que se vaya ir muy lejos. Tres escenarios, más divergentes que coincidentes, salieron a relucir en lo poco que las políticas educativas robaron tiempo a la representación. Y son intercambiables los acentos de quién los haya dispuesto. Ampliar la obligatoriedad escolar hasta los 18 años en que insistió uno de los tres, en su apariencia de novedad nada dice acerca de cómo resolver el problema que manifiesta el sistema educativo en 4º de ESO al decir que “han fracasado” a los 16 años siempre más del 20% de estudiantes sin que nadie se inquiete. Y más problemático es si, mirando hacia atrás, se advierte que el “Libro blanco” de 1989 decía algo similar –aunque con cifras más abultadas-  de los adolescentes que entonces tenían 14 años y hacían EGB y no titulaban. Claro que peor la tenía la generación que en 1953 tenía debía ir a la escuela y no había o no podía. Aquel año  Ruiz Jiménez advirtió a aquellas Cortes de entonces lo mal que estaba el patio escolar cuando hizo su reforma de las Enseñanzas Medias. Todavía había muchos miles de escuelas unitarias, con más de 50 chavales dentro o por las cercanías,  como las que 27 años antes había descrito Luis Bello en su Viaje por las escuelas de España. A fe que era así. Julia Varela, gran investigadora de nuestro sistema educativo, hizo hablar a quienes lo vivieron en un área tan bella como la Ribeira Sacra. Quienes hablan son los paisanos que ahora peinan canas y dicen cómo era la escuela que algunos de ellos conocieron.  Muchos otros, ni eso. La cuestión es por qué sigue sucediendo gran parte de lo mismo aunque disfrazado de otras palabras de despiste como “fracaso”, cómo piensan cambiar ese deterioro acumulado y si, a pesar de ese gran problema histórico, siguen pensando en difuminarlo a los 18 años como una gran aportación a una mejora de la enseñanza de todos.

 La otra novedad que allí pasó en un momento a primer plano, pero que tampoco es tal, es la de los posibles formatos MIR de la formación inicial exigible a futuros profesores. El primer conflicto que plantea  es la difícil atribución de quién haya sido el adelantado en proponerlo. Conozco a quien lo propuso ya en i983, cuando los ICES estaban en pleno desarrollo a cargo de las universidades después de la LGE de 1970. Ni la universidad tuvo demasiado interés ni había dinero para la propuesta. Entre tanto inconveniente, la rutinaria vida de los CAP alcanzó hasta 2009, en que unos másteres pronto denostados, prácticamente por lo mismo que los ICEs, les han suplido. El segundo problema –amén de otros- es que esta novedad fue ensayada ya antes de la República y a ello se dedicaban los centros del Instituto-Escuela. La Gaceta de Madrid es fácilmente consultable y ahí está su reglamento de julio de 1918. Esto quiere decir que nos hemos perdido como mínimo 76 años con el sistema que ahora suscita tanto entusiasmo redentor, lo que equivale a igual número de promociones de alumnos y de “otros profesores y maestros” que debimos tener y no tuvimos. La mejor prueba de ese fracaso es que, después de tantos años de legislación en el BOE, la LOMCE propugna un tipo de profesor que más parece un zombi redivivo de la década ominosa de Fernando VII, teledirigido ahora desde la OCDE, no muy apto para procesos de enseñanza-aprendizaje en la edad más compleja, la de la adolescencia. Si se quiere continuar por esa línea del MIR el viejo programa del Instituto-Escuela, tan denostado por los pedagogos franquistas, sigue teniendo gran interés. No será fácil porque lo que más luce parece que sea la “novedad”. Pero no estaría mal, porque, ya lo sabían entonces, en este sistema no basta tocar una tecla, hay que tocar muchas al mismo tiempo para que también el MIR o como quiera llamarse no se quede obsoleto antes de nacer.

Y la tercera novedad relevante, en que los tres jóvenes aspirantes entretuvieron un rato al personal,  fue volver al  “Consenso”, el ya viejo talismán que podría poner cordura en las alternancias de las últimas legislaturas, empeñadas en volver siempre al viejo afán de  Sísifo de empezar otra vez de cero que tanto cansa y conduce a los más voluntariosos a la indiferencia. Quien sabe dar buenos consejos sobre esto es Gabilondo que lo intentó. Debería encargarle ya el Ministerio correspondiente para que lo intentara de nuevo si ahora le dejan. E inmediatamente, habría que poner en Exteriores a alguien que sepa lidiar con el Vaticano, la OCDE y lo que se ventila en Bruselas, porque si no se podrá plantear nada: la educación es terreno ya acotado. El peso del Vaticano ya ni se sabe de cuando viene, porque los Acuerdos del 76-79 remiten a los visigodos y a Teodosio como mínimo.  Según qué revisionista histórico se escoja, todavía hay quien hace  equivaler “católico” y “natural”, lo que tiene mucho mérito, porque no repara en que en muchas otras partes del mundo –sin que se explique por qué-  ni de lejos es así. Lo de la OCDE viene explícitamente de 1961 e, indirectamente, de 1953, del 23 de septiembre en que, a cambio de soberanía, los americanos nos dejaron modernizar algo la vieja autarquía sin que les importara mucho la dictadura. La LGE de 1970 nació con esas bendiciones y aquel “Proyecto mediterráneo” sigue vivo, con el liberalismo económico y sus ganancias como bandera principal.  Y a propósito del TTIP y TISA  que tan medio secretamente se están gestando en Bruselas, no dejen de interesarse porque va de lo mismo pero más en grande y para toda la UE: cualquier asunto que le cueste unos céntimos más a una multinacional cualquiera –el conocimiento, por ejemplo-  parece que vaya a ser la ciudadanía quien tenga las de perder.

También era novedad, pese a lo predecible, algo que pasaba fuera de ese plató. En nombre del ausente, y relativo a educación, ya se celebraba que J.A. Marina había entregado al Ministerio el día 28 el “libro blanco sobre la profesión docente” que le había encargado Méndez de Vigo. Dicho por el propio Marina, la idea era clara: tenía que estar listo para darle cancha “en el debate educativo de la campaña electoral” .  Ya ha venido jugando ese papel en la precampaña de días pasados, al ofrecerle al actual ministro la cobertura aparente de dialogante e intentar dulcificar algo una gestión nefasta del no menos nefasto proyecto educativo del PP. Hay que tener una alta dosis de indiferencia para, a estas alturas de la película y sin inmutarse por lo realizado ni mostrar voluntad alguna de revisión de los daños infligidos al sistema educativo desde los decretos de 2012,  decir ahora que se quiere “abrir un debate social para impulsar el pacto social sobre la educación que conducirá ineludiblemente al Pacto de Estado”. Así de sencillo y sin contar para nada con quienes durante estos años han estado peleando día a día y codo, llámense sindicatos, mareas, padres, estudiantes, profesores o maestros anónimos. Menos mal que sólo es un borrador, que estamos en 2015…. y podemos decir que no nos creemos nada. Si primero te han dicho que se estaba cayendo la casa y ahora te dicen que con pintarla un poco basta, por mucho que nos gustara el color elegido no dejaríamos de pensar en esa manía de sabiondos de coger siempre el rábano por las hojas. Hay soluciones políticas que son un inmenso problema.

¡Cuidado con las novedades! Todavía pueden verse rancios comercios de novedades, donde lo habitual es que vayan a parar viejísimas o muy desastradas piezas textiles que no te vas a poner aunque te paguen.

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