Venganzas tardías con sabor dulce: no dejó que nadie le aplastara sus ganas de vivir

Hay que ser muy valiente para cruzar esa puerta, cuando la lencería que ves no es tuya.
Hay que ser muy valiente para cruzar esa puerta, cuando la lencería que ves no es tuya.

Mi hermana encontró unas bragas desconocidas colgadas en la puerta del baño de su habitación y, aún así, sospechando lo que se podía encontrar al otro lado, entró. Nació valiente.

Venganzas tardías con sabor dulce: no dejó que nadie le aplastara sus ganas de vivir

Elena y yo nos criamos juntas, bajo el mismo techo y con igual educación; aunque no lo parezca. Por eso, cuando éramos pequeñas, yo me reía de ella diciéndole a todo el vecindario que ella era rubia y simpática, tan diferente a mí, porque era adoptada.

Siempre le he tenido envidia, la verdad, es la felicidad en persona.

No parecemos hermanas. Ella es alta y rubia, yo… al contrario. Estatura media, más bien baja, y morena. Elena es muy coqueta, siempre a la última moda y con sus labios rojo pasión, en cambio yo soy más perezosa para eso, con mis pitillos y unas zapatillas, soy feliz. Personas tan diferentes que acabaron, en pocos meses, encontrándose la misma situación al abrir la puerta de su casa. Mi hermana encontró unas bragas desconocidas colgadas en la puerta del baño de su habitación y, aún así, sospechando lo que se podía encontrar al otro lado, entró. Nació valiente. Allí estaba su marido, en la ducha, muy bien acompañado de una chica que podía ser su hija.

¿Qué hizo ella?

Se echó a reír, a carcajadas. Le hizo la maleta a su marido, se la puso en la puerta y continuó su vida, sin dejar que nadie le aplastara sus ganas de vivir. Así es ella, siempre te sorprende.

Mi caso fue similar, pero no tuve que ser valiente para decidir abrir la puerta del baño. Salí antes de trabajar porque no me encontraba muy bien -qué típico-, abrí la puerta y ahí estaban, en la entrada, encima del mueble, mi primer amor con la vecina del quinto, que yo ni sabía cómo se llamaba.

¿Qué hice yo?

Agarré a la vecina por los pelos, la separé de mi marido, y la eché a las escaleras tal y como estaba, con el sujetador como única prenda.

A mi marido le tiré un jarrón que adornaba la entrada. 

Después de gritarle un buen rato, cogí su ropa y se la fui lanzando por la ventana. Aquí creo que fue el momento exacto donde perdí los papeles.

Demasiado temperamento para una sola persona, además de muchas horas de terapia con el psicólogo.

Mi mejor terapia fue volver a estar con mi hermana, salir de caza, como me dice ella. He cambiado mis Munich por unos zapatos rojos de tacón de aguja.  Creo que mi ira asesina ha ido desapareciendo con cada carcajada nuestra. Noches en las que empiezas con un Cosmopolitan y acabas haciendo rabiar a un chico de tu instituto que, cuando tú querías, él no. Ahora él quiere y tú, con ayuda de tu hermana, le vas haciendo ver que no te apetece acercarte a su camisa de cuadros y mucho menos a sus sábanas. Venganzas tardías con sabor dulce.

¿Me permitís daros un consejo? En este nuevo año, rodearos de gente que os provoque lo que yo llamo sonrisa reflejo. Aunque en un momento dado, no os apetezca sonreír, si os rodeáis de gente a la que queréis, vuestros labios cambiarán de posición solos. Y si podéis olvidaros del año de nacimiento que reza vuestro carnet de identidad, aunque sea un solo día, la terapia surgirá un efecto mucho mejor.

Merece la pena ser feliz, de verdad.

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