La reina Letizia, de nuevo impropiamente vestida en su visita a Compostela

Letizia marcando nalgas en Angrois.
Letizia marcando nalgas en Angrois.

El vestido de Letizia, que se estrenó en un asunto tan festivo como una boda, hirió sensibilidades al considerarlo improcedente. También molestó su negativa a llevar mantilla.

La reina Letizia, de nuevo impropiamente vestida en su visita a Compostela

El vestido de Letizia, que se estrenó en un asunto tan festivo como una boda, hirió sensibilidades al considerarlo improcedente. También molestó su negativa a llevar mantilla. Sigue impermeable a consejos, sugerencias, y antepone su belleza y voluntad  al protocolo.

El Voto al Apóstol Santiago se instituyó en 1643, pocos años después de que fuera nombrado Patrón de España. Esta ofrenda hunde sus raíces en la Reconquista, (o, como se dice ahora, “avance de los reinos cristianos” porque lo de Reconquista es políticamente incorrecto). El rey Mauregato, a finales del siglo VIII, pactó con Abderramán I el Tributo de las Cien Doncellas, cincuenta de sangre noble, cincuenta plebeyas. Todas debían ser vírgenes. A cambio, la paz estaría garantizada entre musulmanes y cristianos. Este tributo vejatorio suponía un atentado contra la dignidad de los cristianos. Al fin, la Victoria de Clavijo, que la tradición atribuye a la aparición Santiago a lomos de su caballo blanco, puso definitivamente fin al ignominioso pago de las Cien Doncellas. Pero como también es politicamente incorrecto, no se recuerda que la ofrenda a Santiago es una expresión de gratitud por la liberación de este  tributo de las Cien Doncellas. Parece que lo políticamente correcto se impone, pero no para todos. No para la Reina Letizia.

Aunque se instituye como voto anual, solo en Año Santo aparecía el rey Juan Carlos. El resto de los años delegaba en personajes que actuaban como representantes regios;  a veces de renombre como la Infanta Elena, el Príncipe Felipe, el Presidente de la Xunta, pero otras veces simples politicos locales.

Y  lo curioso es que hasta hace muy poco no se sabía quien actuaría como delegado regio este 2014, que no es Año Santo. De hecho, en las invitaciones que se habían distribuído no ponía el nombre del representante real, ni en el Concello de la ciudad sabían nada, por lo que se deduce que en la agenda no estaba prevista la comparecencia. ¿Lo decidieron en el último momento? ¿Iba a ir Felipe a Lieja y tuvo que cambiar de planes? ¿Presiones de Rajoy? ¿ La cara demacrada de Letizia mostraba su disgusto por lo forzado del viaje?

El rey y la reina, con melena y pechera.

 

Ante la opinión pública los nuevos reyes tenían que empezar bien. Había razones muy de peso para su comparecencia: era su primer año como Reyes y Santiago es el Patrón de España y, además, aparte de la ofrenda religiosa, sería una ceremonia-homenaje a las victimas de Angrois. Tras el dramático accidente, la ahora pareja real había visistado el lugar y a las víctimas en el hospital. Ella iba de riguroso negro, tan ceñida que parecía esquelética y aunque llamó la atención que su pantalón marcara las nalgas de una forma excesivamente evidente, fue una frivolidad que nadie comentó públicamente por respeto a la catástrofe, pero que dejó perplejo a más de uno.

Tambien pesaba en el viaje a Santiago en relación con su imagen pública, las críticas recibidas por la no asistencia  en el funeral de los niños muertos  en el accidente extremeño que dejó y con mucha razón un mal sabor de boca en el sur del país. Pero Letizia ha vuelto a resbalar.

Un traje de boda impropio de la sobriedad del acto

Letizia acudió con un hermoso traje color nude, discreto y bien cortado, que le sentaba como un guante. Estaba monísima… pero con una pechera muy marcada y muy poco ortodoxa para una reina, y además chocante en un cuerpo tan delgado. Y, sobre todo, claramente inapropiado en un acto luctuoso-religioso, algo que sorprendió sobre todo por lo reciente de las críticas que suscitó en su visita parisina por idéntico motivo.  De sus piernas arqueadas no tiene culpa, pero sí es cierto que la extrema delgadez que exhibe potencia  visualmente este defecto.

Que el traje sería reutilizado era algo previsible, ya que la solemnidad del acto no daba para estrenos… pero, inexplicablemente, se le ocurre nada más y nada menos que utilizar el traje de una boda, pero no una boda cualquiera, que tal vez hubiera pasado más inadvertida. Nada menos que la boda más importante de la última década: la de los Principes británicos, por lo que fue claramente reconocible,  Las mangas transparentes tampoco eran las más adecuadas. La transparencia tiene un componente que nada tiene que ver con la sobriedad. ¿Nadie la avisó?. No es políticamente correcto.

El usar algo que se estrenó en un asunto tan "festivo" hirió muchas susceptibilidades al considerarlo improcedente por respeto a las victimas. Pero no solo eso.

La solemnidad del acto exigía mantilla

La solemnidad del acto exigía mantilla.  Y aunque no le guste o no se vea favorecida tiene que aguantarse. Es así. Es una ceremonia en la que se hace una ofrenda al Patrón de España.  La primera a la que asiste como reina. Tal vez a muchas chicas guardia civiles cuando visten de gala no les gusta el tricornio, ni a los  militares la gorra de plato, ni a las niñas de colegio las faldas de tablas. Pero son las reglas. Es el uniforme. Es lo que hay. Pero no, al igual que fue irrespetuosa con el Papa Francisco no cubriéndose la cabeza, aquí también pasó del tema y tampoco se la cubrió…  ¿No hay en la Casa Real un asesor con alguna relevancia que pueda imponer el criterio del sentido común?

Pero es más, el pelo en los actos oficiales siempre debe ir peinado recogido, sólo es admisible ir con el pelo suelto cuando no supere el largo de los hombros. Pues también le dio igual. Con una longitud a media espalda, lució la melena suelta. Y encima el aspecto del pelo no era excesivamente de “recién lavado” y mucho menos peinado de peluquería.  Muy mona para salir de compras o a una cena sport. No para un acto oficial en la Catedral. No para la festividad del patrón del país del que es reina y al que representa.

Tampoco gustó que acompañara el atuendo una abultada cartera de mano de material brillante de un tamaño desproporcionado que dicen lleva lleno de móviles. El público asistente también comentó lo delgada y excesivamente maquillada que estaba.

Y es que como afirma categórico Barraycoa, autor del best-seller Historias ocultadas del nacionalismo catalán, “la monarquía se equivoca al creer, que lo que funcionó con Don Juan Carlos funcionará ahora  y el saber estar de Doña Sofía será inalcanzable para la plebeya coronada”. Y es que desde que es reina ya ha dado varias campanadas ratificándose en que su persona está por encima de todo y de todos. Ya hablamos de su ninguneo al stablishment el dia de la proclamación de su marido en el que en lugar del traje largo protocolario y el pelo recogido se plantó un precioso abriguito de mañana ideal que la hacía verse divina de la muerte y con melenita suelta… a todas luces inapropiado para un acto de esas características.

Aún así, la prensa cortesana siempre alaba hasta los errores más flagrantes de la reina.

Ningunea al rito católico

Cuando se casó, Letizia Ortiz tuvo que admitir que entraba en una dinastía católica. Por Su Muy católica Majestad se nombraban muchos de los antepasados de su marido. De hecho, ella, agnóstica, se convirtió y se casó por la iglesia. Incluso se dijo que había tenido que confirmar -ya bien talludita por lo tanto- porque le faltaba este requisito. Pero en la ceremonia de Santiago no solo no se cubrió la cabeza, la Reina Letizia tampoco se persignó ni se santiguó. No le costaba nada hacerlo, es un gesto casi rutinario incluso para los católicos no practicantes cuando entran en una iglesia. Un simple  recordatorio de que se entra en un lugar sagrado. Pero no, parece que su fe no da para tanto. Además, molestó mucho que en plena eucaristía se pusiera a saludar a conocidos en el templo. Podían esperar y eso sabe que no debe hacerlo en una ceremonia así. También le dio igual. Y es que este ninguneo a todo lo que tiene que ver con lo católico no es nuevo. Ha dado ejemplos recientes.

El primer viaje oficial fuera de España como Reyes de Felipe y Letizia fue al Vaticano.  Como importante momento histórico había expectación por la indumentaria que luciría Letizia, Era previsible, en virtud de lo que se conoce como el ‘Privilège du blanc’ que fuera de blanco, pero rompiendo tradiciones optó además por ir sin mantilla. Este gesto disgustó, ya que al ser una reina católica, por respeto, debía haberlo hecho. Y la excusa que pusieron de que “era un acto privado”, no se la creyó ni el gato, era absurda, dado el enorme séquito que llevaron, pero claro, algo tienen que decir.

Durante la beatificación del Papa Juan Pablo II, Letizia si había claudicado en lucir una mantilla española, pero simple, sin peineta y con falda corta. Todo lo contrario a la costumbre de la Reina Sofía que siempre la  llevó “como una  reina” y que jamás perdió la compostura… Vamos, que ese “ejemplo impagable” que ya se está convirtiendo en la frase fetiche o un chiste fácil  en muchos círculos acompañada de risotadas para comentar irónicamente lo que hace la ex periodista.

Sin mantilla ante el Papa y con velo ante las tumbas de los alauitas 

Lo que no se explica es ¿por qué una reina católica sin mantilla ante el Papa y con velo ante las tumbas de los monarcas alauitas? El ninguneo a los católicos la produjo no sólo con las indumentarias, o las reverencias tan deficientes que hace a los pontífices. Lo más llamativo y más ofensivo para los católicos, confesión que ella supuestamente profesa, es el agravio comparativo. En Marruecos, el penúltimo viaje que han realizado fuera de España, Letizia se cubrió la cabeza y lució un velo blanco cuando entró en el mausoleo de Mohamed V y ante la tumba de Hasán II.  También lo hizo en una visita a la mezquita de los Emiratos… Incluso llegó a quitarse los zapatos como señal de respeto hacia la cultura árabe y  a su tradición. En esos casos sí dio muestras de respeto en los lugares sagrados. Pero esta tradición se la refanfinfla cuando se trata de la confesión religiosa más importante de su país.

La Reina Letizia en Santiago no se persignó ni se santiguó. Debía haberlo hecho aunque fuera por cuestiones de mimetismo, respeto o coherencia con lo que representa. No es una Primera Dama  republicana. En cambio y como hemos dicho en gravísimo agravio comparativo, sí se descalzó para ver la tumba del rey dictador Hassan II, cuya actitud con España no fue precisamente ejemplar, pese a que recordemos que su suegro le llamaba cursimente “mi hermano”.

¿No confesó que cuando se casó con el Principe “había visto la luz de Dios”?… ¿No se confundiría con las luces de neón que podrían esperarle si se divorciara? Algo que para algunos no sería del todo aventurado. La realidad es que la Reina Letizia parece seguir mostrándose impermeable a consejos y sugerencias, muy en camino de conseguir esa luz.

Comentarios