Subo a mi tren, el de cada día, a primera hora de la mañana

Familiares de víctimas de la tragedia ferroviaria de Santiago / Xurxo Lobato
Familiares de víctimas de la tragedia ferroviaria de Santiago / Xurxo Lobato

Observo a los viajeros. Miradas perdidas, suspiros que son sentimientos de pesar. Absortos en sus pensamientos. Por primera vez en mi vida, escucho el silencio en el tren.

Subo a mi tren, el de cada día, a primera hora de la mañana

Hoy las lágrimas -derramadas o no-, los sollozos contenidos, los gritos desgarradores de madres que ya lo han perdido todo - también la esperanza-, y, sobre todo, un enorme, continuo  y sobrecogedor  silencio que lo cubre todo, sustituyen las risas y los fuegos artificiales que apenas habían comenzado a asomarse para acoger las fiestas del Apóstol un año más. 

Nuestra Galicia, en las fiestas más hermosas de nuestra patria, se vuelve madre de todas las víctimas, silenciosa, acogedora y sencilla, como es ella, para suavizar tanto dolor.

Hoy Santiago, Galicia, es silencio perdido en las miradas de la gente, en imágenes que nunca hubiéramos imaginado vivir. Hoy solo sentimos una enorme necesidad de ayudar. De acoger. Un abrazo, una caricia, estar, solo estar... Cuánto sufrimiento.

Subo a mi tren, el de cada día,  a primera hora de la mañana. Lo vivo como algo nuevo, nunca me permití tiempo, como hoy, para sentir, para mirar. Demasiado ocupada siempre, demasiadas prisas.

Hay poca gente. Qué diferencia con otros años el día de nuestro Patrón... Los pasajeros nos miramos con consternación. Con enorme tristeza. Sin miedo. Sin palabras, no hacen falta.

A mi lado se sienta, como viajera, una revisora, supervisora  o maquinista, - lo ignoro-, de uniforme, a la que sus compañeros hablan con afecto y regalan suaves palabras de consuelo. Pero ella no lo tiene. Sus ojos están llenos de lágrimas contenidas a punto de desbordarse en un mar que sabe que, si comienza, ya nadie podrá parar. 

Me habla de las víctimas, de las familias, y también del maquinista a quien ella conoce desde hace muchos años. Llora con rabia, con tristeza, con impotencia. No juzgar, no añadir más sufrimiento al sufrimiento. Intentar avanzar y sostener, sin condenar anticipadamente. Todo ese equipo humano lleva mucho tiempo acogiendo bajo las alas de su responsabilidad a tantos viajeros a los que llevan diariamente hasta su destino... Me dice "gracias" desde su tristeza infinita...

Observo a los viajeros. Miradas perdidas, suspiros que son sentimientos de pesar. Absortos en sus pensamientos. Por primera vez en mi vida, escucho el silencio en el tren.

Hace unos días yo tomé ese mismo tren hoy destrozado. Sí, podía haber sido yo, pero no lo he sido, han sido ellos. Y sólo ellos y sus familias saben por lo que están pasando. Los demás solo "podiamos haber sido ellos" ... Respetemos su dolor sin aumentarlo con especulaciones... Unamos, no separemos. No añadamos sufrimiento al sufrimiento.

Llego a mi destino y contemplo los rostros de los familiares que esperan a sus seres queridos. Con expectación y, también, con cierto nerviosismo y preocupación.

Mi recuerdo va directamente a aquellos que ya no esperan a nadie y lloran sin consuelo.

Hoy Galicia, tierra nuestra, madre acogedora, llora tanto dolor... Seamos como nuestra tierra, madre generosa y acogedora. Enjuguemos lágrimas, abramos nuestros hogares y arropemos con esas mantas que esta noche crecieron y se multiplicaron.

Que no haya recortes en sentires, en abrazos y en cariños. Que Galicia, de luto, siga siendo madre pródiga en acogimiento y afecto. Víctimas, familiares y amigos en nuestro enorme corazón gallego. Para siempre.

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