Unas mujeres buscan privilegios mientras otras sueñan con la igualdad

Letizia Ortiz. / Casa Real
Letizia Ortiz. / Casa Real

La lucha feminista se ha roto entre aquellas que sufren su inferioridad física y otras que adoptan los derechos mientras utilizan sus privilegios de mujer. El ejemplo es Letizia.

Unas mujeres buscan privilegios mientras otras sueñan con la igualdad

La lucha feminista se ha roto entre aquellas que sufren su inferioridad física y otras que adoptan los derechos mientras utilizan sus privilegios de mujer. El ejemplo es Letizia.

La lucha del feminismo por la igualdad de derechos con el hombre se ha descompuesto en partes que cada mujer utiliza según las circunstancias. Letizia nos ha dado un claro ejemplo de esto en sus salidas nocturnas por su querido barrio de Malasaña y en compañía de sus amigas de toda la vida, visitando bares modernos de la zona vestida de forma sencilla y relativamente barata como corresponde al ambiente. Todo perfecto y no hay nada que alegar ni como mujer ni como reina porque el comportamiento pertenece al acuerdo a que hayan llegado con la pareja como cualquier otra, para eso está en su tiempo libre. Su marido, el Rey, estaba mientras trabajando en Alemania, y ahí me surge la primera pregunta: ¿tienen los mismos derechos? Mucho me temo que no. Si Doña Letizia hubiese estado trabajando en otro país y don Felipe sale de farra con los amigos hasta las dos de la madrugada, no tengo muchas dudas de que sería severamente criticado.

Claro que esto también lo hacía doña Sofía con la única diferencia que sus amigas eran otras y sus aficiones también. Viene esto a cuento de la deriva del movimiento feminista en partes. La que acabamos de ver, aquellas mujeres que adquieren todos los derechos que tenía el hombre en exclusiva y los sobrepasan. Los datos indican que aquello que criticaban ahora es una gran afición: así, ya fuman o se emborrachan más que los hombres, lógicamente hablando de las mujeres jóvenes y no de las maduras que han recibido otra educación, libertades y ejemplos. Este movimiento está más presente aún en la larga adolescencia actual donde muchas chicas se ofenden si un hombre les separa la silla para que se sienten o pretende pagar la cuenta él solo, mientras utilizan ya de forma generalizado todos los tacos e improperios masculinos sin molestarse en inventar otros nuevos. 

Hay un segundo grupo de aquellas que viven en un mundo donde lo físico sigue dominando y difícilmente han logrado cambio alguno. Es cierto que ahora pueden fumar o tomarse una copa en un bar, pero también tienen riesgos de que le den una paliza al llegar a casa, de que la maltraten y hasta de que la maten. Este tipo de mujer, por desgracia aun abundante, solo ha notado el avance por sus derechos en el campo legal, en que existen unas leyes que la protegen, una policía que intenta ayudarla si se puede, y tienen el divorcio como recurso.

Quedan muchas mujeres que necesitan ayuda y hombres que necesitan un buen palo...

 

Afortunadamente, hay una gran mayoría de mujeres que a la madurez son capaces de mantener un trabajo de los antiguamente reservados para hombres, que estudian las mismas carreras, que reparten con sus maridos las tareas del hogar, y que si la pareja no funciona, puede vivir solas de su trabajo y criar a sus hijos, si los tienen, con la ayuda de su ex pareja.

Me preocupa el segundo grupo, el que no ha notado el cambio y solo aspira a que la traten con dignidad, por eso creo obligación de las privilegiadas citadas en primer lugar y de las que ya han alcanzado el equilibrio, que no se desentiendan ni adopten actitudes o frases o chistes machistas que puedan inducir a las adolescentes a ser machistas cuando el hombre deje de serlo porque falta mucho para eso, y quedan muchas mujeres que necesitan ayuda y hombres que necesitan un buen palo. La verdad es que nada me repugna tanto como ver u oír hablar a una joven machista. El daño es doble que si lo hace un joven, por eso no se pueden descuidar los detalles.

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