Leer y escribir: a cada alumno según su ritmo

Niños leyendo. / Mary Clark. / Pixabay
Niños leyendo. / Mary Clark. / Pixabay
La capacidad de un niño para leer adecuadamente no estriba en su edad, sino en su madurez para la lectura.
Leer y escribir: a cada alumno según su ritmo

Algunos entendidos sostienen que los niños están listos para aprender a leer a los cuatro años. Otros, como Juan Hortal, piensan que una talla no sirve a todos y que es preferible esperar hasta los siete u ocho años. Esa teoría es compartida por Carmen Lomas Pastor en su libro Cómo hacer hijos lectores, en el cual explica que la capacidad de un niño para leer adecuadamente no estriba en su edad, sino en su madurez para la lectura.

Hortal es originario de Chile y lleva más de 20 años en el campo de la enseñanza a temprana edad. No solo no debe ser obligatorio que los niños aprendan a leer y escribir a una edad específica, sino que puede resultar perjudicial: "El niño que no alcance el nivel de sus compañeros, puede verse frustrado". Incluso, ante la presión, podría llegar a odiar las letras, comentó ante la prensa durante un panel organizado por El Mundo Estudiante, una organización que se dedica a la individualización de la educación.

Plantea el educador que, en lo referente a la lectura, los niños de tres años están listos para aprender las vocales; a los cuatro, las consonantes; y a los cinco a la lectura más fluida. De manera que lleguen al primero leyendo los libros de texto.

En cuanto a la escritura, se entiende que existe una mayor complejidad dada la cadena de asociaciones que conlleva este proceso. Primero hay que asociar unos símbolos a unas letras y, a su vez, asociar las letras a un sonido. La combinación de esos sonidos forma sílabas, la combinación de estas, palabras, la combinación de estas, frases, y la combinación de estos, párrafos. Suena sencillo, pero para los niños no es nada fácil.

De acuerdo con un informe de la Asociación Mundial de Educadores Infantiles, las escuelas presionan a los maestros para hacer que los alumnos cumplan con las metas impuestas por el sistema, olvidando "que hay que enseñar a cada alumno según su ritmo" (Hortal). Como resultado, el 83% de los profesores confiesa que dedica más tiempo a la docencia de la lectura y escritura y otras materias formales que, por ejemplo, a las necesidades emocionales de los niños.

"Esa obligación de aprender a leer y escribir puede acarrear problemas posteriores como la baja autoestima. El niño puede creer que no tiene la misma capacidad que sus compañeros y eso le puede perjudicar en el futuro", reconoció Ampsico, una entidad de psicólogos y pedagogos.

La rigidez que solemos encontrar en las estructuras propias de las escuelas de hoy hace casi imposible que los maestros se dediquen a trabajar con las emociones. No obstante, "es mucho más importante que el niño aprenda qué tiene que hacer con su rabia, que canalice los sentimientos, que sepa cómo tiene que comunicarse con sus compañeros, a que aprenda a aceptar las normas...", explicó el profesor Hortal.

La madurez de cada estudiante juega un papel clave en el desarrollo de estas habilidades. Y por eso es un error tratar a todos como un grupo homogéneo. Así, una sola talla no es, no ha sido, ni podrá ser nunca la única solución.

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