Mayor conciencia social para vencer la desinformación hacia la mujer inmigrante marroquí

Quiosco de prensa.
Quiosco de prensa.
No es poco lo que se dice y se escribe en los medios de comunicación españoles acerca de la emigración masculina; pero el interés por la mujer es relativamente reciente, observa este analista de MUNDIARIO.
Mayor conciencia social para vencer la desinformación hacia la mujer inmigrante marroquí

Es notorio que hace ya algún tiempo que el interés por las migraciones y, particularmente, por las que discurren entre las dos orillas del Mediterráneo ha dejado de ser patrimonio de los especialistas, para erigirse con fuerza en materia de tratamiento periodístico. En realidad, sería más apropiado cuestionarse si los estudiosos de la población ejercen hoy un control efectivo de los argumentos demográficos puestos en circulación por los grandes medios de comunicación.

España lleva años incorporada al grupo de las aparentes tierras de promisión. El eco está siendo impresionante. Muchas noticias, títulos alusivos a la inmigración clandestina vieron la luz en las páginas de muchos periódicos españoles, como los flujos de clandestinos, la operación de regularización, los brotes racistas y xenófobos se han convertido en motivos cotidianos de los noticiarios y tema repetido de comentaristas y editoriales.

En este articulo, sería interesante aclarar que no son los datos ni las cifras de la emigración lo que aquí se va a recoger con detalles. Ni es ni podría ser ése mi propósito: sabido es que las carencias de la producción estadística condicionan los acercamientos de coyuntura; ni tampoco tiene caso aquí despilfarrar todas las energías en la búsqueda del último dato, para concentrarme, eso sí, en la imagen de la mujer inmigrante marroquí a través de prensa escrita española.

No es poco lo que se dice y se escribe en los medios de comunicación españoles acerca de la emigración masculina; pero el interés por la mujer es relativamente reciente. Durante años, la emigrante marroquí era invisible, identificada únicamente a través de su marido. A los ojos de los poderes públicos solo cuenta el esposo, portador de su permiso de trabajo y de residencia, y por lo tanto en situación de arropar a su mujer. Muchas de ellas están en España sin poder autónomo, y a su llegada tienen que reinventar la vida diaria, aprender la lengua, habituarse a las nuevas costumbres, adaptarse a una nueva distribución del tiempo. ¿Qué modificar? ¿Qué conservar? La combinación con las dos culturas puede llevar a varias posibilidades: que una cultura se afirme sobre la otra, que una de las dos se anule, especialmente en las nuevas generaciones, a que una y la otra se modifiquen al entrar en contacto, en muchos casos enriqueciéndose recíprocamente, hecho que sería muy favorable, para poner las bases a una mentalidad dinámica con el fin de llegar a ser “ciudadanos del mundo”.

Pero, en la realidad, en muchos casos la convivencia de culturas diferentes resulta conflictiva y puede afectar de una manera más brutal a las mujeres, especialmente si se tratase de núcleos familiares de bajo nivel cultural, con un marco muy conservador.

Es importante también considerar la actitud del núcleo familiar inmigrante: si consideran la experiencia como algo transitorio, relacionado con unas necesidades que les empujaron a la migración, o si el intento es conseguir una vida nueva, abrazando las dinámicas culturales y sociales del país de acogida. El planteamiento inicial, puede evolucionar y cambiar radicalmente, en un sentido o en otro.

La prensa está llena de clichés

Sea cual o como fuese la situación, la mujer emigrante está considerada como clandestina y este término comporta equívocos. A veces la prensa se desliza con una identificación, a todas luces abusiva, con persona entrada legal o ilegalmente a España. Es evidente que estos casos convertidos en noticias tienen una repercusión preocupante en el imaginario de la población receptora, pero no constituyen realmente una novedad ni un modelo, porque todo dependerá de hasta dónde se quiera llevar la lectura que de ello se haga.

A nuestro entender, la prensa, en general, debe ser utilizada como herramienta básica en los proyectos de trabajo social y comunitario tanto a la hora de modificar conciencias como de sensibilizar las mujeres, sobre todo, ante nuevas problemáticas o nuevas realidades.

La prensa está llena de clichés. Hay la tendencia a destacar los aspectos negativos y conflictivos, porque como sabemos, lo positivo, no causa sensación. 

La falta de información y el desconocimiento de la “otra, “la extraña” trae consigo la aparición y desarrollo de prejuicios y estereotipos. El choque cultural y social que se produce cuando entran en contacto provoca situaciones de conflicto, ya que viene dado por la desinformación y el desconocimiento de esa “otra”. La imagen que transmite la prensa ante determinadas situaciones o temas no es siempre ni la favorable ni la más adecuada.

Juicios para movilizar la opinión lectora, muchas veces leemos un artículo o una noticia sin conocer el desenlace de la historia. Esto es consecuencia del propio funcionamiento intrínseco de la prensa. La precipitación con que se desarrolla el trabajo periodístico, la importancia que se da a la inmediatez de la información más que a su elaboración, la falta de profesionalidad en la comprobación de la veracidad de la misma, el continuo requerimiento de captar la atención lectora, da como resultado una amalgama de información descontextualizada.

Especialmente en la actualidad hay muchas más mujeres que se matriculan en universidades españolas, para tener perspectivas autónomas, para realizar algo para sí mismas, para que no dependan necesariamente de estar casadas o madres.

En cualquier caso, la prensa ha dedicado pocos artículos positivos elogiando mujeres “modélicas” que lograron conseguir trabajos de alto nivel y una afirmación social en el país de acogida (por cierto representan el 10%). Esto todavía esconde a menudo una manipulación oculta en el sentido que se elogia un resultado, y se interpreta como si fuera necesariamente una rebelión o un rechazo de su propia cultura o de la realidad social de su país. Como si el conocimiento, la realización como mujer tuviera una connotación política que arrastra una herencia rechazada. El juicio parece ser siempre el mismo: la sociedad occidental -española- es abierta y positiva y la árabe -marroquí- opresora y retrograda.

En la realidad, cada sociedad evoluciona, con su paso, y según sus equilibrios sociales. Los crecimientos de las necesidades no indispensables junto a la posibilidad de comunicar con el mundo a través de los medios, ha dado un empuje importante a la voluntad de afirmación individual.

Periodismo honesto, riguroso, participativo y comprometido

Creo sinceramente, que sin periodismo honesto, riguroso, participativo y comprometido, no hay modo de hacer llegar a la sociedad la información que necesita para resolver sus problemas. Estoy convencido también, por otra parte, de que no hay nada de publicitario en la pobreza del emigrante, ni en su violencia, ni en sus prácticas religiosas o culturales.

La información objetiva y de calidad importa mucho a quienes padecen un periodismo salvaje, despreciativo, hipercrítico, sin aportaciones constructivas y a los que luchan contra ello (me refiero a las asociaciones y ONGs), que no llegan por sí solos a los noticiarios y a los periódicos.

Es la obligación del periodismo encontrar esas historias, investigarlas, exponer sus datos y trasladarlas al conjunto de los ciudadanos y a las autoridades españolas y marroquíes, que hagan intervenciones de gran calado que permitan paliar las situaciones extremas en la que vive la mujer inmigrante marroquí y por otra parte, afrontar los problemas ligados al sostén y apoyo a su reinserción. El hecho de que el buen periodismo de fondo haya sido escaso hasta ahora explica mucho de la ignorancia y del deterioro del debate social en este ámbito entre las dos partes.

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