Melancolía de los espacios cerrados luchando contra la explosión de fiestas

Coffee and cigarettes de Jim Jarmusch.
Coffee and cigarettes de Jim Jarmusch.

Las celebraciones no me piden permiso cuando lo que me apetece es dormir escuchando la lluvia. Aunque me mola el lío, me resiento tras cada intromisión ajena a mi intimidad.

Melancolía de los espacios cerrados luchando contra la explosión de fiestas

Las celebraciones no me piden permiso cuando lo que me apetece es dormir escuchando la lluvia y no esas arrogantes bombas. Aunque me mola el lío, me resiento tras cada intromisión ajena a mi intimidad.

Contemplo el lienzo de la ventana. En este atardecer no hay sol sino televisor. Es peligroso porque me hablan de la guerra y no conozco al que timbró abajo. Debería salir con una antorcha e intimidarlo o comerme una pastilla venenosa para no vivir el desastre. Quizá viene en son de paz, está en el paro y trae patatas; la cuestión es que no soy más que una inquilina en esta ciudad cruel. Hay una chica paseando al perro, se ha cruzado con un estudiante que miraba al suelo. Me pregunto si se conocerán tanto como yo los veo cada día, ya que esta rutina tiene protagonistas y música underground.

De memoria, enumero los días en que se me mojaron los pies este invierno. Además, aquellos en que me di de baja por menstruación para adelantar trabajo en mis webs. Al final he podido tomar el sol en mi ventana algunos excelentes minutos de vez en cuando para meditar mi presente y su significado.

Cada desayuno me cuesta más que la cena porque vivo del aire y es lo único que funciona cuando duermo. Eso y las pesadillas. Tengo sueños lúcidos en que mis seres queridos son malos y los animales van desnudos, si bien el relato acaba como una bomba atómica para todo y me olvido del susto, pero me enfado hasta que alguien me dé los buenos días sin tener otra cosa que decirme. Alivia porque tienes una idea preconcebida de alguien para que, de un día para otro, se gane tu miedo o resentimiento. Todo está bien y coloreado de repente.

Las personas de mi pasado son el gigante. Veo el esqueleto de un árbol en el otero, debe de ser un roble cervantino (Cervantes, aldea de Lugo). Y es que, desde que se parodian la sensibilidad y las novelas de caballerías, he fracasado en mi causa de amor. De hecho, solo encuentro Sanchos pervertidos y cerveceros que transgreden mi espacio personal valorando las prominencias de la ropa más que mi despiste. El estilo me sirve de uniforme en la disciplina del disimulo para cuando, una vez que Sancho pincha su tortilla, yo atraco el local con mi arte y carisma para poner la historia en su sitio. Luego fumo para olvidar.

Se me emborrona el carmín al fumar, exhalo el humo boquiabierta y me da tiempo para silbarle al chico guapo. Hoy estoy hecha un desastre, por eso lo he visto… Ayer dediqué la mañana al arte hasta que hoy doy un giro argumental en mi obra al decidir otro esmalte.

A nadie le importa lo que piense, no se hacen una idea de lo que no digo, pero no rehúsan comentar mis argumentos con jactancia cuando no puedo más y ellos pueden decir lo que les salga de los cojones. Para la desgracia no hay más simpatía que la compasión. No me siguen el rollo si quiero expresar mis sentimientos sino que me encierran en la jaula de las fieras para que haga amigos. ¿Quién fue? ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Qué pasará? Culpables: personas a medio hacer que no supieron reaccionar a tiempo. Piedad: actitud dogmática cuyo sinónimo aconfesional es “joder…”.

No es que viva en la calle. No vivo de la calle. La soledad no me da de comer, esta ansiedad es culpa de la vida… Nací para ser descubierta y la ciudad me guarece del mundo; he llegado al conocimiento de la felicidad: es un bien arrogante. Con lo cual, no voy a mendigar a nadie su afecto ni a derrochar dinero porque me los tenga que ganar o a invertir tiempo en la perfección como medida de autodefensa.

Bajo un sol magnífico, todo se va distinguiendo con calma. Ésta es mi mano, ah, el esmalte era rosa. ¡Oh! Un gato en el contenedor, paso a arreglarme. Salgo y escojo el camino más largo pero llego antes de tiempo: la panorámica de este día es carnavalesca con creces (hay algunos con escasos modales).

Siempre que me he disfrazado me cogió el frío. De todos modos, a muchos no les hace falta careta. Son días de fiesta, ¿cuándo no hay algo que celebrar? Algún día me llevaré una botella de vodka en el bolso para brindar por la primavera con el vagabundo, quien me hace sentir útil.

De pequeña aprendí a ser mayor, hoy lo pongo en práctica. Después descubrí el amor y sus dificultades. El rechazo siempre es latente, es como si el hombre fuese el enemigo y yo una creyente, una fiel que está siendo engañada con milongas de otro tiempo poco creíbles, impositivas… Conquistadoras, melodiosas, sumisas.

Soy soltera y atea, con lo cual un mero ser humano. Esas cosas que dicen que pasan me la sudan tanto como que mañana hay huelga: todo queda en casa.

Al final tus hijos serán tu orgullo. Tus padres serán abuelos, los parentescos se propagan. ¿Esto es todo? ¿Reproducirse y morir? ¿Renunciar a un sueño por la realidad? Pero la familia tiene cosas buenas, al igual que todo por otra parte. El mejor retrato es un beso en la mejilla; el recuerdo imborrable no está escrito.

                                                           

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