Nos escandalizamos ante la xenofobia contra el español, pero ¿la merecemos?

Sede del Instituto Cervantes, en Madrid.
Sede del Instituto Cervantes, en Madrid.

Ante polémicas como la desatada por Robert Downey Jr, cabe preguntarse si los propios hispanohablantes impulsamos el sentimiento de inferioridad y complejo ante nuestra lengua y cultura.

Nos escandalizamos ante la xenofobia contra el español, pero ¿la merecemos?

Ante polémicas como la desatada por Robert Downey Jr, cabe preguntarse si los propios hispanohablantes impulsamos el sentimiento de inferioridad y complejo ante nuestra lengua y cultura.

Hace unos días, el actor Robert Downey Jr. se vio envuelto de nuevo en la polémica con unas declaraciones veladamente racistas contra el oscarizado director de cine Alejandro González Iñárritu, mexicano y artífice de la película triunfadora de la última edición de los Óscar, Birdman.

Downey Jr. se mofó de la condición de hispano del director, dejando caer que su origen y su idioma nativo –el español– son inferiores al inglés.  Como era de esperar, sus declaraciones provocaron una oleada de críticas e indignación en las redes sociales, sobre todo procedentes del mundo hispano y, especialmente, de México, que actualmente es, de largo, el país con más hispanohablantes del mundo, seguido del propio Estados Unidos.

Como hispanohablante y español, entiendo y me solidarizo con la indignación que desataron las palabras de Downey Jr. No podía ser menos. Sin embargo, no tengo claro hasta qué punto esa xenofobia lingüística –y me temo que también racial– no es alimentada en cierta medida por nosotros mismos. Y me explico.

El Instituto Cervantes y otras entidades se llenan la boca con cifras que avalan la importancia del idioma español en el mundo: hablado por 500 millones de personas en no sé cuántos países, etc, etc. Pero al mismo tiempo nos fustigamos porque con el español no vamos a ningún sitio. Sabemos que el inglés es indispensable y nunca está de más saber idiomas, pero ¿por qué ese complejo? ¿Por qué el inglés es indispensable y parece que el español no?

La clave está en el dinero

La clave, una vez más, hay que buscarla en el poderoso caballero Don Dinero. ¿Por qué España, el segundo idioma más internacional, apenas cuenta en la Unión Europea frente a idiomas mundialmente residuales como el alemán? No hay más que comparar sus PIB y su poder económico y obtenemos la respuesta.  El alemán está donde está porque es una potencia económica de primer orden. España, no.

Pero es que en terrenos en los que supuestamente el español juega con ventaja, como es Latinoamérica, la influencia del gigante estadounidense es total, condicionando no solo su forma de expresarse, titular sus noticias, sino también su estilo de vida. Puede que españoles y latinoamericanos compartamos el mismo idioma pero, ¿no está más próximo nuestro estilo de vida al de un francés o un italiano?

Y, para despejar algunas dudas, podemos echar un ojo a lo que sucede en el “laboratorio” norteamericano. Sabemos hasta la saciedad que los hispanos en Estados Unidos tienen cada vez un mayor peso demográfico y que están extendiendo el español en la primera potencia mundial. Pero, ¿es esto realmente cierto? ¿Hasta qué punto?

Lo que parece constatar la realidad es que el español se circunscribe casi exclusivamente a los barrios latinos de grandes ciudades, como es el caso de Nueva York y se emplea en un ámbito familiar. Apenas hay apellidos hispanos en los grandes nombres de Wall Street y el inglés se vuelve el único idioma de los latinos cuando acceden al mercado laboral. ¿A qué nos suena esto? Sí, a una especie de lengua de segunda clase, “oprimida” por el idioma que controla la “pasta”: el inglés.

Ante esto, nuestra reacción podría ser de indignación, de rebeldía, pero sucede todo lo contrario: despierta en nosotros una especie de complejo de inferioridad que asumimos con total normalidad. ¿No somos nosotros mismos los que nos consideramos menos que los ingleses o angloparlantes? Yo creo que sí.

Algunos dirán que para tener ese orgullo necesitamos precisamente lo que hace a los anglosajones tan prepotentes: el dinero. Pero el mundo hispano tiene dinero y mucho potencial. ¿Lo estamos aprovechando? ¿Qué hacen nuestras grandes compañías fuera? ¿Crean su propio estilo y lenguaje o adoptan los neologismos ingleses que tan ridículos suenan en español, como “green light”, “look and feel”, “budget”, “business development manager” y un sinfín de palabros?

No debemos olvidarnos de que la hegemonía económica siempre tiene fecha de caducidad y cambia de manos a lo largo de la historia, pero hay otros aspectos, como la lengua, la cultura y la identidad que perduran y que, bien manejados, pueden ser un catalizador de ese poder económico que tan fácilmente desechamos y que nos convierte en ciudadanos de segunda, como gráficamente expresó Robert Downey Jr.

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