La lectura en verano no deja de ser una forma agradable de romper con la rutina

Libros del novelista cubano Leonardo Padura, traducidos al francés. /  Francisco Puñal
Libros del novelista cubano Leonardo Padura, traducidos al francés. / Francisco Puñal

El título de este artículo puede parecer un tópico, pero hace referencia a que lectura y tiempo libre reactivan el interés por adentrarse en el mundo de los libros.

La lectura en verano no deja de ser una forma agradable de romper con la rutina

La pérdida de lectores a lo largo de estos años se debe a múltiples factores de índole educativa, mediática y económica. Pero, sin duda, hay un hecho ratificado en estos últimos tiempos y es que la mayor parte de nosotros no aprovechamos los tiempos muertos para leer.

Leer en el tren, en el autobús, en la sala de espera del dentista, por ejemplo. Leer en el parque porque tu cita se ha retrasado unos minutos o leer en la playa antes de echar una cabezada son esos tiempos muertos de nuestras rutinas que han sido sustituidos por un aprovechamiento al máximo de aplicaciones hiperestimulantes en nuestro móvil o tablet.

El verano siempre ha representado ese periodo de tiempo que muchos artistas han aprovechado para acabar sus obras literarias y en el que muchos lectores se han involucrado de manera más continuada en la lectura de novelas, ensayo y poesía. Son muchos los alumnos, compañeros y padres que me comentan cómo el verano, cómo el hecho de disponer de un tiempo libre dilatado, sin los sobresaltos continuos de las tareas domésticas, el cuidado de los hijos o las preocupaciones laborales, los ayuda a reencontrarse con la escritura de otra forma, mucho más intensa y activa, donde se atreven con autores más complejos y arduos, y también mucho más apasionantes: Richard Ford, Virginia Woolf, Edgar Allan Poe o la poesía de Walt Whitman.

Es cierto que la presión laboral y un grado alto de competitividad continua por rendir al máximo en cualquier rutina han impuesto también un ocio basado en lo efímero, en lo instantáneo, en un consumo fugaz de cualquier noticia, anuncio y mensaje. La literatura necesita silencio, tiempo dentro de nuestro tiempo, reflexión. Y el consumismo nos exige todo lo contrario para ser aparentemente felices, para que no despertemos de Matrix, y sigamos comprando nuestra vida con nuevas aplicaciones y descargas.

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