¡Maldita sea! ¿Quién se atrevió a decir que los intestinos estaban en oferta?

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Fotograma de la película Somos la noche, de Dennis Gansel.

Pasos que se pierden en el fondo del pasillo con su sonido de agua, los restos de un hombre caballo en mitad del salón, un libro sobre Schubert...

¡Maldita sea! ¿Quién se atrevió a decir que los intestinos estaban en oferta?

Pasos que se pierden en el fondo del pasillo con su sonido de agua, los restos de un hombre caballo en mitad del salón, un libro sobre Schubert...

 

Estás contenta porque te he dejado repetir, aunque los intestinos no estaban al dente, pero la guarnición me salió exquisita, con su rúcula recién cortada. En esta ciudad hay que registrarse antes de comer esta clase de manjares y el hombre caballo, con su excusa de pasar un rato jugando al póker para olvidar a la mujer libélula y a su potro ciclán, quiso engañarnos esta vez con dos cartas marcadas.

Por esa razón, recibió lo suyo y la desgracia vino a él en forma de cortadora de césped. Lo pusimos todo perdido. No sabíamos cuánta sangre se guarda en un cuerpo, en un cuerpo con su mitad cuadrúpeda y con su mandíbula oblonga. La biografía de Schubert está manchada con algunos despojos, pero lo importante es el cociente, que, estando bien nutridos, la ciudad y su incremento en hipnóticos parecen otra cosa, como ese jardín que, en el fondo del pasillo, aparece de vez en cuando, con la jacaranda poblada de pinzones.

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