¿Por qué los pedagogos del BBVA dan lecciones a los profesores de Secundaria?

Tal Bhen-Sahar, profesor y escritor experto en felicidad./ Youtbe
Tal Bhen-Sahar, profesor y escritor experto en felicidad./ Youtbe

Las lecciones de algunos pedagogos, financiadas por bancos españoles como el BBVA, se alejan de los problemas reales de nuestro sistema educativo.

¿Por qué los pedagogos del BBVA dan lecciones a los profesores de Secundaria?

Llevo más de catorce años en Educación. Algunos de mis compañeros llevan muchos más. El continuo bombardeo de teorías pedagógicas innovadoras a lo largo de este tiempo ha sido machacante y perturbador.

Su martilleo idealista e ilusionista me ha desquiciado, entre otras cosas, porque su base científica se basa en estudios concretos, descontextualizados y bastante selectivos, nada que ver con el día a día de macrocentros y aulas con una diversidad de estilos de aprendizaje apabullante.

Lo más paradójico son las caras de estos pedagogos: guapos, sin estrés, sin ojeras, rejuvenecidos, casi niños. En su mayor parte  son "profesores universitarios", experimentados teóricos que cautivan con un lenguaje pueril y lleno de obviedades, un lenguaje inspirado en un idealismo tan enfermizo como provocador para quien se juega el tipo año tras año en algunas aulas de Secundaria.

Lo peor de estos pedagogos no es su afán de llevar a Mr. Wonderful a las aulas. Lo peor es que los pedagogos del BBVA no se han percatado de que la mayor parte de los profesores quieren cambiar las cosas, pero todas esas  teorías pedagógicas fracasan y fracasarán porque no se pueden llevar a cabo en un sistema educativo con doce asignaturas en Primero y Segundo de ESO, con un sistema educativo dividido en Pública, Concertada y Privada, con un sistema educativo diseñado para depender del lobby de los libros de texto y con un examen práctico y memorístico (PAU) a final de Bachillerato como forma de acceso a la Universidad.

Y esto es solo la punta del iceberg.

Deberían los pedagogos del BBVA aporrear las puertas de los despachos de Administraciones y Consejerías de Educación, en vez de dar lecciones a los profesores de motivación, de inteligencia emocional  y dinamización en el aula.

A estos pedagogos del BBVA les daría yo una vacante de un año en dos centros de Secundaria que conozco y verían en qué se convierte su buenrollismo wonderfuliano. Ahí sí que iban a flipar con las emociones. A los pedagogos del BBVA los pondría yo delante de esos padres y madres, que te exigen, como profesor de sus hijos, una educación rigurosa y academicista para que los alumnos aprueben los exámenes de Química en PAU, tal y como marca la Administración, porque, si no es así, se quedan sin plaza en la universidad.

A los pedagogos del BBVA los pondría yo a enseñar en un aula prefabricada, a pleno sol, o en los días de lluvia y frío. Verían entonces lo que es la dinamización educativa y, cuando acabaran, si salen aún lo suficientemente estimulados, los llevaría a un aula de FP. Básica y, después, al módulo de Peluquería, un día tras otro, a lo largo de cinco, diez, veinte años.

Los alumnos se merecen todo: el voluntarismo, la motivación, el interés por aprender y nuestro afán por mejorar la sociedad en la que vivimos. Pero lo que no se merecen es que los engañemos. Los políticos y sus asesores paniaguados son los que diseñan la estructura, los contenidos y redactan las leyes. Son los que  han contribuido a la guetificación de colegios e institutos con total premeditación y alevosía. 

Sin embargo, los pedagogos del BBVA no se quejan de esto, porque la privatización y la burocratización del sistema los ha pasado por encima, convirtiéndolos en ejecutores y partícipes de esta locura. Ni siquiera lo han advertido. ¿O sí?

No voy a dudar de la preparación, ni de los conocimientos de los pedagogos del BBVA, pero dudo de su praxis, de su experiencia en la arena y de su compromiso personal hacia la solución política de los problemas en nuestro sistema educativo.

Quizá algunos pedagogos del BBVA tengan carné de partido o escriban los libros de texto con los que cargan nuestros alumnos para recibir sus clases de Primero de ESO. Doce y trece asignaturas, ¡Dios!.

Sí, en efecto. Conozco muchos pedagogos que salen en la tele dando lecciones a maestros y profesores; pedagogos que luego se forran, dirigiendo gestoras educativas, redactando libros de texto y codeándose con los ministros.

La verdad es dura. Pero no hay que temerla. Aprendamos juntos.

Comentarios