Las mariposas nacen para morir pero durante un tiempo, mientras vuelan, logran escaparse
La clave: las mariposas son hombres y mujeres, porque no son ni hombres ni mujeres ni las dos cosas ni ninguna, sino algo más allá o más acá. Son mágicas.
Relato de la autora, colaboradora de MUNDIARIO, en su libro 'Almas brujas', publicado este año por Pigmalión Edypro.
Las mariposas son seres mágicos y sin embargo existen. Se esconden. Se fabrican disfraces para parecer normales. Pero no lo son.
A veces logran pasar desapercibidas, confundidas en la marea gris del cada día. A veces, bajo un personaje normal, serio, trabajador, ordenado y puntual, se esconde una mariposa. A veces las traiciona una sonrisa demasiado escéptica, un suspiro demasiado infantil, una ironía tan ferozmente desencantada que asusta, o una chispa loca que de repente se enciende en unos ojos muertos. Y se apaga.
Las mariposas son seres dulces y trágicos. La naturaleza las hizo libres para jugar y volar; el mundo real no tiene sitio para ellas. Y ellas lo saben: Se esconden. Se fabrican disfraces para cubrir sus brillantes colores y parecer tan grises como los demás, y a veces, hasta logran engañarse a sí mismas.
Las mariposas son libres. Hagan lo que hagan y cualquiera que sea la vida que elijan vivir, las mariposas nacen y mueren libres. Y solas. En el fondo, todas lo saben, aunque a veces les resulte más cómodo negarlo. Son fuertes, aunque no siempre tengan la fuerza de confiar en su fortaleza. Son capaces de desafiar las leyes de la naturaleza y de los hombres, las leyes del tiempo y del espacio, las leyes de la lógica, la cordura, la consciencia. Son felices cuando vuelan y sólo cuando vuelan, aunque no siempre se atrevan a hacerlo ni sientan fuerzas para continuar.
Las mariposas son hombres y mujeres, porque no son ni hombres ni mujeres ni las dos cosas ni ninguna, sino algo más allá o más acá: son mágicas. Son hadas, brujas, hechiceros. Todas las mariposas tienen algo espiritual. Aun sumidas en la materia, aun borrachas de algún vicio común o de alguna exquisita perversión, aun alejadas de sí mismas hasta disolverse en la multitud, todas las mariposas, ángeles o demonios, con soberbia o con pudor, todas, tienen algo etéreo, inquieto y titilante, que recuerda que algún Dios las condenó a volar.
Las mariposas no tienen edad. Su vida es breve y nacen para morir, pero durante un tiempo, mientras vuelan, logran escaparse... Todas las mariposas, las locas provocadoras y las que, temerosas, se disfrazan y se encadenan para caminar sobre la tierra firme como los demás, todas, presienten que es posible correr más rápido que el tiempo y flotar, un instante, en un atisbo de eternidad.