Mi letra escarlata

Las masas señalan al diferente.
Las masas señalan al diferente.
Con mi palacio de cristal desmoronándose, fui señalada por la plebe como si me hubiera caído una sentencia papal: llevo en la frente una letra escarlata. / Relato literario.

La gente se extraña de que no sea perfecta, es algo que me exigen. No se creen mi bondad, me aplican sus filtros de perversidad. Es como si yo fuese una criatura del monte en una jornada de caza cada día. Me asocian sus prejuicios en masa y he de ser indiferente. Pero existo y no soy inquebrantable, muy por el contrario me dañan y estropean la bella imagen de mi presencia.

En la adolescencia, no quería ligar ni tomar drogas: por ello no salía de casa. Habían lanzado al mercado los primeros teléfonos móviles, así que mis amigas me llamaban a casa y me gastaban bromas.

Yo tenía un escuálido cuerpo de niña, escasa autoestima y muy poco entendimiento... Embarrullé en mis trascendentales pensamientos de ávida estudiante que no podría tener novio hasta experimentar mi primera regla, la cual no llegaba y no llegaba... No era solo ser la más chica del aula, sino padecer de una atroz timidez que los hacía a todos terribles. Además, como tenía esta vocecita y mala dicción- y al no saber defenderme- opté por una especie de voto de silencio. De modo que podría decirse que esos años dejé de existir.

¿Pero quién era yo para los demás? ¿Un chiste? ¿Una aparición? Con los años descubrí un fenómeno de mi vida: soy sonámbula. El 27 de abril de 2004 yo cumplía los dieciocho años; tras consecutivos y descorazonadores intentos de suicidio, en la madrugada ejercí la peor violencia (como obedeciendo a ese acoso al que no sabía enfrentarme): tomé una cuchilla de afeitar y me mutilé el clítoris. Cabe decir que toda mi vida se había celebrado mi cumpleaños por todo lo alto, de modo que aquel abandono me motivó a castigarme.

¿Conseguí que la gente dejase de criticarme? ¿Mejoré mi perfección? A la mañana siguiente- amnesia- creí que ya era mujer... Pero muy lejos de ello, me avoqué a la soltería para toda mi vida, ya que a los hombres les gustan las mujeres calientes y fui muy muy tonta.

Siempre fui muy muy tonta, tanto que tomo la iniciativa del rechazo en primer lugar para obedecer a mis rivales. Pero, en aquella tragedia que solo mi mente estaba viviendo, con mi palacio de cristal desmoronándose, fui señalada por la plebe como si me hubiera caído una sentencia papal: llevo en la frente una letra escarlata.

Mi letra escarlata para que me miren sin tocar, para que me tengan miedo cuando lloro, para exterminar mi raza única... La letra escarlata que el patriarca azota para que no me case. Para el acoso de las masas, la cosificación de mi insignificante cuerpo... Con el estigma de la masturbación, que, si bien era mi evasión de aquel presidio, siguió acosándome aunque tuviese mi último orgasmo en sueños al año siguiente. @mundiario
   

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