Luisa Gavasa: ‘Me gustaría hacer de mujer madura que se enamora de un cuarentón’

Luisa Gavasa en la gala de los Goya
Luisa Gavasa en la gala de los Goya

La novia es un canto a la poesía lorquiana, a la belleza visual, a la excelencia musical. Una obra que cuenta con un reparto de lujo encabezado y actores que encarnan la voz de la experiencia.

Luisa Gavasa: ‘Me gustaría hacer de mujer madura que se enamora de un cuarentón’

Luisa Gavasa, que interpretó a la madre del novio en esta adaptación de Bodas de sangre, se alzó con su primer Goya el pasado mes de enero. En plena madurez, Luisa confiesa que todos los días se mira en el espejo y a los ojos, tal y como le aconsejó su padre. Ella es una mujer luchadora, risueña, con una admirable ética a la que ha hecho tributo los sesenta y cuatro años de su existencia. “Moriré viva”, sentencia, como no, antes de apuntar una nueva sonrisa.

— El sueño de toda actriz es alzarse con una estatuilla, pero pocas pueden presumir de ello. ¿Qué sentimientos afloraron en su interior cuando supo que había ganado un Goya?

— Orgullo. Pensé en lo orgulloso que iba a estar mi hijo. Se mezcló el orgullo, la emoción y la alegría.

— Aunque muchos tildaron de “temeridad” adaptar una obra de Lorca en los tiempos que corren, se ha demostrado de nuevo que la literatura del granadino sigue viva. ¿Qué le atrajo de “La novia” para decidir embarcarse en el proyecto?

— Primero, Paula Ortiz: la sigo por el aire como una brizna de hierba. La conozco desde hace dieciséis años, he hecho sus cortos, he hecho su primer largo… Espero seguir haciendo cine con ella. Por el hecho de que fuera Paula Ortiz, yo hubiera dicho que sí. Sí a todo. Además, el texto es de Lorca y la madre de Bodas de Sangre es uno de los personajes más importantes de la literatura española y de la universal. Es un privilegio poder ser esa madre.

— Paula Ortiz le imprime un ritmo pausado a sus historias. Algunos no son capaces de entenderlo, pero ¿no es cierto que el éxito de “La novia” se debe en parte a la buena gestión de los silencios?

— La verdad es que yo creo que el éxito de “La novia” se debe a muchas cosas juntas. No lo dejaría solamente en los silencios. Se debe a que es un texto de Lorca. También al sentido poético que Paula sabe imprimir a todas sus películas, independientemente de que hay gente a quien no le entra y a otra sí, como todo en la vida. La dirección, la fotografía de Migue Amoedo es de una belleza abrumadora. Inma Cuesta defiende esa novia como nadie. Hay un reparto muy coherente y sólido. Y creo que todo eso, sumado a los silencios, a la música del maestro japonés, ha construido “La novia”. Siento que es una joya del cine español de este año.

— ¿Cómo ha sido meterse en la piel de la madre del novio?

— Muy difícil porque las personas no somos blanco o negro, y los personajes tampoco. Tienen matices. Ella es una mujer marcada por la pérdida del hijo y del marido, una mujer que vive en un duelo permanente, que roza la locura. Una mujer que no sabe salir de ese mundo del odio. En el fondo, es una desgraciada que mata a su único hijo, y tiene que vivir el resto de su vida con ello.

— Usted ha interpretado personajes complejos, con infinidad de matices. ¿Qué aprendió de Luisa Roche (“De tu ventana a la mía”) y de doña Loreto Castillo (“Amar en tiempos revueltos”)?

— Yo quiero mucho al personaje de Loreto. De ella aprendí que se puede ser bondadosa y buena sin ser beata, que se puede ser progresista y madre de familia. Me basé mucho en mi abuela materna porque era así: una aragonesa religiosa sin ser beata, muy cristiana sin ser meapilas, muy respetuosa con las cosas aunque no las entendiera. De Luisa Roche aprendí que la vida hay que vivirla en todo momento, que no puedes mirar desde los cristales, porque de pronto te puede venir una enfermedad que te lo quita todo. Y como lo único que tenemos es la vida, hay que celebrarla y hay que vivirla. (Ríe).

— ¿Qué tipo de personaje le gustaría interpretar en estos momentos?

— Ahora me gustaría hacer una comedia completamente loca. Me gustaría hacer de madre divertida o de mujer madura que se enamora de un cuarentón. Algo que me saque de tanto drama. (Ríe). Porque, de hecho, todas las ofertas que recibo son para hacer de madre: una más divertida y otra no tanto… Quiero que me vean como una madre divertida, como una madre alocada; y espero conseguirlo a base de trabajo.

El lado íntimo de Luisa Gavasa

— ¿Por qué comenzó a hacer teatro?

— Yo me acuerdo que en el poco tiempo que estuve en el colegio de monjas se hacían funciones, y yo quería salir en todas. Afortunadamente, mi padre me mandó enseguida a un instituto, porque por su ideología no quería que me educase en un colegio religioso. Se lo agradeceré siempre, porque me dio una formación distinta en aquella época franquista pura y dura. Con 13 años entré en un grupo, pero duró poco porque no podía llevar los horarios que llevaba la gente mayor. A los 22 años conseguí entrar en un grupo de teatro con Mariano Cariñena en Zaragoza. Yo estaba en la universidad estudiando Filología Inglesa, y en verano me iba a estudiar a Londres. Bueno, y a fregar platos y a hacer lo que había que hacer.  Recuerdo que fui a ver “Titus Andronicus”; era tan hermoso, me emocioné tanto –y me sigo emocionando- y pensé: quiero dedicarme a esto. Yo quiero pertenecer a este mundo. Ahí es donde tuve clarísimo que iba a ser actriz.

— Sus padres le dieron la oportunidad de ir a la universidad para desmarcarse del estereotipo de mujer que abundaba por entonces. ¿Cómo valora aquella decisión ahora, desde el parapeto de los años transcurridos?

— Siempre digo que el primer y gran privilegio de mi vida fueron mis padres, porque no solamente me empujaron para que estudiase, sino que favorecieron que yo viajase. En aquella época yo hablaba cuatro idiomas, lo cual no era habitual en una mujer. El mayor regalo de mis padres es que me empujaran hacia la cultura, hacia los viajes, a aprender de lo distinto, a no ser timorata, a no tener prejuicios, a no ser racista, a no ser sexista…

— En “Bulevar América”, un montaje que Pep Marín dirigió en Valencia, usted interpretó a Brunelda. Tengo entendido que en un bar que frecuentaba antes del estreno, un hombre la observaba atentamente… ¿Qué ocurrió?

— En una cafetería valenciana que se llamaba Madrid, donde se reunían los intelectuales de la ciudad, había un chico que me miraba, y como me enseñaron a no bajar la mirada ante los tíos –ni ante nadie-, yo se la aguantaba. No lo miraba en plan ligue: tú me miras, yo te miro. Al cabo de tres días, me dijo que era escenógrafo y se estaba basando en mí para una función que iba a hacer en la Sala Escalante. Al final resultó que los dos trabajábamos en “Bulevar América”, en la misma función, con Pep Marín, un excelente director de teatro. Nos hicimos buenos amigos y él me regaló un figurín precioso de Brunelda.

— En 2014, el ayuntamiento de Zaragoza la nombró Hija Predilecta de la ciudad. ¿Fue aquel el galardón más especial de su vida?

— No sé si el más especial de mi vida. El otro día dije que lo más especial de mi vida era mi hijo;  ése es el mayor galardón del que puedo presumir. Evidentemente, que me nombrasen Hija Predilecta de la ciudad fue un honor tremendo e inesperado. Fue muy hermoso. Estoy muy orgullosa de eso.

— Desde hace años, usted ofrece recitales literarios en la prisión de Navalcarnero. ¿Qué lectura saca de estas experiencias?

— Lamentablemente, hace unos años que tuve que dejarlo porque la ONG que llevaba todo eso adelante se deshizo por cuestiones de dinero, como todas las cosas buenas de este país que no se apoyan. (Medita antes de hablar) De esta experiencia saqué amor puro y duro, el sentimiento de generosidad más absoluto de una gente que cree que nadie los valora. Les cuesta mucho tener autoestima, algunos no sabían siquiera escribir… Se entabló una relación a través de la poesía, de la belleza, que llega al corazón. Yo siempre me acordaré del día que les leí “Palabras para Julia”, de José Agustín Goytisolo. Un preso se puso a llorar porque su hija se llamaba Julia y todavía no la conocía.  Yo nunca quise saber los delitos de nadie, no me importaban. Conocí un colectivo de seres humanos con el que a través de la poesía encontré un camino común. A mí no me costaba nada ir allí, lo hacía de mil amores. Nunca me han dado tanto por tan poco.

— ¿Qué valoración hace de la situación actual de España?

— Hay un desgaste político y económico que este país no sé si está dispuesto a asumir. Habría que ir a otras elecciones. Por otra parte, no sé por qué se les tiene tanto miedo a las coaliciones. Mi marido es alemán, y está acostumbradísimo a eso. Hay que dejar a las fuerzas que vienen nuevas, darles un lugar. Menos farsa y menos miedo, por favor. Hablan de Podemos como hablaban del PSOE en su momento: que viene el demonio rojo. Y eso no puede ser, que estamos en el siglo XXI. Además, el PP tiene que pagar por toda la corrupción política que ha habido dentro de su seno. No quiero a un presidente que no se entere de lo que pasa dentro de su casa. Más claro no se lo puede decir.

— Y ya si la pregunto acerca del IVA cultural…

Nos están machacando. La derecha no quiere la cultura; somos incómodos, porque es más fácil manejar un país de tontos.  Se están cerrando cines y teatros. Si no ampliamos miras, vamos a tener una sociedad que no va al cine ni al teatro. Una sociedad que no lee. ¿Qué futuro vamos a tener en este país entonces? Yo tengo muchos compañeros que no tienen con qué comer. Para que luego resulte que se gastan el dinero en aeropuertos que no funcionan, que no existen. ¿En qué país vivimos? ¡Qué vergüenza! Yo me siento profundamente avergonzada en estos momentos de decir que soy española.

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