Marisol Morales reflexiona sobre el abuso sexual en su nueva novela

Marisol Morales Muñoz y su nueva novela./ M.M.
Marisol Morales Muñoz y su nueva novela./ M.M.

Los pies en la tierra y los ojos en la luna indaga en el sexo no consentido, una nueva vertiente dentro de la narrativa que muchas autoras publican para Amazon.

Marisol Morales reflexiona sobre el abuso sexual en su nueva novela

Marisol Morales Muñoz escribe Los pies en la tierra y los ojos en la luna para denunciar el abuso sexual y el maltrato.

A través del relato de la vida de una joven mexicana, la autora pretende realizar una indagación demoledora sobre el abuso sexual, ese problema común en nuestra sociedad que afecta a personas de cualquier edad, condición o estrato.

Como se refleja en la novela, solo a través de la comunicación y la educación en todos los niveles, el ser humano podrá avanzar en esta materia y erradicar dicha práctica. El hecho de atreverse a contar y a enfrentar el trauma, en lugar de callarlo, es el mensaje que la autora quiere trasmitir a todos las personas que han sufrido estos abusos.

Meztli es la hija menor de una familia disfuncional. Pobreza, violencia, vicios y desarraigo son los elementos que marcan su vida desde el nacimiento.

En su infancia sufre una experiencia de agresión y este hecho marca un antes y un después para ella. A partir de aquí, deberá enfrentarse a sí misma para descubrir quién es y de qué forma desea asumir su sexualidad.

"Algo me decía que nada de lo que ocurría estaba bien. Sabía que eso que él estaba haciendo conmigo no era correcto, y al mismo tiempo me sentía confundida, porque supuestamente era mi culpa.

Quería gritar y salir corriendo, pero no pude, tuve miedo de que algo malo pasara. Sin embargo, lo malo había pasado. Solo ahora que soy adulta lo puedo entender, pero a esa edad, qué va…

De pronto me separó de él y empezó a halarse con la mano el pene hasta terminar. Inmediatamente se metió al baño para limpiarse y me pidió que fuera con él para observarlo.

Cuando la escena finalizó, repitió que no dijera lo que había pasado, porque era mi culpa. Me cargó hasta la sala y me puso de nuevo en el piso para que continuara jugando con mis barbies. Cuando mi madre llegó se sorprendió al verlo en la casa, no lo esperaba hasta el fin de semana. Sin embargo, le dio gusto verlo y saber que yo no estaba sola, se sentía más tranquila de que hubiera una persona de supuesta confianza acompañándome mientras ella no estaba.

Ella y Ricardo prepararon la cena, después llegaron María Isabel y mi papá. Cenamos juntos; yo solo tomé un vaso con leche, porque no tenía hambre, aunque traté de cenar para obedecer a mi madre. Esa noche y las que siguieron, cada vez que cerraba los ojos, solo pensaba en cómo decírselo a mi madre.

Al mismo tiempo, no obstante, imaginaba el castigo que me darían, pues todo había sido mi culpa. Cuando desperté al día siguiente estaba mojada, me había hecho pipí en la cama. A mi madre le pareció muy extraño, porque había dejado de hacerlo hacía tiempo, pero no le dio mayor importancia.

Comenzaron a gestarse cambios emocionales y de conducta dentro de mí, pero ni siquiera yo entendía bien el motivo. Trascurrieron quince días antes de que se repitiera una escena similar.

Esa vez Ricardo traía llave, no tuvo necesidad de tocar la puerta. Yo, como siempre, estaba sentada en el piso de la sala jugando con mis muñecas, esperando la llegada de algún adulto. Ese día no me había quitado el uniforme.

Llevaba mi blusa blanca, falda color azul marino con tablones hasta la rodilla, calcetas blancas caladas hasta arriba, zapatos negros escolares y una cola de caballo recogida en un moño blanco. Él entró y se metió a bañar de inmediato. Al finalizar fue por mí y me cargó hasta la cama de mis papás con la excusa de que dormiríamos un ratito. Sin embargo, empezó a acariciar mi cuerpo por encima de la ropa. Inició con mis pechos y fue bajando hasta el abdomen, acarició mi vulva y mis piernas, luego hizo el mismo recorrido de regreso, vulva, abdomen y pechos". @mundiario

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