¿Lograremos controlar Internet y las redes sociales sin que nos destruyan?

La generación iGen se distingue de las demás por su relación con el smartphone. / RRSS
La generación iGen se distingue de las demás por su relación con el smartphone. / RRSS
Internet llegó para quedarse, para hacerse imprescindible en las empresas y en nuestras vidas, haciéndonos creer que ahora todos somos iguales por llevar un nuestro bolsillo la sabiduría mundial.
¿Lograremos controlar Internet y las redes sociales sin que nos destruyan?

Aunque Internet surge en Estados Unidos en 1969 para aplicaciones militares, no es hasta 1985 cuando se empieza a aplicar en España. Sus primeros pasos fueron para facilitarnos la vida, para tener una fuente inagotable de información como la que algunos previlegiados tenían en sus casas encerrada en los cien tomos del diccionario Espasa, y también para transmitirla. Rápidamente se extendió su uso hasta hacerse imprescindible por su utilidad. Las cosas apuntaban bien hasta que Zuckergerg, junto con algún compañero a los que dejaría tirados más adelante, crearon las redes sociales empezando con Facebook. Aquello fue un bombazo cuyo éxito le llevó a ser de esas personas que demostraron que no es necesaria la corbata (aunque ahora sí la use)  para superar los 70.000 millones de dólares de patrimonio, cifras mareantes en las que tambien se mueven Bezos, el fundador de Amazón, o Bill Gates, por ejemplo. Lo de las redes sociales solo tiene una antigüedad de 14 años y fueron como un big bang cuyo punto de origen podríamos situarlo en el impacto del smartphone que ahora todos tenemos en el bolsillo, desde un banquero hasta los que llegan en patera.

La parte positiva de Internet es incuestionable y nadie duda que hoy, y probablemente para siempre, será imprescindible en nuestras vidas y en nuestro tejido social y empresarial. Lo malo es que su uso y su acceso se ha hecho tan sumamente sencillo que está al alcance de cualquiera desde su más tierna infancia, y por supuesto también al alcance de delincuentes porque no es más difícil destruir que crear, de ahí la seria duda de que la sociedad sea capaz de defenderse de sus inconvenientes, más bien parece imposible que los legisladores o policías puedan crear sistemas seguros contra algo que se actualiza casi a diario por un ejército de informáticos muy bien pagados que construyen nuevas actualizaciones desde su territorio con unos presupuestos inigualables.

Esta sociedad interconectada donde en cada mano hay un teléfono móvil conectado por bluetooth  a unos auriculares inalámbridos y un micrófono por el que charlamos con amigos, muchas veces desconocidos, porque los conocidos suelen estar presentes y con ellos no chateamos ¿o si?. Uno de los problemas, y no el menos grave, es que cualquiera puede escribir en alguna red social lo que quiera, hasta con faltas de ortografía que, por ejemplo, Albert Rivera es cocainómano o que pasó el verano en una clínica de desintoxicación, y hacerse viral pese a ser una noticia falsa  (fake new) que denunció y ganó en los tribunales, o decir que Rivera se confiesa cocainómano refiriéndose a Kiko Rivera y engañando así a los lectores que se quedan en los titulares, que no son pocos. En la prensa escrita habría responsabilidades pero en las redes se quedan en las nubes. Este mundo falso que se está construyendo nos lleva a dudar si descubrió América España, Portugal, Italia, Cataluña o Andalucía, claro que hay casos como el de TV3 que no construyen una noticia falsa sino un mundo falso.

Con todo, la gravedad de las oportunidades de los smartphones para hacer daño van mucho más allá. Hay ataques a diario sobre los sistemas informáticos de las empresas a las que luego se les pide um chantaje para liberar el sistema y además ya se está entrando o tratando de entrar en zonas muy sensibles como La Casa Blanca, el Pentágono o los bancos centrales. Son temas muy graves pero quizás se superen en el futuro con estas generaciones que los padres colocan delante de un telefono o tablet antes de que hablen para que estén entretenidos. Los psicólogos lo desaprueban pero precedentes no hay. Donde sí empieza a haber comsecuencias evaluables es en los niños que consumen pornografía desde los 8 años porque sus padres no saben o no les parece necesario bloquear esas entradas. También las citas, los chats o las fotos no consentidas están causando estragos entre la juventud. 

El tema es serio y solo cito una pequeña parte del problema, pero la solución es tremendamente complicada cuando le hemos retirado la autoridad a los profesores y hasta a los padres para dársela a los niños que son quienes pueden ahora maltratar y hasta acusar falsamente a sus educadores. ¿Sabremos controlar el mundo que viene?


Comentarios