No quiero tu piropo, quiero tu respeto: lo que algunos hombres no entienden

Mauricio Macri.
Mauricio Macri, alcalde de Buenos Aires.
No quiero tu piropo, quiero tu respeto: lo que algunos hombres no entienden

De algún modo, todavía coletea, en las mentes más retrógradas, aquella costumbre ancestral de agarrar a la parienta por el pelo y arrastrarla al fondo de la cueva.

 

Esta semana se ha montado una buena en Argentina. Resulta que al alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri, le parece estupendo que las mujeres de esa ciudad reciban halagos groseros por parte de sus conciudadanos. Por lo visto, hay una ONG que ha lanzado una campaña publicitaria para disuadir a aquellos tipos que, a la primera de cambio, sueltan una barbaridad al sexo opuesto. Según el edil, parece ser que cualquier mujer debería estar dispuesta, cual servil doncella, a recibir un improperio del macho dominante. A saber: "¡Cómo te chuparía las tetas, morocha (morena)", "Gordita, te hago todo menos upa (alzar en brazos)", "¡Qué culito, mi amor!", "Rubia, te hago de todo", "Mami, si te agarro, te hago otro hijo", etc. Todos ellos, por cierto, recogidos a pie de calle por dicha organización.

No puede entender nuestro Mauricio, que detrás de estas palabras, o mejor dicho, de estos ofrecimientos no solicitados, se esconde una violencia verbal que se estampa contra la otra persona. A pesar de vivir en países desarrollados, dotados de unas garantías en el sistema educativo y una sociedad avanzada, todavía a algunos individuos les cuesta entender que cuando la mujer dice “no” es “no”, o que si decide vestirse una minifalda no es para provocar, o que si se muestra amable o simpática con su contertulio no significa que se quiera acostar él. Es decir, que de algún modo todavía coletea, en las mentes más retrógradas, aquella costumbre ancestral de agarrar a la parienta por el pelo y arrastrarla al fondo de la cueva. A todos los que piensan así los enviaría yo al planeta recién descubierto, Kepler-186f, con billete solo de ida, en una nave comandada por Mauricio. Para que, al llegar allí, fundaran una nueva era donde las hembras, eso sí, no tuvieran cabida.

 

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