Llega a MUNDIARIO la sección El Ficcionario Ortográfico

Una abeja.
Una abeja.

"Y allí, valorando las diferentes tentaciones a mi alcance, resolví aplicarme religiosamente a pecar contra los pobres y elementales preceptos de la ortografía", explica el autor.

Llega a MUNDIARIO la sección El Ficcionario Ortográfico

"Y allí, valorando las diferentes tentaciones a mi alcance, resolví aplicarme religiosamente a pecar contra los pobres y elementales preceptos de la ortografía", explica el autor.

abatar. Por la mañana, me levanto temprano y me pongo una bata. Luego salgo fuera, porque mi azarosa existencia no se conforma con la ropa de andar por casa. 

abellana. Cruzo por un terreno de avellanos. De entre todos sus frutos, me quedo con el más hermoso. Probablemente aquí tuviera Adolfo Domínguez la feliz idea de que al abellanarse la ropa, esto es, al ponerse seca y arrugada, tornábase incluso más bella (poniéndola, eso sí, sobre la piel de los más jóvenes).

abejentarse. Observo durante unos instantes cómo envejece una abeja tomando plácidamente el sol a la vera de un camino. Me advierte que la llegada de la melopausia no consiguió amargarle su vida.

abisar. Sin que sepa muy bien por qué, me repite la advertencia. 

abovado. Inmerso ya en el ajetreo circulatorio de peatones y vehículos, me topo con un individuo incapaz de comprender que no puede aparcar el coche delante de determinados sitios que lo prohíben de forma expresa.

abrebar. Aunque sea para beber como un animal en la barra de un bar o, funcionando como un sustantivo, para erigirse en la primera persona del día que entra en dicho establecimiento. Creo que éste es mi caso, aunque nada tengo contra el verbo:

⎯ ¡Abre, María Purísima!

⎯ Sin pecado esto no es vida -respondió la encargada del bar con resignada voz acercándose a la puerta.

De acuerdo estuve con ella. Y allí, entre los sorbos del primer café, valorando las diferentes tentaciones a mi alcance, resolví aplicarme religiosamente a pecar contra aquello que mejor podía, que no eran otra cosa que los pobres y elementales preceptos de la ortografía. Así que, sin aparente cargo de conciencia, puse manos a la obra.

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